Final

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I S A B E L L A

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I S A B E L L A

— ¡Estas son las mañanitas que cantamos hoy para ti, hoy por ser día de tu santo, te las cantamos así!

No paraba de sonreír. Por más que la nostalgia creciera en mi corazón letra con letra y aplausos al fondo, tenía la necesidad de querer llorar.

¿Por qué?

Por qué me sentía feliz.

Por una vez en mi vida puedo decir que tengo todo lo que siempre quise. Mi familia, mis amigos, y..a Sebastián.

O mejor dicho el amor de mi vida. Amor de dos niños, amor. Solo eso.

Siempre pensé que la vida me tomaría como otro de sus soldados que debían un karma grande. Cuando comencé a boxear con ronaldo, cuando me dejó llorando con el corazón roto, jamás creí que volvería a enamorarme.

Pero supongo que solo escondía el sentimiento el cual Sebastián me hizo volver a florecer. Y hacerme dar cuenta que siempre estuve enamorada de él.

Y por otra parte. Aún que la relación que tenía con mi hermana era la mayor parte extraña, sabía que nos amábamos, dos rubias, por más molestas que fueran, eran inseparables. De la forma en la que la quieras nombrar.

Pero ella siempre será mi hermana.

— Pide un deseo, bella.

La suave voz de mamá sonó, alce la mirada del pastel con las velas ya encendidas. Ella me grababa con su cámara mientras sonreía, pap a su lado le pasaba un brazo por encima de sus hombros. Mis amigos rodeaban la mesa la cual nos apartaba con tan solo unos pasos, y ahí entre medio de todos estaba roier.

Mí deseo de cumpleaños era el mismo de todos los años. Desde que tuve memoria. O más bien desde que cumplí once años. Un deja vu se me vino a la cabeza y cuando volví a mirar las velas me incliné un poco, entrecerré los ojos y no pude evitar sonreír como tonta.

«Deseo que tengamos una vida buena. Y Sebastián se quede en ella para siempre.»

Parece que manifestar no se me daba nada mal, por qué cuando apague las velas, abrí los ojos y lo miré ahí. Sonriéndome. Aplaudiendo como un niño pequeño mientras tarareaba una canción de fondo con nuestros mejores amigos.

Mi parte favorita, que le muerda! — Aldo gritó interrumpiendo mi mágico momento.

Ush.

Doble vida | Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora