capitulo cuarenta y dos

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Alec Ogden.

No quería comer.

Llevábamos tres días en el hospital, tres días siendo testigo de cómo sufría día tras día, noche tras noche y seguía sin saber qué hacer. Tres días en los que apenas probaba bocado por más que le rogara.

Tampoco quería que la vinieran a ver, Layla parecía un poco mejor aunque igual de preocupada y Amie insistía demasiado en querer verla y visitarla, pero Blaise simplemente se negaba.

No sabía qué hacer, comenzaba a volverme loco.

—Por favor, come —era con lo único que podía insistirle. No podía insistirle en que dejara de llorar.

—No tengo hambre —ni siquiera me estaba mirando.

Su actitud me preocupaba a morir, parecía muy lejana y perdida desde que despertó. Apenas hablaba, no miraba a nadie, no quería nada. Me ignoraba la mayor parte del tiempo.

—Blaise...

—Estoy bien.

—No estás bien, ni siquiera me estás mirando —repliqué dolido.

Tardó en enfocarme, pero lo hizo. Se le notaba el cansancio en los ojos.

—Háblame —pedí.

—Estoy bien —repitió como si tratara de convencerse a sí misma.

Dejé el recipiente con yogur a un lado, acerqué más la silla en la que estaba a la camilla y tomé su mano, pálida y fría. La cubrí con mis dos manos tratando de proporcionarle algo de calor.

—Puedes contarme lo que sea, lo sabes —susurré, levanté nuestras manos y descubrí la suya para besarla. Luego recargué mi mejilla en ellas, mirándola con atención. Tratando de ignorar los hematomas que aún permanecían en su rostro.

Los ojos de Blaise se suavizaron un poco, pero no habló.

—Te quiero y me preocupas demasiado. Solo quiero que estés bien.

—Lo estaré.

Fue todo lo que conseguí sacarle, pero al día siguiente logré que comiera un poco lo cual fue más que suficiente. Avanzar un poco es mejor que nada.

***

Deslicé el lápiz por la hoja, tratando de controlar la presión para no arruinar el dibujo. Hice más trazos, quise arrancar la hoja cuando me equivoqué otra vez pero me abstuve y respiré ondo.

Últimamente cualquier cosa que hiciera mal me ponía muy de los nervios.

Miré por encima de la libreta la espalda de Blaise, notaba su respiración acompasada. Me tranquilizaba verla dormida.

Era de madrugada, también debería de estar dormido, pero el insomnio simplemente no me lo permitía. Así que me puse a dibujar en lugar de pelear conmigo mismo por no lograr conciliar el sueño.

Volví a la libreta luego de observar a Blaise unos segundos más.

Pasaron un par de minutos más en los que me mantuve centrado en mi nuevo dibujo cuando noté que Blaise se removió entre las sabanas. No le puse demasiada atención, era demasiado inquieta incluso para dormir, a veces soltaba palabras sin sentido en medio de sus sueños y extrañamente dormía con un pie fuera de las sábanas.

Soltó un quejido que llamó mi atención y dejé de mover el lápiz.

—¿Blaise? —no hubo respuesta, solo un jadeo de su parte y entonces noté que estaba sudando.

Mierda. ¿Qué tenía?

Hice la libreta a un lado y me puse de pie, apenas me acerqué a la camilla y sus ojos se abrieron de golpe y emitió un grito ahogado. Me acerqué rápidamente posando una mano sobre su brazo, pero me apartó de un manotazo.

Escondidos entre mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora