Capítulo XLI

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Siguió limpiando la biblioteca de arriba a abajo sin dejar ni un hueco con polvo ni un libro mal colocado. Luego bajó al piso inferior y se encontró a Shirley con Lucy justo en la puerta de la cocina, su rostro mostraba enojo y furia, algo había pasado en su ausencia.

-Has descuidado a la mocosa. Estaba por el patio dando vueltas sin hacer nada.-dijo Shirley-

Inmediatamente, Valeria miró a Olivia con odio, sabía que eso había sido obra suya, la muy idiota sonreía.

-Te dije que si cometía alguna infracción lo pagarías tú.

-El error no ha sido suyo. Yo la descuidé mientras limpiaba la biblioteca.

-En ese caso, ella recibirá el castigo.

-¡No por favor!. Está bien, castígame a mí.

Cristian, con valor fue capaz de interponerse en medio de la disputa.

-Ninguna tiene la culpa, señora. Olivia es la única responsable.-dijo él-

Valeria no contó con que Cristian delatara a Olivia, no parecía un chico chivato. La cara de Olivia cambió al darse cuenta de que Cristian dijo su nombre. Shirley se acercó poco a poco hasta llegar a ella, la mirada de la esclava fue espantosa, parecía que estaba mirando a la mismísima Muerte en persona.

-Y tú tan calladita. Ven conmigo, verás lo que les pasa a las mosquitas muertas cuando se pasan de listillas.

Shirley la cogió del brazo y se la llevó para castigarla, Valeria intentó impedirlo, aunque de nada sirvió. Sí, la niña estaba con Olivia en esos momentos, pero la responsabilidad era de Valeria y sólo de ella. Se sintió molesta con la acción de Cristian y culpable por haber permitido que se llevaran a la esclava.

-¿¡Por qué lo has hecho!?.-dijo Valeria cabreada-

-No quedaba otra.

-¡Era mi problema! La que debía cargar con el castigo era yo.

-O la niña. No tenías pinta de solucionarlo. Y te aseguro que no te gustaría probar su látigo.

-Yo era la responsable de Lucy, tenía que habérmela llevado a todas partes. Olivia no tiene la culpa.

-¿Te estás oyendo? Olivia no haría lo mismo por ti.

-Yo soy como soy, ¿me oyes?. Y no voy a convertirme en alguien cruel.

-Ya lo eres, ¿o has olvidado lo que hiciste antes de llegar aquí?.

Eso le dolió, usó su pasado para hacerle daño, algo que no se esperaba por parte de Cristian. El tema estaba al rojo vivo, por respeto, Valeria se calló la boca y no siguió echando más leña al fuego para no provocar un conflicto que acabara mucho peor. De lo que sí ella se dio cuenta, fue de que Cristian sí podía llegar a ser algo retorcido, por lo visto echaba las cosas en cara y de muy malos modales.
Él intentó pedirle perdón al darse cuenta del error que había cometido, Valeria lo esquivaba todo el rato.
Al atardecer, Shirley volvió con Olivia; estaba destrozada físicamente, su vestido ocultaba las heridas profundas que el látigo le había hecho sobre la piel. Lo único que era imposible de esconder, era el dolor, y estaba claro que todos sabían lo que era eso. Valeria la vio hecha polvo, el orgullo se interpuso en su decisión de curarla un poco, no la dejaba. Una lucha interna se comenzó a formar entre el orgullo y la razón, finalmente la razón salió victoriosa de la batalla permitiéndole a Valeria dar el paso.
Humedeció un trapo en agua fría y la pasó con suavidad sobre los hematomas de Olivia que tenía en el brazo. La cara de Olivia era de asombro, no podía creer que precisamente la persona con la que no se llevaba bien la estuviera curando. Hizo el intento de quitarse, de no dejarse ayudar, pero el daño era más grande que el odio que pudiera sentir por ella. La humedad y el frío le calmaba, le hacía sentir mejor y algo más agradecida. Luego, Valeria le limpió la sangre seca de su piel y puso el trapo a lavar.
Cristian la observaba arrepentido por todo intentando disimular lo mejor que sabía hacerlo, quería quedar ante los ojos de los demás como alguien fuerte y duro.
Olivia agradeció a Valeria sus cuidados, ella no dijo nada al respecto, tampoco las quería, se fue a barrer las escaleras y el piso superior antes de que cayera la noche. El tiempo pasó rápido, cuando terminó la habitación de Shirley se encontró con Frank en el pasillo, el cual le dedicó una sonrisa antes de ver la mancha de sangre sobre su camisón, motivo más que suficiente para detener su paso y preguntar.
Valeria contestó que había estado curando a una esclava después de haber sido castigada duramente por Shirley. A Frank pareció cambiarle la expresión del rostro, al parecer no tenía ni idea de tales castigos, él creía que su mujer ya no hacía eso.

-Pensaba que usted lo sabía...-dijo ella-

-Pues no, no lo sabía.

-Señor, yo no...

-Tranquila, no sabrá que has sido tú.

Frank se retiró en busca de su esposa para que le diera explicaciones de todo. No tardó mucho tiempo en escucharse por toda la casa una nueva discusión, esta vez, cargada con objetos de cristal rotos y golpes a las puertas. Frank había descubierto una mentira más de Shirley: ella castigaba las faltas de los esclavos arriba, en el tercer piso... En aquel ático al que todos temían poner un pie. Shirley prometió no volverlo a hacer, se refugió en la excusa de que era necesario, en que era una lección.

La luna la miraba, ella también, era una noche primaveral perfecta para pasarla en soledad fuera del cobertizo, respirar aire de vez en cuando nunca venía mal. El césped en contacto con la piel de sus manos la relajaba, la hacía desaparecer del mundo a pesar de ser visible por todo aquel que pasara por su lado, Valeria sólo veía el cielo oscuro con esas brillantes estrellas mientras la gran gigante la iluminaba con su espléndida luz plateada.
Cristian la miraba desde la puerta sin tener el coraje de salir y pedirle perdón. Lo suyo era una mezcla entre vergüenza y cobardía y como no, ese orgullo. De pronto, él hizo un leve ruido y se escondió dentro del cobertizo antes de que Valeria lo descubriera al darse la vuelta. Ella quiso que Cristian saliera de ahí para hablar con ella, y sin embargo no fue así.
Volvió a recordar lo que él le dijo, y las ganas de reconciliarse volvían a ser mínimas, le había entregado su confianza para que guardara el pasado con ella, no para echárselo en cara. Valeria se afligió de nuevo y echó su cuerpo de espaldas al suelo intentando calmarse observando el mundo astronómico que la rodeaba. Al final, se quedó dormida.
A la mañana siguiente, amaneció sobre la cama de Cristian sin Cristian preguntándose mentalmente qué hacía ahí y cómo y quién la había llevado. Era la hora de ponerse a trabajar, todos los esclavos se levantaron a cumplir un día más con sus obligaciones. A Valeria le tocaba barrer el piso inferior sola, no le importaba, podía sola con todo lo que le asignaran, total ya eran años de experiencia.
Se cruzó con Cristian un par de veces sin intercambiar palabras, sólo él la miró sin parar y le dolió que lo ignorara, ¿acaso no se lo merecía?.
Apenas había pasado un día de su enfado y ya quería volver a recuperar la amistad que parecía que estaban teniendo.
La pequeña Lucy observaba cómo trabajaba su joven nodriza, barrer parecía sencillo, de hecho lo era, pero no debían dejarse huecos sin limpiar o Shirley les haría pagar las consecuencias.

La esclava blanca #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora