Capitulo cincuenta y dos | Suficiente

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B E L L A

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B E L L A

Osvaldo no paraba de mandarme mensajes y yo por más que silenciara mi teléfono no paraba de ver como la pantalla relucía cada dos segundos. Tenía a roier a un lado mío preparando el directo de cellbit que el propuso para ver toda esta tarde.

Acepte ya que era una grandísima idea, pasar tiempo juntos después de todo.

Pero había un problema.

Quackity se iba hoy. Y ni siquiera me avisó. Osvaldo le acompañó hasta el aeropuerto y no a parado de decirme que vaya, urgentemente.

Estaba un poco desesperada, no quería que se fuera de esta forma, sentía que algo estaba mal entre nosotros, y no quería que fuese así. Por alguna razón sentía que debía darle una explicación o una disculpa.

Volviendo a la realidad osvaldo vuelve a mandarme otro mensaje.

Ya estamos en sala de espera, más vale que te muevas mojón. Leeí.

Pegué un respingón en mi lugar y poco a poco me deslice por el sofá hasta que me levante, intenté ser sigilosa pero Sebastián se dio cuenta de mi movimiento.

Maldita sea.

Hey, a donde vas? — Preguntó enseguida, sus ojos estaban clavados en mi.

Nerviosa pensé en una buena excusa pero nada se me venía a la cabeza.

O si..

— Se me olvidó que justamente ahora tenía que ir por unas cosas que Ronny me había dejado en el gimnasio. — Mencioné sonriendo inocentemente.

Note como hizo una mueca.

¿No pude mencionar a alguien más que no sea el?, Pensé.

— No puedes ir en otro rato? — Me hizo un puchero, con un tono bajito.

Oh no, no me hagas esos ojitos que caigo rápido.

— ¡No! — Alce la voz, cerré los ojos al darme cuenta de aquello, me aclaré la garganta. — O sea digo, que no sebas, tengo que ir ahora.

Este frunció el ceño por mi tono de voz.

— Okay, pero cálmate. Vamos, te acompaño. — Se iba a levantar del sofá pero yo lo volví a sentar dándole un empujón.

Ups.

— No no, digo..— Me rasque la nuca nerviosa. — Yo es mejor que vaya sola, y así voy más rápido. ¿Si?

Este ríe.

— Bien..— Suelta extrañado. — Esperaré a rivers entonces, ve tranquila.

¿Por qué mentirle y no decirle la verdad? Pensé.

Que más da.

Le sonreí para después acercarme y agacharme a su altura, tomé su rostro y le di un delicado beso en su mejilla para después separarme y tomar mi teléfono. Lo miré por última vez y este me sonrió para después guiñarme un ojo que dejó mis mejillas sonrojadas.

Doble vida | Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora