— Hay algo malo en mí — decía la castaña con cierto desespero.
La morena la miraba con confusión, no le gustaba ver a su mejor amiga en esa situación y no saber cómo ayudarle.
— Victoria, no te entiendo de que hablas? — preguntó con preocupación
— Prométeme que no dejarás de ser mi mejor amiga por lo que te diga... — susurró ahora mientras la miraba.
Sus ojos azules reflejaban miedo.
Mar no comprendía.
— Me estas asustando María — estaba segura que ella la miraba con el mismo miedo.
Victoria tomó aire y lo botó.
— Me gustan la' nena' — soltó de golpe.
La morena se quedó mirándola, sin decir una sola palabra.
Ahora entendía por qué le hacía el feo a los chicos a la hora de salir, bueno, le hacían.
Ambas tenían los mismos gustos sólo que Mar fingía tal vez por el mismo miedo que la otra y por pensar qué diría su mamá. Desde que entraron a la secundaria ninguna había mostrado interés en algún chico, bueno al menos no genuino.
Mar fingía que le gustaban, pero la realidad era otra.
Se rió.
— Te causa gracia? — preguntó con confusión y cierto enojo en su voz
La otra negó.
— A mi también me gustan las chicas — confesó
Victoria quedó petrificada ante aquella confesión.
— Somos unos adefecios — habló luego, pasando las manos por su rostro.
— Por dios María Victoria, que exagerada estás siendo — continuó riendo — Mi mamá va a morirse de un infarto, pero lo terminará aceptando... ¿la tuya?
— Va a internarme en un convento — se tiró a la cama mientras soltaba un suspiro.
— Bueno, que nos internen a las dos — se lanzó a su lado.
Ambas giraron la cabeza para verse, se sonrieron.
La complicidad que había en su amistad era única, eran tan parecidas y tan diferentes a la vez, que se complementaban muy bien.
(...)
— Recuerdas cuando nos dijiste adefecios por confesarnos que éramos lesbianas? — se rió la morena mientras se sentaba en el sofá al lado de su novia.
— Oh, Alissa polfavol' no recuerdes eso, me doy pena — tapó su rostro con el gorrito que cargaba.
Mar rió más fuerte.
— Exagerada, siempre lo has sido.
— Pensé que estábamos mal — se encogió, mirándola ahora. — Fue un papelón a que sí
— Pero nos terminaron aceptando — sonrió — es impresionante como la vida nos juntó y nos hizo tan iguales.
Y era verdad, tan parecidas en muchas cosas, que daba miedo.
— Ew, siento que estoy cometiendo incesto ya cállate. — le empujó la cabeza con la mano mientras reía.
— ¡Me maltratas! — se quejó la morena, exagerando la situación.