Capítulo XI

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Agosto de 1748; Lewis, Virginia.

El verano seguía su curso , Valeria seguía trabajando como siempre en casa saliendo de vez en cuando a la ciudad para comprar alimentos para cocinar, nada había cambiado excepto la relación que tenía con Derek, después de lo sucedido, ninguno era capaz de mirarse a los ojos ni de mantener una conversación por más de un minuto. Valeria se prometió olvidar aquella escena en el despacho, no podía, era difícil hacer de algo hecho realidad algo que no había sucedido. Y así se pasaba todas las mañanas y las noches, dándole vueltas a algo que ya no tenía sentido recordar. Derek tampoco podía olvidar esa atracción tan extraña que sintió y que seguía sintiendo cada vez que la veía. No entendía qué era lo que le sucedía, no era posible que se hubiera fijado en una mujer que tenía la misma edad que su hijo. Por un momento dudó de su cordura, no sabía si se estaba volviendo loco, si sólo sería una atracción pasajera o si se estaba enamorando... La última opción intentó arrancarla de su mente, y sí, lo logró, pero quizás no del todo en el corazón. Pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación, ya que si lo hacía en el despacho, sería como torturarse una y otra vez con lo mismo, sólo salía de ella para comer y cenar, el baño ya lo tenía incorporado dentro. Fueron días de incomodidad y tensión para los dos, ya nada volvería a ser como antes, algo había cambiado, algo que aunque sus cabezas lo negaran, el corazón sí que no podía ocultarlo. Ninguno quería encontrarse por los pasillos, mas en el fondo sí lo deseaban. Una mañana, Valeria no tenía nada que hacer y se le ocurrió pasearse por la casa para supervisar que todo estaba en orden y que no había nada que limpiar u ordenar. Pasó por la puerta del baño y sintió unas ganas inmensas de entrar y bañarse en aquella bañera circular de color negro. Entró en silencio, cerró la puerta y llenó la bañera de agua caliente con un par de cubos. Al acabar de prepararla, se fue despojando de su vestido, de su ropa interior y por último de sus zapatos. Primero metió la pierna derecha, seguidamente la otra y lentamente se fue sentando hasta que el agua cubrió por completo su cuerpo desnudo. Estuvo unos diez minutos con los ojos cerrados logrando no pensar en nada, su mente estaba en blanco y tranquila, luego metió su cabeza dentro del agua hundiendo también su cabello caoba. Se encontraba tan relajada en esos momentos que no quería salir de allí. Cuando ya el tiempo pasaba, decidió que ya era la hora y se levantó, intentó alcanzar la toalla para secar las gotas que se deslizaban por su piel, y Derek irrumpió en el baño creyendo que estaría vacío. La toalla que intentó coger cayó al suelo por la presencia de él y Valeria ruborizada se tapó los pechos con un brazo, y las otras partes con el otro brazo. Él, impactado, la miró de arriba a abajo sintiendo un profundo calambre por todo el cuerpo queriendo correr hacia ella y besarla en ese mismo instante. Cerró la puerta del todo y se aproximó a ella lentamente hasta llegar junto a la toalla que yacía en el suelo para cogerla y dársela sin dejar de mirarla a los ojos. Valeria la cogió algo nerviosa y con ella se cubrió entera agazapando la mirada, incapaz de sostenerla fija en los ojos de su amo.

-Perdóname, una irresponsabilidad por mi parte.-dijo Valeria-

-La próxima vez que uses este baño avísame y te evitaré un trago como este. Si llego a saber que estás aquí no hubiera entrado.

-Lo sé. Lo siento.

-No lo sientas, ya sabes que este baño es tan mío como tuyo.

Se volvieron a mirar por última vez en silencio y Derek salió del baño nervioso, necesitaba salir de allí antes de cometer la locura que la última vez no pudo: besar sus labios. Valeria terminó de secarse por completo, se vistió de nuevo y salió al jardín para secarse el pelo con el calor que desprendían los rayos del sol. Dio unas cuantas vueltas sin sentido de un lado a otro deteniéndose a la duodécima, se sentó en el suelo y allí se dedicó a observar las lindas flores que surgían de la tierra entre las verdes hierbas. De pronto, una voz conocida le susurra su nombre en el oído y se levanta sobresaltada.

-¿Preocupada por algo?.-preguntó Robert-

-¿Qué haces tú aquí?.

-Te seguí . Perdona si te he asustado.

-Necesito estar sola. Si vienes a ver a Derek no sé por qué pierdes tu tiempo conmigo.

-También me apetece visitarte, recuerda lo que te dije la última vez.

-Robert, ya olvídate de lo que sientes por mí, creo haberte dejado claro lo que yo siento. Por favor, déjame sola.

Robert, algo entristecido por las palabras y el tono que había utilizado Valeria, la miró una vez más y se marchó a ver a su amigo, que estaba encerrado nuevamente en su habitación sin querer salir de ella y sin poder arrancar a la pelirroja de sus pensamientos, pensamientos que fueron interrumpidos por el sonido de dos toques en la puerta. Derek cedió el paso y Robert entró viéndolo algo pensativo y quizás algo preocupado. Le pidió ir al despacho para charlar más tranquilamente y Derek soltó una risotada volviendo a recordar a Valeria. Sin más dilación, juntos salieron de la habitación y caminaron hasta llegar al despacho donde una vez dentro, ambos tomaron asiento. Derek miraba la silla en la que estaba su amigo, imaginando a Valeria ahí sentada, recordó su dulce voz, sus palabras sinceras, el aroma que desprendía su piel... Sin querer se le escapó un suspiro nervioso y la mirada se le desvió hacia arriba en el techo esbozando una leve sonrisa, como si no fuera el mismo de siempre. Robert no pudo evitar reír a carcajadas, lo que hizo que Derek volviera a estar normal, era como si hubiera despertado de un sueño con los ojos abiertos.

-¿Soy yo, o a ti te está pasando algo?.-preguntó Robert-

-Creo que me estoy enamorando de alguien que no debería...

-¿Me lo explicas mejor?.

-Es complicado de explicar. De hecho, no sé ni cómo hacerlo porque ni yo mismo sé qué me pasa exactamente.

-Tenemos tiempo, ¿no?. Cuéntame todo, amigo.

Robert supuso que de la que se estaba enamorando era nada más y nada menos que la chica de ojos azules, por eso prestó atención a cada palabra, a cada detalle que Derek le iba a dar a continuación:

-Es Valeria. Me está volviendo loco. No puedo estar cerca de ella porque me descontrolo, es una atracción que me pone nervioso pero que me gusta al mismo tiempo.

Robert se enfureció por dentro, lo que acababa de escuchar lo rebotó por completo, aún así no perdió la calma, siguió escuchando a su amigo. Derek contó el pleito que tuvo con Blake, que Valería se interpuso en medio jugándose la vida por evitar que se pelearan, después que juntos subieron al despacho y por último las palabras de ella hacia él con toda sinceridad, pureza, cariño y un brillo intenso en los ojos.

-Estuve a punto de besarla. No pude porque me di cuenta de lo que estaba haciendo. Y no sabes cómo ansío sus labios desde entonces.-seguía contando Derek-

-¿Y qué vas a hacer?.

-No sé nada. Es más, mi hijo creo que también la quiere...

-¿Y ella?.

Derek se encogió de hombros, no sabía cuáles eran los sentimientos de la joven.

-Entonces tu única solución es averiguarlo y ya después elegir qué harás. Yo me tengo que ir, ve contándome, ¿de acuerdo?.

Derek asintió y acompañó a Robert hasta la puerta de casa donde por allí paseando se encontraba Valeria. Los latidos de ambos corazones empezaron a ir a gran velocidad al cruzar las miradas, los dos se sentían nerviosos, y Valeria como única opción, aceleró su paso y se metió dentro lo antes posible.

La esclava blanca #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora