Capítulo XXXV

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-¿No vas a venir?.-preguntó Blake-

Valeria miró a Helen con miedo, no quería irse con él a su cama, prefería estar muerta antes. Helen le indicó que fuera hacia él y así ella lo hizo a paso lento y desganado, como si le pesaran sus propios pasos.
Blake sonrió al tenerla tan cerca, Valeria no fue capaz de mirarlo a los ojos, ni quería, ni tenía valor, le repugnaba su mirada lasciva y su presencia tan incómoda e insoportable. Él sabía lo que Valeria estaba sintiendo en esos momentos, mas no le importó nada en absoluto, Blake sólo pensaba en sí mismo, en acostarse con ella, en hacerla sufrir y no permitir que nadie se la robara.

-Sígueme, tengo una sorpresa para ti.

Blake caminó saliendo de la cocina para ir a su habitación con Valeria detrás, que seguía mirando el suelo callada sin decir una palabra. Al llegar junto a la puerta, él le cedió el paso primero a Valeria y ella entró recordando una vez más el perfume de Derek sobre su almohada ya que esa habitación era muy parecida a la de Derek.

-Mira lo que hay encima de la cama.-dijo Blake-

Y así lo hizo, para sorpresa se encontró un retrato de su amor, parecía que estaba recién pintado, lo único que tenía era polvo alrededor de los bordes del marco, por lo demás, estaba en perfectas condiciones. Ella se quedó mirándolo casi a punto de llorar y Blake sonreía, lo había dejado ahí para hacerle más daño.

-¿Qué significa esto?.-preguntó Valeria-

-¿Aún no lo sabes? Juré que te haría daño y con mi palabra estoy cumpliendo. Mientras estés en mis brazos pensarás que él te está tocando, pero más te dolerá despertar de la realidad y saber que está muerto y que el único que te ha tocado he sido yo, su asesino.

-No sabes las ganas que tengo de escupirte en la cara.

-Y de matarme, ¿verdad?

-Eso puede que se cumpla.

-No me digas...

Blake rió a carcajadas y después la agarró del brazo izquierdo apretándolo.

-No vuelvas a amenazarme o te mataré yo a ti. Y ahora quítate ese vestido.

Después de su última frase, se llevó la mano al estómago notando un leve dolor intermitente que cada vez se hacía más y más fuerte.

-¿A qué estás esperando?.-dijo Blake-

-No me lo voy a quitar. No pienso acostarme contigo.

Blake se acercó a ella para quitárselo él mismo, pero cayó al suelo de rodillas gruñendo de dolor, apenas era capaz de levantarse, y si lo hacía, se volvía a caer.

-¿Qué haces ahí quieta? ¡Pide ayuda imbécil!

Valeria lo miró con una sonrisa de medio lado y salió corriendo de la habitación, sin embargo, nada más salir continuó andando, no le urgía prisa por pedir ayuda, cuanto más tarde llegaran a atenderlo mejor para ella.
Fingió entrar a la cocina preocupada por la salud del amo, los tres esclavos que se encontraban allí subieron deprisa para atenderlo, y Valeria rompió a reír cuando se quedó a solas con Helen.

-Pensaba que no le haría efecto hasta mañana.-dijo Valeria-

-Espero que cuando venga el médico no le diagnostique un tratamiento.

-¿Y si lo hace qué? Yo misma me ocuparé de su medicación. Juro por la memoria de Derek que no saldrá con vida de esta.

Una de las esclavas bajó abajo, se puso un abrigo fino y se apresuró para salir a la ciudad en busca de un médico con años de experiencia que lo pudiera curar. Sesenta minutos más tarde, regresó la esclava junto a un hombre más bien ya anciano que por lógica debería ser el doctor. Llevaba un maletín entre sus manos arrugadas y de su pelo canoso le caían gotas de sudor que le nacían desde la frente, al parecer el viaje había sido agotador y asfixiante. Subió a la habitación del enfermo e intentó buscar la causa de su malestar para mandarle alguna medicación. Sólo faltaba esperar los resultados.
Helen y Valeria daban vueltas de un lado a otro de la casa impacientes, era imposible no estar nerviosas en una situación tan tensa como esa, sobre todo porque la joven se estaba jugando el pellejo. La espera era interminable, ya había amanecido y el médico no había salido de la habitación de Blake con resultados.
Hasta que al fin, el hombre se presentó en la cocina dando las novedades:

-No he dado exactamente con lo que le ha hecho enfermar, pero puede mejorar si se le administra este líquido después de cada comida.

-¿Se recuperará?.-preguntó Valeria-

-No lo sé. Esto es más serio de lo que parece. Vendré a visitarlo cada dos días. ¿Quién de vosotros se encarga de darle la medicina?.

-Yo señor, yo lo haré.

El doctor le entregó el frasco con el líquido y se fue de la casa para seguir con su oficio en otro lado. Ahora era Valeria la que tenía el poder de dejarlo vivir o morir. La vida de Blake dependía de ella.
Hicieron una comida rápida y no muy fuerte para subírsela a la habitación ya que él no estaba en condiciones de bajar, y como no, Valeria era la encargada de eso y de darle después "la medicina". Antes de llegar, echó en el líquido que le podía salvar la vida, un poco de veneno, el suficiente para matarlo sin que él pudiera percibir algo raro.
Le dio de comer despacio y por último le dio una cucharada grande de medicina mientras sonreía por dentro. El hecho de saber que lo estaba matando, no le importaba siquiera, ni se sentía mal después de volver a hacer que recayera. No volvería a ser la misma Valeria de antes hasta verlo caer ante sus ojos.

-Si descubro que tienes algo que ver con esto te mato, ¿me oyes?.-dijo Blake debilitado-

-Tranquilo, no soy yo la única que te odia si es que alguien tiene que ver con lo que te está pasando.

-¿Por qué me estás cuidando tú?

-Porque soy la única que sabe algo de medicina.-mintió Valeria-

-¿Me estás diciendo que mi vida está en tus manos?

-Así es. Que irónico, ¿verdad?.

-No. Que me cure otra.

-Vale, entonces morirás. Tú eliges. Si fuera por mí ya estarías muerto creemé.

La hábil capacidad de Valeria consiguió calmar un poco a Blake, que le hizo pensar y llegó a creer las palabras de la pelirroja. Lo que él no sabía, era que lo estaba eliminando a plazos.

-Volveré esta noche. Recuerda que sólo puedes levantarte para ir al baño. Lo importante es que guardes reposo en la cama.-dijo ella-

Se retiró serena y feliz, y como bien le dijo a Blake, volvió al anochecer para darle de cenar y envenenarlo un poco más. Esa misma noche, Blake comenzó a tener los primeros síntomas de fiebre, el dolor de estómago no cesaba, al contrario, dolía cada vez más, sentía como si lo estuvieran apuñalando. Gritaba pidiendo ayuda, Valeria y Helen lo destaparon y le colocaron paños húmedos sobre la frente, pero ni por esas lograron bajarle un grado menos la fiebre. Todo marchaba según lo previsto, unos paños mojados no harían mucho, lo grave se encontraba por dentro del cuerpo y eso solamente lo sabían dos personas.

La esclava blanca #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora