Capítulo 20: Día en familia.

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Martina agarró el vestido, cubierto por una bolsa y dejó encima del mostrador los trescientos diez dólares con noventa y cinco centavos.

- Vení mi vida. - Martina ató a Naiara en la sillita de atrás del mini Cooper y ella volvió a delante.

- Mamá, ¿iremos a la feria ahora?

- Si mi amor, papá nos llevará al descampado donde hay las atracciones y las paradas. – sonrió Martina.Ella no tardó mucho en llegar a casa. Aparcó el coche en el garaje. Jorge ya había sacado su 4x4. Si había algo que a Jorge le fascinaban, eran los coches. Tenía cuatro o cinco. Ni ella misma lo recordaba.

- ¿Vamos? – sonrió él, apoyado en la puerta del todoterreno. Martina asintió. Una vez dentro del coche, Jorge le pisó fuerte. No le gustaban los sitios con aglomeración de gente. Pero Martina había sabido convencerle. Y es lo que le tocaba como buen padre y... y novio. Dolía decir eso. Tenía ganas de cambiar esa palabra por 'marido'. Hacía cuatro años que esperaba que Martina volviera a confiar plenamente en él. Que le diera un si del todo segura. Y tenía ganas, muchas ganas. '¿Es tu mujer?'; 'Si, hace dos años que estamos felizmente casados'. '¡Pero qué esposa tan guapa!'; 'No hace falta que me lo digas, me di cuenta el primer día que la conocí.' Jorge sonrió.

- ¿En qué piensas, tan feliz? – dijo Martina intentando aguantarse la risa, por la cara de tonto que ponía a veces Jorge, cuando se alejaba del mundo real.

- En que tengo muchas, muchas ganas de que llegue ya el día de la boda.

- No sabes cuánto espero yo lo mismo. – dijo ella, acariciando la mano que Jorge tenía encima del cambio de marchas. Y una vez más, como siempre solían hacer, condujeron juntos. No importaba el punto de llegada. Solo que lo hacían juntos. Como siempre, para siempre.

Naiara ya estaba cansada. Se había montado en el tren de la bruja. En las sillitas que dan vueltas. Se había encontrado con Vicky, una de sus amigas de parvulitos. Había insistido a papá de que le consiguiera un osito de peluche en la máquina tonta de la palanca. Y hasta había convencido a mamá de que se subiera con ella en no se cuales atracciones. Martina había terminado algo bastante mareada.

- ¿Vamos ya a casa? – dijo Jorge, mirando el reloj. Eran las once y media de la noche, y llevaban dando vueltas por ahí des de las siete. - ¿Mmh?

- Si... - dijo Naiara apoyando su cabecita en el hombro de su padre. – quiero dormir... - suspiró ella.

- Ahora cenas y te llevo a la cama.

- Pero yo quiero que me lleve mamá.

- ¿No quieres que te lleve papá? – dijo Martina, agarrandola del brazo de Jorge.
- Es que a mi no me quiere. – dijo Jorge, fingiendo estar triste.

- Si que te quiero. – dijo Naiara, cruzándose de brazos. – pero es que rascas. Y no puedo darte ningún beso.

- ¿Rasco? – dijo Jorge frunciendo el ceño.

- Si. – Naiara le pasó una mano por la mejilla.

- Pero, mi vida, si me he afeitado esta mañana. – miró a su mujer. - ¿Martina? ¿rasco?-Martina no dijo nada. Se encogió de hombros.- Gracias por tu apoyo. – dijo Jorge, irónico. Entonces se inclinó, susurrándole al oído. – entonces, vete olvidando de mis cunnilinguis, podría irritar tus perfectos muslos de la parte interna.-Martina se ruborizó.

- Papá no rasca. – dijo entonces Martina. – no lleva esa barba horrible que a veces se deja. – Jorge la miró mal. Martina agachó los ojos, despreocupada. – no te preocupes, a ti te queda bien. Pero la barba aquella de tres días, sigue siendo horrible.

- ¿Gracias? – dijo Jorge . Y ambos se pusieron a reír.

- ¡Papá! – dijo Naiara. – Quiero ¡ese! – dijo, al pasar por al lado de la paradita de disparo con rifles de balines.

- ¿Otro? Pero si te conseguí el osito rosa... - suspiró Jorge. – Vamos a ver.

- Dale machote... ¿no se te dan tan bien las armas? – dijo Martina. – Oh, espera. – dijo ella, adelantándose. – no, no, ahora quiero probar yo.-Martina le alcanzó al taquillero un billete de cinco dólares y este le dio un platillo con cinco balines... de los de mentira. Martina abrió el cargamento del rifle de juego y colocó el primer balín. Miró al taquillero.

- Dos canicas, y hay premio pequeño. Tres y se llevan uno de los grandes. – y señaló la estantería de los premios grandes. Justamente ahí estaba el que Nai quería. Martina apuntó a una de las fileras de las canicas y disparó. Ni una.

- Te quedan cuatro... - la chinchó Jorge, divertido.

- Cállate. – le dijo Martina, mirándolo mal. – esta sí.-Volvió a disparar. Esta vez, la canica se balanceó. Pero no le dio de pleno. Así que nada. Jorge dejó a Naiara en el suelo, justo al lado de su madre. Ella observaba des de su altura. Jorge rodeó a Martina por detrás y la colocó en buena posición. Juntó su mano con la suya. Y apoyó su cara, junto a la de Martina. Apretó el gatillo, con el dedo de Martina debajo del suyo. La canica amarilla cayó, empotrándose contra la pared de la presión. Jorge abrió el cargamento y metió los dos últimos balines. Pam. PAM. Otras dos canicas cayeron. El taquillero aplaudió.

- Elijan premio. – dijo sonriente.

- ¡Ese! – lo llamó Naiara. – ¡Ese! – señaló uno que parecía ser la gatita de Hello Kitty.

- Toma, pequeña. – le dijo el hombre, dándoselo. Jorge volvió a cargar a Naiara en sus brazos.

- Gracias. – dijo, dejando el rifle encima del mostrador.

- A ustedes.

Martina se lo había pasado bien. Sentir el cuerpo de Jorge, a todo él, empegados al suyo, la hacía sentir bien. Se sentía segura. Protegida. Había podido esnifar su propia esencia a hombre, una deliciosa, que hacía que se debilitara. Había sentido como sus músculos la rodeaban, juntando sus brazos, con los más finos y blancos de ella. Y la cara de él, junto a la suya. Con esa perfecta boca en forma de corazón. Esos ojos, pequeños, de un color Miel intenso, emotivos, que tanto le habían expresado cuando le hacía el amor.

- ¿Y tú? – le preguntó Jorge.

- ¿Yo qué?

- Ahora eres tú la que parece estar flotando. Tienes una expresión en la cara de 'tonta feliz'. – él rió. - ¿En qué pensabas tu, ahora, mi vida?-Martina sonrió y le dio un besito. Pequeño, corto, perfecto.

- En ti. 

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Protegeme 3 - jortini (hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora