Sábado.
Luego de la fiesta el jueves habían decidido pasar todo el viernes en casa viendo películas y descansando.
Ahora era sábado.
Mar estaba haciendo almuerzo para ambas cuando decidió ir por Miko para que le ayudase a alcanzar una taza en el armario de arriba. Era un minion, no alcanzaba.
— Mera, te pido por favor que me cubras esta vez
Victoria hablaba por teléfono, Mar no sabía con quien. Frunció el ceño escuchando escondida.
— Que sí, polfavol' Mar no puede saber
A la morena le entró un bajón, podía asegurar que estaba pálida.
— Solo hoy, me iré en un rato y volveré más talde' — habló con desespero — Pero ella no puede enterarse a dónde iré y lo sabes Mariana
Así que hablaba con la pelicorto, Mar tragó saliva. Miles de cosas pasaron por su mente en ese momento, se sentía mal ahora.
Escuchó que la rubia se despedía y rápidamente disimuló su entrada a la habitación.
— Victoria, podrías bajarme una taza por favor? — pidió intentando que su voz sonara normal.
La rubia la miró.
— Sí, baby — le sonrió con los dientes
Ambas bajaron a la cocina de nuevo y continuaron haciendo lo de antes. Almorzaron en silencio, un silencio incómodo.
Mar estaba aguantándose las ganas de preguntarle a dónde iba, pero no lo haría, no perdería lo poquito de dignidad que le quedaba. Además, no. eran. nada.
— Tengo que salir al estudio a hacer algunos arreglos, vuelvo algo tarde — rompió el silencio Victoria
Mar la miró y le sonrió de lado, disimulando.
— Está bien. — dijo sin más.
— No puedo llevarte conmigo esta vez — hizo un puchero
La morena quería estrangularla. ¿Se burlaba de ella en su propia cara?
— No te lo estoy pidiendo tampoco — atacó.
Victoria la miró un tanto sorprendida por la forma de su respuesta.
— Que te vaya bien en lo que vayas a hacer — le sonrió para alivianar la situación.
Se levantó del mesón y dejó su plato en el fregadero, para luego salir de la cocina y desaparecer de la vista de Victoria.
La otra se quedó quieta pensando qué había sido eso, la manera tan hostil y a la defensiva que le contestó no era normal.
Un sonidito la sacó de sus pensamientos.
— Clara — habló cuando contestó. — Sí, ya salgo, paso a recogelte'.
Una vez colgó se alistó rápidamente para dejar la casa luego.
Un sonido en la puerta le confirmó a Mar que ya había salido.
Ésta rompió a llorar, ¿quién era Clara? Se sentía como una tonta en ese momento, por su mente pasaban miles de cosas.
Su celular sonó.
— Mh, hola? — contestó con voz gangosa por los mocos del llanto.
— Mera, Mar cómo estás?
Era Mariana.
— Necesitas algo Mariana? — preguntó directa, ahora su voz era un poco más clara.
La pelicorto quedó en silencio unos segundos por su respuesta, luego habló.
— Eh, solo quería invitarte a tomar algo mientras hablábamos de la portada del próximo single. — mencionó.
Mar quiso gritarle, sabía que no había nada más que hablar acerca de algún single. Ella solo quería cumplir con la distracción que le pidió Victoria que fuese.
— No me siento en condiciones ahora, lo siento. — y sin más, colgó la llamada.
Pensaba que jugaban con ella. Estaba molesta y triste a la vez.
Por un lado le ahorraba el trabajo a Mariana, pues no saldría de su habitación y no sería una molestia para descubrir que hacía Victoria con esa tal Clara.
(...)
— Este me encanta, se verá preciosa con él. — mencionó la rubia.
En su mano tenía un collar fino color dorado.
— La reservación ya está hecha pa' mañana domingo, es el mejor restaurante de Puerto Rico — dijo la pelinegra.
Clara.
Ella era una amiga del hermano de Victoria, tenía muy buen gusto para preparar sorpresas y la rubia no dudó en acudir a ella.
Porque sí, tenía una sorpresa para Mar.
Lo que Victoria no sabía era que su mejor amiga le había escuchado hablar por teléfono y su mente ahora le afirmaba que seguía viéndose con chicas al azar.