Capítulo XV

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-Yo lo serviré.-dijo Helen-

-No. Me lo ha ordenado a mí.-se opuso Valeria-

-Tú no estás como para hacerlo.

-Te aseguro que estoy más capacitada que nunca.

La idea no era del agrado de Helen, pero una orden era una orden y así como debían cumplirla, también debían respetarla. Mientras preparaban el té y las galletas, Valeria paseaba de un extremo a otro para relajarse y no hacer nada de lo que después podía lamentarse una vez que estuviera arriba sirviendo a los señores. Diez minutos después, la bandeja plateada que llevaba sobre ella todo lo que Derek había pedido, fue entregada a manos de Valeria.

-Cuidado con lo que haces, puedes recibir un castigo severo.-dijo Helen-

Ella no dijo nada, le daba igual de qué manera pudieran castigarla si de todas formas ya había perdido lo que más quería. Subió las escaleras con cuidado de no tirar nada al suelo y después llegó ante la puerta de Derek, en la que dio dos toques con el puño, y al no escuchar el permiso de entrada, se dispuso ella misma a hacer los honores con valentía por lo que pudiera encontrarse en esa habitación con aquellos dos a solas. Sus ojos se abrieron de sorpresa cuando vio que la marquesa estaba intentando besar los labios de Derek, de su Derek. Miró con odio a los dos, a ella todavía más por ser tan atrevida con un amigo al que hacía años no veía. Por la rabia, se le ocurrió una idea perversa que despertaría una terrible furia en Luciana, la marquesa. Tomó una taza de porcelana y sirvió en su interior el té para Derek, y luego hizo lo mismo con la taza de la que debió beber Luciana, pero entonces, Valeria fingió que se quemó y le derramó todo el líquido por el vestido azulado sintiéndose satisfecha por dentro como nunca antes se había sentido. Mas su éxito poco le duró cuando la fina marquesa se levantó de su cómoda y le dio una fuerte bofetada a la joven. Derek se interpuso en medio para evitar un desastre mayor, y Valeria le sonrió a esa mujer.

-Estúpida, ¿sonríes en mi cara?. Vas a saber de lo que soy capaz... Exijo un castigo para tu esclava.-pidió Luciana-

-No lo ha hecho adrede, ha sido un accidente.-dijo Derek-

-Ha sonreído después de hacerlo, por lo tanto no ha sido un accidente. Dame el permiso por las buenas o lo tendré por las malas.

-Lo siento. No pienso dártelo.

-Entonces será peor. Tú así lo quieres.

-Sí, castígame. He sido mala y desobediente, señor.-dijo Valeria desafiante, en un tono irreconocible-.

Hubo un silencio, nadie dijo nada y Luciana se marchó rabiosa dispuesta a conseguir el castigo que creía que Valeria se merecía. Derek y Valeria se quedaron mirando callados durante unos segundos y luego ella dio unos pasos adelante para salir de allí, no quería seguir viéndolo, ya que su presencia le resultaba dolorosa. Derek no fue capaz de detenerla, todo había sucedido demasiado rápido y no sabía de qué manera reaccionar. Lo que sí tenía claro, era que bajo ningún concepto permitiría que lastimaran a su chica con un castigo físico severo. Cuando la pelirroja llegó nuevamente a las cocinas, se llevó una buena regañina de su nodriza, que se había enterado del gran error que había cometido por un ataque irremediable de celos. Valeria hizo de oídos sordos, oía pero no escuchaba, no prestaba atención y tampoco quería hacerlo porque sabía lo que le esperaba. Al poco, Derek entró y desalojó la sala con una orden clara que toda la servidumbre excepto Valeria cumplió inmediatamente. Se quedaron solos y ella le dio la espalda apoyando sus dos manos sobre la mesa de madera dejando caer su peso sobre ellas en un sólo suspiro.

-Valeria...-dijo él-

-¿Qué te preocupa?, ¿vienes a pedirme disculpas por lo que pasó, o es que vienes a buscarme porque la mujer que invitaste a tu cama no ha querido meterse dentro de ella?.

-No debiste hacer eso. ¿Sabes lo que te hará?.

Valeria se dio la vuelta, valiente por no soltar su llanto acumulado.

-No necesito consejos de nadie. Y tranquilo, he pasado por cosas peores, no creo que lo que ella quiera hacerme duela más que mil pisotones en el corazón. Al fin y al cabo sigo siendo una esclava y eso es lo que me toca, aguantar humillaciones y castigos. Si en el fondo me respetas aunque sea solo un poco, déjame y vete de aquí.-dijo ella-

Derek quiso besarla en ese mismo instante y decirle que la amaba y que nunca dejó de hacerlo, y en lugar de eso, respetó su decisión y se marchó a su habitación mientras Valeria rompió a llorar sentándose en el suelo sin fuerzas en su interior, pensaba que era inhábil para enfrentar lo gordo que estaba por llegar y soportar. De nuevo, la servidumbre volvió a entrar a la cocina, Helen corrió a ella para levantarla del suelo algo pringoso por la harina. Salieron fuera unos minutos e intentó tranquilizarla, un reto algo difícil, estaba más alterada por cómo estaba con Derek que por lo que le había hecho a la marquesa. Al ver que era incapaz de serenarse, Helen la mandó a su habitación para que se echara un rato sobre la cama y pudiera descansar. Durmió plácidamente toda la noche sin ser levantada para cenar, pues Helen no quería que volviera a ponerse nerviosa otra vez. Todo parecía marchar estupendamente aquella mañana hasta que Valeria despertó a causa de unos fuertes gritos femeninos que se escuchaban al otro lado de la casa. En silencio y en camisón, intentó identificar quién era la que tanto voceaba y enseguida lo supo, era ella, Luciana... Que por lo visto no había venido sola. Exigía junto a dos policías que la sacaran de aquella casa para darle su merecido. Derek, Noel y los demás esclavos se encontraban junto a la puerta para impedir que se la llevaran, pero Valeria no podía permitir que la gente que quería saliera perjudicada por un "error" que sólo ella había cometido. Con el pelo rizado y alborotado, salió del sótano en su camisón blanco para salir fuera y enfrentar a Luciana de una vez por todas.

La esclava blanca #Libro1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora