Capítulo XL

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Cristian la escuchaba atento a cada detalle, a cada gesto, a cada palabra, algo que hizo que Valeria se sintiera tranquila y escuchada después de tanto tiempo sin Helen. Ahora era el momento perfecto de preguntar por el pasado de Cristian. Valeria se quedó mirándolo callada unos segundos antes de empezar el interrogatorio.

-¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?. Siempre había pensado que yo era la única que tenía este color de piel.

-Pues ya ves que no. Ahora ya somos dos.

Esa no era la respuesta que Valeria quería saber, Cristian miró al suelo pero no dijo nada más ni respondió las dos primeras preguntas.

-¿Estás bien?.-preguntó Valeria-

Él negó con la cabeza.

-Prefiero no hablar de mi pasado, no es algo que me guste contar y mucho menos recordar.

-Lo siento...

Valeria se sintió algo estúpida por haber sido tan curiosa, por haber pensado que él le contaría su lado oscuro a la primera después de haberlo tratado un poco regular.
Las horas pasaban, sin querer se quedaron durmiendo uno junto al otro en el suelo, y al despertar, él la vio durmiendo en su regazo y no pudo evitar sonreír al ver su carita tan tierna que transmitía una calma inmensa. Acarició sus mejillas despacio para no despertarla, estaba a gusto notándola tan cerca... El roce de su mano contra la mejilla, hizo que Valeria despertara aturdida, tanto, que al principio no era capaz de situarse en el lugar que estaba. Todo cambió al darse cuenta de que se encontraba entre los brazos de Cristian, se incorporó veloz y después lo miró a los ojos ruborizada.

-Perdón, no pensé quedarme dormida.

-Deja de pedir disculpas, los dos somos culpables de habernos dormido-dijo él-

Valeria sonrió leve y después se levantó nerviosa dispuesta a retirarse ya a trabajar. Los pasos de Shirley acercarse al cobertizo interrumpieron sus planes y despertaron al resto. Los que se encontraban allí miraban a la niña pequeña que estaba de pie a su lado cabizbaja, incapaz de mirar a los demás. Vestía un camisón blanco ya algo sucio y desgastado, su melena castaña caía hasta la altura de sus hombros oscuros, su piel era como la mayoría.

-Esta es Lucy, la nueva esclava. Tiene sólo diez años de edad y seguramente sepa hacer muy pocas cosas. Por lo tanto, una persona se ocupará de ella, de enseñarle lo que está bien y lo que está mal-dijo Shirley mirando a Valeria-

Al poco tiempo, la señora le indicó a la pelirroja que se acercara y ella así lo hizo un poco asustada después de lo que había pasado entre las dos.

-Te concedo una nueva oportunidad. Te he elegido a ti porque tú también fuiste instruida por una tal Helen, ¿no es así?.

-Así es.-contestó Valeria-

-Tú le enseñarás lo necesario, y escucha atentamente: Sus errores los vas a pagar tú a un precio muy alto. Por tu bien, espero que aprenda. Y ahora, todos a trabajar.

Shirley se retiró después de dar su orden y uno detrás de otro fueron saliendo del cobertizo para trabajar. Sólo Valeria se quedó junto a la pequeña Lucy, su intención era conocerla un poco más antes de enseñarle las labores domésticas, conocer su pasado y poder así comprenderla. Le tocaba hacer de nodriza, ahora se encontraba en la piel de Helen.
Lucy seguía sin alzar la mirada, lloraba en silencio... Quería volver con su familia, de la que la separaron sin piedad, ni compasión, ni corazón, pues de lo último ya no quedaba, la bondad se había escondido del mal, del odio, de la envidia, ya no había gente buena que se preocupara de los sentimientos de los demás. En cambio, Valeria era una de las excepciones, aunque no le hubieran encomendado a la niña, no tenía intención de dejarla desamparada.

-¿Por qué estás aquí?.-preguntó Valeria anclada de rodillas al suelo para estar a la misma altura-

-Unos hombres vinieron a casa y los mataron... Mataron a mis padres y a mí me llevaron junto a mis hermanos a ese mercado.

-Yo también tengo una historia parecida a la tuya, así que tranquila, no estás sola.

-Sí que lo estoy.

-Entiendo que pienses eso, de hecho así me sentía... Pero me tienes a mí, y yo haré que no te falte de nada, intentaré que estés bien dentro de estas paredes.

-¿Me lo prometes?.

Valeria le sonrió secándole las lágrimas al mismo tiempo.

-Te lo prometo. Me llamo Valeria.

-Gracias Valeria.

Valeria le ofreció la mano y Lucy se la dio algo más tranquila, la verdad era que la esclava de piel blanca transmitía confianza y tranquilidad.
Una vez en la cocina, Valeria le explicaba cómo tenía que hacer las cosas, Lucy prestaba atención a todas sus palabras sin perderse ni un detalle y así empezar lo más rápido posible antes de que Shirley perdiera la paciencia.
Después de haber aprendido varias cosas, le mostró dónde se guardaban los cubiertos, los platos de cerámica, los vasos, los alimentos... La orientó un poco más, no todo era limpiar, sino también conocer todos los rincones de la casa.
Se dio cuenta desde que entró, de que Cristian no había dejado de mirarla, la situación había comenzado a transformarse en algo extraño, se sentía observada por aquellos ojos verdes, incluso a veces, los suyos azules se desviaban a él sin querer, sin sentido, sin poder explicarse por qué lo hacía.
Seguidamente de acabar en la cocina, se subió sola al piso de arriba para limpiar la biblioteca dejando un momento a Lucy al cuidado de Olivia sin fiarse demasiado. Le encantaba pasar las horas limpiando el polvo de los libros y de las estanterías de madera, aprovechando a ratos esas ansias de lectura que por desgracia sólo le duraban cinco minutos por miedo a ser descubierta y ganarse otra bronca de Shirley. Como esclava, juró guardar para sí misma el secreto de saber leer hace años, pero en aquella casa, la descubrieron Frank y Shirley. Y por suerte, no fue azotada, saber leer para los esclavos estaba prohibido como muchas otras cosas.
Mientras leía una de sus obras favoritas, alguien se acercó de espaldas quitándole el libro de las manos: Cristian otra vez.

-Sabes leer más de lo que me has contado ¿eh?. -dijo él-

-Muy poco, devuélvemelo.

-Alguien que apenas sabe, no se habría leído media carta y porque no le dio tiempo a más. Recuerda que me lo contaste.

-Está bien, me enseñaron. ¿Contento?.

-Creía que lo habías aprendido sola. De todas formas me alegra saber que aún quedaba gente de la clase alta que se interesaba por los esclavos. Sería el único.

-Era único en todo. Él marcaba la diferencia del resto... Quizás por eso fue asesinado, el mundo sólo guarda huecos para la gente mala.

Cristian no dijo nada, hablar de Derek lo incomodaba un poco, es más, no le gustaba oír hablar de gente que había muerto.
El rubio echó un vistazo a las páginas del libro y después a su portada leyendo también el título en alto. Valeria se quedó asombrada, Cristian parecía saber leer tal como ella.

-¿Quién te ha enseñado a ti?.-preguntó ella-

-Mi madre, otra persona que marcaba la diferencia del resto.

-¿Cuándo vas a contarme quién eres realmente?.

-Es mejor que no sepas nada de mí. Deberías tener cuidado cuando subas aquí, podrían pillarte.

Cristian le devolvió el libro y Valeria lo dejó en su sitio mirándolo después a él.

-Ah sí, casi lo olvido. Estás preciosa cuando duermes.

Valeria sonrió sin saber qué decirle, y por último, lo vio marchar de la biblioteca huyendo una vez más de su pasado.

La esclava blanca #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora