Capitulo treinta y ocho | Pasajero

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B E L L A

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B E L L A

— Que probalidad hay para que bella vaya por la cena de hoy. — Soltó Aldo, le mire mal desde mi lugar. — Del uno al tres, dale roier.

— Y por qué yo?!

Me quejé en voz alta.

— Por qué eres la que tiene una ranfla chida, ya cállate. — Soltó Roberto.

Rodé los ojos.

Sebastián se colocó al lado de Aldo, este último soltó una risa al ver mi cara.

Aldo empezó a contar. — Uno, dos, tres..

— ¡Uno!

Soltaron al mismo tiempo, maldecí por lo bajo. Enseguida todos empezaron a reír.

— Bueno, ahora por pendejo tú me vas a acompañar. — Me levante de mi lugar para estirar del cuello de la camisa a roier.

Este no se quejó y enseguida me siguió. Me detuve en medio de la sala para correr a la habitación y buscar mi llavero.

— Puta madre, para que acepte. — Escuche a Sebastián quejarse con los demás cuando ya iba bajando.

Reí.

— No dejes que maneje el tripón, no quiero que choques tan joven eh Isabella. — Vaciló samy desde el sofá.

— Yo sé manejar mejor que tú pinche chaneke, culero. — Este se defendió sin dejarme hablar.

Rivers se soltó a reír para después levantarle el dedo del corazón a este.

— Vayan pues, que van a cerrar. — Nos apresuro ama.

— Lo que diga la patrona. — Bromee.

Camine hacia la salida sintiendo como roier me siguió a las espaldas, no hablamos hasta estar ya en el auto con la música encendida.

— Puedo manejar de venida? — Me pregunto este con ilusión.

Asentí sonriente.

— Ya que. — Vacile.

Este me miró mal, pero sabía que era broma. Di marcha el auto sin poner ubicación, ya que pasaríamos a un restaurante de comida rápida, habían varios cercas de donde vivíamos por lo cual era imposible perderme.

Why de Bazzi sonó en el estéreo haciéndome sonreír, amaba esa canción, pero no creía que sería la correcta para este momento.

Note como Sebastián se notaba indeciso y nervioso a la vez, su mano recorrió la caja de en medio para caer en mi muslo, preferí hacerme de las que no se dio cuenta, su pulgar se movió de arriba a abajo dejándome delicadas caricias en ella haciéndome sentir en el cielo.

Aún estaba un poco confundida con todo lo que había pasado el día de ayer.

Podía estar borracha, y lo que sea. Pero obviamente lo había recordado, la forma en la que me beso, cuando nos fuimos a casa y dormimos juntos sin ningún tipo de maldad, pero jamás dejó de besarme.

Doble vida | Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora