Capítulo XXXVI

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Dos días después volvió el médico a hacerle un reconocimiento y ver qué tal se encontraba. Su aspecto era horrible, su rostro ya era de color blanco y había perdido masa corporal, no parecía el mismo. El hombre se lo esperó puesto que al no saber qué era lo que le sucedía, era difícil dar con algo que lo sanara un poco más. Sabía también que no le quedarían más de tres días, su vómito era de color negro, la fiebre no bajaba y estaba tembloroso. Le dio la mala noticia de que no se podía hacer nada por él, así que decidió ponerse en contacto con un par de primos de Blake para que aclararan ciertas cosas, como por ejemplo, la venta de sus esclavos en el mercado, ya que eran demasiados.
Esa tarde, los dos primos acudieron sin duda a visitarlo tras recibir las noticias del médico. Blake no quería visitas ni compasión alguna, pero no le quedó otro remedio que hacerlo. Les pidió que vendieran a sus esclavos al precio que les diera la gana y se repartieran sus tierras entre los dos para evitar disputas familiares, algo un poco amable por su parte después de asesinar a su hermano. Una vez aclaradas las cosas, Blake les pidió como último favor que no volvieran hasta que él muriera, bastante era que tenía más de treinta personas a su servicio.
El último día de vida de Blake no fue tan tranquilo como él esperaba, al anochecer, Valeria entró en su habitación y se sentó sobre la cama viéndolo dormir y escuchando la poca respiración que sus pulmones le ofrecían. Valeria comenzó a golpear las sábanas para despertarlo y Blake así lo hizo.

-¿Qué haces aquí?.-preguntó Blake con su voz de enfadado-

-Verte morir. Por fin... Creía que no lo iba a conseguir.

-¿Cómo?.

-Pues que yo soy la culpable de que estés así. Mentí en todo: no sé nada de medicina, ni siquiera te la he dado correctamente. Digamos que llevaba unos polvos amarillos, los mismos que tú escondes en cajas de cartón dentro de un bote. Suerte que ese médico no ha dado con la verdadera causa. Si te lo preguntas o te lo has preguntado, la respuesta es sí, podrías haberte salvado.

-Eres una hija de puta.

-Sí, puede ser. Y tú dentro de poco serás un cadáver más para los gusanos.

Blake todavía tenía ganas para reír, y eso es lo que hizo.

-No te confíes, que cuando me muera te seguirás acordando de mí.-dijo él-

-Lo dudo.

-Sí, verás como sí. Procura no olvidarte del nombre de Shirley.

-¿Quién es esa?

-Todo a su tiempo.

Blake comenzó a toser echando sangre por la boca y después apretó sus párpados a causa del dolor de todo su cuerpo. Valeria lo zarandeó un par de veces.

-¿Quién es? ¡Dime!.-decía ella-

-Tu futuro ya está decidido, no le des más vueltas. Prepárate para lo que te espera.

Blake fue poniendo los ojos en blanco entre una gran agonía hasta que dejó de respirar completamente dejando a Valeria en un mar de preguntas. ¿Como que su destino ya estaba decidido? ¿Y quién era Shirley?. Ahora sí empezó a asustarse, si su futuro seguía dependiendo de Blake estaba acabada sin lugar a dudas.
Salió de su habitación anunciando su muerte a los siervos que esperaban dentro de la casa. La mayoría se alegraron por su partida, otros no tanto por el simple hecho de no saber qué sería de ellos a partir de ahora. Valeria dijo que todos serían vendidos y comprados por quien se interesara y nada más.
Inmediatamente se hizo saber a la familia la muerte de Blake, aunque bueno, sólo acudieron esos primos, los únicos que tenía. Al llegar a la hacienda, pidieron unos minutos a solas junto a él... Uno de ellos, el más joven de estatura mediana, moreno y de ojos marrones destapó su cuerpo encontrándose una nota un poco arrugada. La cogió entre sus manos y comenzó a leerla atentamente. Seguido de acabarla, se la entregó al otro muchacho algo más mayor de unos treinta años, de pelo alborotado y de color castaño. Sus ojos carbón comenzaron a leer la carta y después ambos primos se quedaron mirando.

-¿Crees que es necesario?.-preguntó Gareth, el joven-

-Hay que hacérselo saber. Aquí lo dice.-contestó Thomas-

-Esto no es bueno y lo sabes.

-Él así lo ha querido.

Gareth y Thomas volvieron a mirarse, no estaban de acuerdo con lo que había escrito en esa hoja, pero debían hacerlo porque Blake así lo había pedido. Respecto a la carta, se la hicieron llegar a quien debía leerla, y una vez incinerado el cuerpo de Blake, Thomas se encargó de llevarse a los esclavos a la gran ciudad para venderlos en el mercado. A todos y a cada uno de ellos se les colocó un cartel con una cuerda negra atada al cuello con la palabra: "SE VENDE". Eran la nueva novedad del mercado, sobre todo la pelirroja de ojos azules, que había llamado la atención de muchos hombres y algunos jóvenes que pasaban por allí. Ofrecían grandes cantidades por ella, más de lo normal, pero el encargado se negaba, no aceptaba venderla. Valeria no entendía nada, perfectamente ya podía haberse ido con otra persona, sin embargo, seguía ahí de pié pasando frío. ¿Sería que el encargado la quería para él? Al menos eso fue lo que llegó a preguntarse. Aturdida, buscó a Helen entre los esclavos encontrándola casi al final. Anduvo marcha atrás hasta ponerse a su lado y así permanecer junto a ella el tiempo que quedara por si las separaban.

-Si me compran, que sea contigo.-dijo Valeria-

-Ojalá.

-¿Por qué ojalá?.

-Me temo que aquí se acaba nuestro viaje, pequeña.

-No me digas eso...¿Qué voy a hacer yo si tú no estás?.

-Puedes valerte por ti, yo misma te he enseñado a eso, y ahora puedo decir con certeza que eres incluso mejor que yo.

-No Helen, te prometo que te buscaré si nos separan. Eres como la madre que siempre me ha faltado, no puedo dejarte atrás...

-Cuídate, ¿quieres?.

Valeria asintió, le prometió estar bien si ella también lo estaría. Ambas lo juraron.
Al cabo de media hora, un carruaje se detuvo no muy lejos de allí, muchos se quedaron embobados en él, del que bajó una señora bien vestida con un vestido verde oscuro y un sombrero blanco que recogía su cabello negro. Su perfume olía por toda la calle cubriendo el malo, su vista se fue directamente a los esclavos, luego se acercó a ellos seriamente y los miró a cada uno de arriba a abajo. Era intimidante su mirar, parecía que te mataba si la mirabas más de tres segundos seguidos. Helen y Valeria se cogieron de la mano agachando la cabeza deseando no ser ninguna la elegida, pero no fue así, una de ellas, sólo una era perfecta y requería los requisitos que necesitaba.

La esclava blanca #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora