Shirley llevaba consigo a Valeria en dirección al ático, quería que presenciara con sus propios ojos lo que le haría a Cristian. La joven no quería subir, se resistía a hacerlo, pero la fuerza de Shirley era superior a la suya y finalmente puso los pies en ese lúgubre cuarto. Tropezó con el último escalón y cayó al suelo herida por dentro y por fuera. Alzó la mirada, se encontró con el cuerpo de Cristian semi desnudo, con las manos atadas al techo, la cara con sangre y golpeada. Shirley no quiso utilizar un látigo esta vez, sino un arma más dolorosa y rasposa: un palo bastante largo que a simple vista se podían contemplar los pinchos que sobresalían de la corteza. Empezó a dar vueltas alrededor de su objetivo, él sólo tenía ojos para la mujer que estaba a punto de presenciar una brutal paliza. Los demás esclavos estaban encadenados con muchas heridas marcadas en la piel, y sobre el rostro, una expresión horripilante. Shirley se detuvo detrás de Cristian, Valeria dio un último suspiro y él se armó de fortaleza para soportar lo que iba a suceder. Ansiosa, golpeó la espalda de Cristian clavándole los pinchos, algunos incluso se partieron quedándose incrustados dentro de su piel que volvían a meterse más al fondo con cada golpe.
Dolía, escocía... Aún así Cristian no gritó para no seguir mortificando más a Valeria, la cual se arrancó las uñas raspándolas contra el suelo de la misma desesperación, de saber que no podía hacer nada. Valeria odiaba ser golpeada injustamente, pero menos soportaba que lo hicieran con la persona que amaba. Se juró matarla algún día cuando tuviera la oportunidad en sus manos, cuando la tuviera a su merced.
Tras diez minutos de tortura que para ambos fueron más, Shirley se llevó a Valeria al piso de abajo viendo la sangre de su amor derramarse. La puerta se cerró bajo llave, ahora más que nunca debía hacerse con la llave plateada que abría el ático.
Esa misma tarde, Shirley salió a comprar telas para sus próximos vestidos, Valeria subió rápido las escaleras equipada de las provisiones suficientes para curar a Cristian y a los seis esclavos de allí arriba. Cogió la llave, y a toda prisa subió hasta el ático colocando la llave en la cerradura girándola hacia la izquierda. Abrió y se dirigió hacia Cristian saltando a sus brazos contenta al verlo con vida aunque algo débil. Sacó de su espalda cada pincho que parecía negarse al principio salir de su piel, limpió la sangre con paños húmedos y acarició las partes heridas relajando sus músculos. Seguidamente hizo lo mismo con cada esclavo nerviosa por si ella aparecía en cualquier momento. Todos le agradecieron sus atenciones, el problema era cómo desencadenarlos, no había encontrado más llaves.-No las vas a encontrar.-dijo Cristian-
-¿Por qué?
-Se deshace de ellas en cuanto nos encadena. La única que conserva es la que abre esta habitación.
Maldijo a la maldita loca que había perdido la cabeza desde el día de su nacimiento, ¿pensaba mantenerlos allí de por vida?. Antes de irse, acarició la cara de Cristian y besó sus labios sin evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos azules.
-Saldremos de aquí. Lo prometo. -dijo ella-
-Avisa a la policía, Valeria.
-No harán nada. La policía es un enemigo más para nosotros. Cuidaré de ti y de ellos.
Se besaron por última vez, Valeria salió del ático cerrando la puerta bajo llave con todo el dolor en el alma. Después buscó a Olivia, estaba regando las plantas del jardín. Ahora ella era en la única que podía confiar. Le mostró la llave del ático pidiéndole que saliera a la ciudad y consiguiera una copia exacta.
-Es imposible, nunca creerían en mi palabra. Sólo hay una manera de hacerlo. -dijo Olivia-
-¿Cuál?
-Tienes que hacerte pasar por nuestra ama, ponerte uno de sus vestidos y saber fingir.
-Lo que sea. ¿Disponemos de tiempo para hacerlo ahora?
-Shirley salió hace media hora. Tenemos una hora más de tiempo. Sígueme, te ayudaré a vestirte.
Las dos entraron dentro de la casa y subieron hasta la habitación de Shirley para elegir un vestido al azar. El perfecto fue uno de seda de color púrpura y azul, pesaba horrores una vez colocado sobre el cuerpo. Olivia peinó decentemente el pelo de Valeria dejándolo perfecto. Los bonitos bucles tenían un brillo espectacular, llegaban más abajo de su cintura. Sin entretenerse, salieron de la casa en busca de alguien que hiciera copias de llaves. Menos mal que Olivia se conocía el barrio como la palma de la mano y supo llegar sin problemas a una herrería. Valeria, con el cuerpo erguido y una actitud desafiante que no iba para nada con su personalidad real, sacó del bolsillo la llave plateada.
-Necesito la copia de esta llave con urgencia. Y la quiero para este mismo instante. -dijo Valeria-
-Sí señora, como no. -contestó el herrero-
Aquel hombre de una edad de cincuenta años, barbudo y algo canoso, cogió la llave y se fue inmediatamente a hacer la copia. Tardó unos diez minutos en acabar, el tiempo se acababa y Shirley estaría a punto de llegar a casa. Cuando el herrero le dio la copia, le dijo el coste y Valeria se quedó en blanco: no llevaba dinero encima, estaba en apuros con Olivia.
-He olvidado el dinero, juro que mañana regresa mi esclava para pagarle. -dijo Valeria con una expresión nerviosa-
-Quiero mi dinero.
-¿Qué pasa, estúpido? ¿Acaso pones en duda mi palabra?
-Si no me paga de inmediato llamaré a la autoridad.
La situación empezó a ponerse tensa, no podía dar lugar a que la policía apareciera o la descubrirían. Pero entonces, un hombre muy familiar depositó sobre la arenilla del suelo el dinero que el herrero le había pedido. Valeria fue a darse la vuelta para ver el rostro del hombre tan amable y...¡sorpresa!. Se volvió a encontrar con Robert después de tantos meses. Cuando él la reconoció, no pudo evitar el brillo tan intenso que sus ojos mostraban.
-¡Vaya cambio Valeria!.-dijo Robert-
-No es lo que parece. Robert, ahora no tengo tiempo para explicarte las cosas, pero búscame te lo suplico. Necesito tu ayuda, estoy en peligro.
-¿Dónde te busco?.
-No lo sé... Pregunta por Shirley Milton.
Olivia la cogió del brazo e iniciaron una carrera veloz para llegar a casa antes que Shirley. Llegaron sin respiración, subieron las escaleras y Olivia ayudó a Valeria a desvestirse, colocó el vestido en el armario, luego se puso su camisón blanco alborotándose el cabello. Como última tarea, guardó la llave original en su sitio correspondiente y salieron de la habitación de su ama encontrándola en las escaleras. Las chicas se detuvieron al verla miedosas, intentando calmarse para poder disimular. Shirley no era necia ni una vulgar ignorante, sabía que algo tramaban esas dos. Subió cuatro escalones más y se puso en frente.
-¿Qué demonios hacéis?.-preguntó Shirley-
-Nada señora, limpiábamos el baño.-contestó Olivia-
-No me mientas, negra.-dijo despectivamente-
-Ella no miente, dice la verdad. Yo intentaba abrir la puerta del ático para ayudar a Cristian. Me fui al escucharte entrar y nos encontramos en el pasillo.-contestó Valeria valiente-
-¿Ah sí? Tranquila, no volverás a subir.
Shirley subió dos escalones más poniéndose detrás de ella, sus manos se colocaron sobre los hombros de Valeria. La boca de Shirley rozó el lóbulo de la oreja de su esclava blanca.
-Tengo ganas de deshacerme de ti. Vayamos por pasos, ¿te apetece?.
Shirley empujó a Valeria con fuerza, su cuerpo rodó escaleras abajo, el suelo golpeó con fuerza su cabeza quedándose inconsciente, las dos creían que había muerto en el acto.
ESTÁS LEYENDO
La esclava blanca #Libro1
RomanceCorre el año 1731, narra la historia de Valeria, una esclava blanca que no conoce otra vida que servir a su amo tras ser vendida por sus propios padres a los diez años de edad, pero un día, la rutina de la joven pasa a ser su peor pesadilla al caer...