Capítulo L

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Rota en infinitos trozos, se metió dentro de la casa y siguió llorando queriendo no hacerlo, quería ser fuerte, hacerse de hierro. Varios compañeros le preguntaron qué le sucedía, y ella negó con la cabeza evitando preocuparles. Shirley entró a la cocina entre aplausos y una sonrisa satisfactoria.

-¿Creías que en verdad te quería? Ay pequeña... Con el tiempo comprenderás que las promesas de un hombre no tienen valor una vez que les das lo que buscan.-dijo Shirley-

Valeria escuchaba, pero en el fondo quería agarrarla de los pelos y arrastrarla por toda la casa hasta hacerla sangrar como ella hacía con sus esclavos.

-Nunca te vuelvas a fiar de nadie, a veces el que más te sonríe, es el que más puñaladas puede darte. Espero que sepas superar tu querida pérdida.

Y se marchó de allí feliz de verla triste y sufriendo una vez más por amor. Los días pasaron, los meses también, ahora era tiempo de abrirle las puertas a la dulce primavera. Valeria asimiló la traición haciéndose una mujer nueva y fuerte, arrasando en cada paso, alguien invencible. Eso no significaba que sus sentimientos cambiaran, Valeria seguía queriendo a Cristian, a veces incluso no podía evitar mirarlo cuando no se daba cuenta. Se planteó olvidarlo en varias ocasiones siéndole imposible tal esfuerzo. Daría todo por abrazarlo y todo por intentar que de alguna manera, él sintiera el dolor que ella sintió. Se resignó a ambas cosas dejando el tiempo pasar y decidir.
Shirley había subido más esclavos al ático para continuar con las torturas que saciaban un poco su mal carácter. Valeria buscaba la llave desesperadamente sin éxito todavía, ya no sabía qué más poder hacer para ayudar a esa pobre gente.
Una tarde, mientras amasaba la masa del pan, Cristian se cortó el dedo índice con un cuchillo troceando la carne, Valeria lo miró queriendo curarle, en sus ojos todavía había amor. Cristian se dio la vuelta dándose cuenta de que lo miraba, ella siguió a lo suyo.

-¿Qué miras? ¿Tú nunca te has cortado?.-preguntó Cristian furioso-

-Uy querido amigo, eso no es nada para lo que algunos sufrimos.-contestó Valeria-

-Quizá me mirabas a mí. Veo que soy difícil de olvidar.

-Por imposible que parezca, yo ya perdí las ganas de ti hace tiempo. Además, también me hiciste ver una cosa: que nunca conseguiste hacerme sentir lo mismo que Derek. Así que ahórrate esos comentarios, el ridículo aquí lo has hecho tú.

Cristian se hundió en silencio pero sabía que se lo merecía, siguió cortando la carne y Valeria con la masa del pan. Esa frase que le dijo a Cristian sabía que era mentira, sólo quería hacerle sentir mal.
Terminó de hacer su pan y en la ausencia de Shirley, volvió a registrar cada rincón de la casa en busca de esa llave que tanto necesitaba. Se le ocurrió la idea de levantar el colchón y mirar debajo, pero se encontró con una caja hortera cuadrada de madera. Curiosa, la abrió y se encontró una carta. La desdobló y leyó con atención, pero esa era la que Blake le escribió antes de morir. Fue a guardarla cuando se encontró en el fondo una llave plateada. La cogió observándola detenidamente, la llave era preciosa sin duda. Escuchó la puerta principal de abajo cerrarse y los zapatos de Shirley caminando sobre el suelo, hasta parecía que sus pasos también estaban tan furiosos como ella. Guardó la caja donde estaba y fingió que limpiaba el pasillo.
Cuando Valeria bajó por las escaleras, se encontró a Shirley charlando con Cristian y en la sala de al lado, vio a Olivia escondida, parecía que estaba escuchando lo que hablaban. Las dos se quedaron mirando y Olivia le pidió que guardara silencio. Valeria pasó de largo de aquellos dos que a saber de lo que estaban hablando. No pudo evitar sentir rabia.

-Olvídala, es lo mejor que puedes hacer. Te dije que ella tampoco sentía lo mismo. Nunca debiste dejarte llevar, tú no eres bueno.

-Señora, por favor déjame en paz. Y no, no fui bueno.

Olivia ahora comprendía la ruptura entre Cristian y Valeria.
Él volvió a su trabajo y Shirley a su habitación.
Por la noche, Valeria dormía en la cama que ocupaba Lucy, y Olivia la despertó nerviosa entre susurros. Al principio, Valeria se asustó, pero la calma le llegó gracias a Olivia. Juntas salieron descalzas al patio y pasearon por el jardín para hablar de lo que escuchó.

-Cristian te ama, Valeria.-dijo Olivia-

-Eso no pude ser. Él mismo me lo dijo.

-Sí, ¿y sabes por qué? Porque tú ya lo habías descubierto y él sabía que se merecía tu odio. Por eso te hizo daño, para que lo odiaras. Escuché lo que Shirley te dijo, te dijo que ni tu amor podría cambiarlo, pero no es cierto. Ha sido tu amor el que lo ha cambiado. Cayó en tus redes. Hazle saber que tú sientes lo mismo, que no lo odias.

-¿Por qué me cuentas esto? Nunca me has soportado.

-No, es cierto. Cambié cuando solamente tú fuiste capaz de curarme cuando estaba herida. Tienes mucha bondad en tu corazón. Y eso es lo que Shirley odia tanto de ti. Tienes todo lo que ella anhela y no posé. Así que ahora corre a por tu amor y no lo dejes escapar.

Valeria sonrió agradeciéndole a Olivia lo que había hecho por ella a pesar de no haber empezado con buen pie su relación.
Corrió veloz, gritó su nombre antes de llegar al cobertizo y a su cama, Cristian al reconocer la voz de Valeria salió preocupado encontrándose con un fuerte abrazo que él también correspondió sin preguntas.

-Te quiero, y sé que tú también a mí. No busques mi odio, no lo seguirás teniendo.-dijo ella-

-Siento haberte mentido, juro que en verdad me enamoré con locura.

-Te creo. Yo también lo hice de ti.

Ambos labios se fueron acercando lentamente hasta juntarse por completo fundiéndose las dos bocas en un profundo beso.
Shirley observaba desde el balcón, los odiaba a ambos, gritó de rabia, el monstruo acababa de explotar y se dirigía abajo a por su próxima víctima. Cristian y Valeria se abrazaron nerviosos e inquietos, el grito de Shirley había sido espantoso y algo incluso demoníaco. Los pasos se acercaban, el terror subía, Valeria temblaba y Cristian no estaba dispuesto a que la siguiente fuera ella, la protegería con su propia vida si fuera necesario. La puerta de la casa se abrió de golpe y la silueta de Shirley se aproximaba con los puños cerrados clavándose sus propias uñas en la carne haciéndola sangrar.
Cristian se puso delante de su amada para protegerla y ella soltó una cruel carcajada larga y malvada. Cogió a Cristian del cuello y con una fuerza increíble logró tirarlo al suelo.

-Ahora que comprendo que tu felicidad depende de este imbécil, te lo voy a arrebatar y lo voy a matar delante de ti para verte llorar.

-¡Llévame a mí!.-suplicó Valeria-

Shirley lo meditó con calma, pero Cristian provocó su ira para que se lo llevara a él y dejara a Valeria tranquila. Le lanzó un puñado de arena en la cara, Shirley alcanzó un palo que no estaba lejos de ella y lo golpeó varias veces, las suficientes para ver a Valeria arrastrándose pidiendo a gritos que no le hiciera daño. Sin más dilación, Shirley levantó a Cristian del suelo y se lo llevó al ático donde ató sus manos al techo que por suerte no estaba muy alto dejando el verdadero espectáculo para la mañana siguiente.

La esclava blanca #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora