Las once y treintaiocho de la noche. Ahora y treintainueve. Los ojos de Martina volvían a estar inundados en lágrimas. Jorge no había vuelto. No le había dado la gana de volver. Había acostado ya a Naiara. Le había dicho que su padre estaba fuera durante todo el día por culpa del trabajo, y que por eso no había comido ni cenado con ellas. Martina quería que volviera. Quería pedirle perdón, hablar, como personas. Ella se había equivocado, pero él, también. No, no quería que volviera. Necesitaba que volviera. Sentir su presencia cerca. A veces molesto, a veces agradable, o quizás gracioso. Otras picante, otras romántico. Tanto era. Lo necesitaba a él, necesitaba su carácter único que complementaba el suyo. Terminó de poner la ropa de color dentro de la lavadora. Unas pequeñas gotitas se dibujaron en el gravado gris del aparato. Martina tiró mocos hacia arriba y apretó los ojos con fuerza. Igual que los labios. Odiaba llorar. Odiaba sentirse mal. Pero eso la hacía humana. Alguien la rodeó por detrás. Se llevó el susto del siglo, pero agradeció a Dios ese abrazo. Dejó caer la última prenda dentro de la lavadora y cerró la tapa.
- Eh... - murmuró él.
- Eh. – dijo ella, girándose y apoyando su trasero y la mitad de la zona lumbar en la lavadora. Mientras esta se encendía y dejaba que un suave ruido inundara el silencio de fondo. Jorge le levantó la cara, agarrándola del mentón. Los ojos de ella estaban rojos, acuosos. Y no le gustaba nada verla así. Retiró unos mechones de pelo, se los colocó detrás de la oreja. Estaba guapísima así, sin arreglar, con algún enredo en el pelo y sin maquillaje. Y con unos simples piratas y la camisa de pijama de la Betty Boop.
- ¿Por qué lloras? – le susurró él.
- Por que el hombre al que amo está enfadado conmigo. Por que el hombre al que amo me ha dicho que no se va a casar conmigo por ser una estúpida desconfiada.
– le contestó Martina, en voz baja, de una forma ahogada. Las palabras se le atascaban, dolían al salir. Parecía que tuviera un nudo en la garganta.
- ¿A sí? ¿Y quién es ese hombre? – dijo Jorge, apoyando su frente contra la de ella.
- Tú, idiota – dijo Martina rompiendo a llorar. Lo abrazó. Jorge suspiró y la apretó contra él. Apoyó su cabeza en la de Martina y se la besó.
- Yo no soy. Yo no soy, porque yo no estoy enfadado contigo. Y estaría loco si no me quisiera casar contigo. – la agarró de las mejillas y acarició sus labios con los suyos. – Tini, eres lo que más amo sobre este mundo. Si no discutiéramos no seríamos una pareja. No somos perfectos, cometemos errores, olvidemos lo de esta mañana. Te amo, te amo infinito. – se inclinó un
poco más y terminó juntando su boca con la de ella. La movió, devorándola. Sentía tantas ansias por amarla que no pudo controlar su instinto voraz. El cuerpo de Martina volvió a apoyarse de manera brusca contra la lavadora. Jorge rodeó su espalda con un brazo, y el cuerpo de ella se juntó automáticamente contra el de él. Se separó un poco. – te quiero, Tini. – susurró, apartando más mechones de pelo. Ella sonrió, aun con la cara húmeda.- Pero esta mañana te dejé en ridículo... lo siento. – dijo ella, apoyando su cabeza en el hombro de él.
- Lo que haya visto, oído, o pensado la gente de la agencia me importa una mierda. – La miró, sonriendo, y le acarició una mejilla.
- Oh, Jorge. – ella suspiró. Le entraban ganas de llorar de nuevo. Hoy había sido uno de los peores días. – Lo siento...
- No. No lo sientas más. – la levantó y la sentó en la lavadora. Sus grandes manos se posaron en la curvatura de su cintura y le besó el cuello, la cara, los labios.Los parpados. El torso. Martina reía. Su lengua le hacía cosquillas, y sus labios la hacían sentir mejor, mucho mejor. Le gustaba tenerlo allí, jugar con él. Hacer el amor con él. Jorgese puso en cuclillas. Se aclaró la garganta, y apoyó una de las rodillas al suelo. Alzó las manos, para agarrar las de su prometida.- Martina Stoessel . – dijo serio y poniendo un tono más grave de voz. - ¿Aceptas a este estúpido como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle todos los días de tu vida?-Martina se tapó la boca con una mano. Los ojos se le volvieron a iluminar. Esta vez de felicidad.
- Si, si quiero. – tiró de él para que se levantase y rodeó su cuello con un brazo, acercando su boca a la oreja de él. - Yo, Martina Stoessel, te quiero a ti, Jorge Blanco, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. Ambos rieron. Martina deslizó su boca hasta la de Jorge. Y volvieron a besarse. Él frotó la espalda de ella, levantando poco a poco el jersey. Jorge se retiró un poco. Martina lo ayudó, levantando los brazos. Él lo deslizó por estos, por su cabeza. Entonces algo llamó la atención. Un trozo de papel, el cual tenía una capa de papel de celofán, cubría la zona de la ingle, tirando hacia abajo, por el muslo. Jorge desabrochó los pantalones de Martina, curioso.
- ¿Qué es eso? ¿Te has hecho daño? – preguntó.
- No. – sonrió ella, ladeando la cabeza y acomodándose para que Jorge lepudiera quitar bien los pantalones. Él no tardó en dejarlos al lado de donde, pocos segundos antes, había dejado el jersey. Apartó la tira de la braga.
- No me jodas... - dijo asombrado. - ¿Es lo que pienso que es? – dijo mirándola, antes de apartar el papel, de un tamaño considerable.
- Compruébalo tu mismo. - Martina posó su mano encima de la de Jorge, que sujetaba la punta del trozo de papel. Y tiró de ella, quitando aquello que cubría su piel. Ella siseó, aún le dolía mucho. Jorge abrió la boca.
- Reina santa ¿Qué has hecho? – Una sonrisa se dibujo en su rostro. No dejaba de ver el tatuaje que, adornando la hermosa piel de su prometida, dejaba señalado una N y J.
- ¿Te gusta?
- Me encanta. – Jorge se inclinó y se lo besó. La veía capaz de muchas cosas. Pero ¿ella? Ella hacía cosas... cosas como esa, que nunca, nunca jamás, habían hecho por él. Ahora, alguien lo llevaba gravado en su piel. NJ. Naiara y
Jorge . Una roja como la sangre, otra azul, como el cielo. Y aquel alguien que lo llevaba en la piel, no era un simple alguien. Era su mujer. Suya, suya, suya. Y de nadie más. Suya, por siempre. Suya, para siempre.Espero que les haya gustado. voten y comenten. las quiero. saludos.
ESTÁS LEYENDO
Protegeme 3 - jortini (hot)
RandomYa saben sus nombres, ya saben la misión de Jorge Blanco...proteger a Martina Stoessel y ahora a su pequeña niña Naiara. Amistad, romance, peligro, secretos y más cosas se aproximan ¿te animas a ser parte de está nueva etapa en la vida de Jorge Blan...