Kalt okean.Las palabras aparecieron un día en la mente de Lio, repetidas una y otra vez en un bucle constante que no lograba apagar cuando estaba solo. Vagaba por la casa de Memo, mirando su colección de curiosidades y sus regalos de cortejo, mantenidos con cuidado en un lugar especial para él. Pero la voz no se callaba.
La seguía escuchando incluso cuando miraba los regalos que Memo le había dado, en especial la beluga. La ballena blanca lo llenaba de amor y consuelo, un recordatorio de que no tendría que tener una existencia solitaria nunca más. Tenía a su compañero, que lo cuidaba, lo protegía, le proveía alimento y cosas lindas.
Cuando despertaba a mitad de la noche para encontrarse envuelto entre los brazos de su compañero, la soledad que sentía se apagaba más y más hasta que se llenaba de nada más que un profundo amor, sincero y eterno, cómo cualquier vínculo que tuviera un tritón.
Descubrir cosas del mundo humano fue emocionante para Lio. Había tantas cosas por ver, los amigos de Memo fueron amables siempre, invitándolos a salidas grupales cómo a ir a esa feria llena de dulces y colores brillantes. O visitar su lugar de trabajo, dónde pudo ver criaturas del agua como él, viviendo entre humanos.
Lio cree que podría acostumbrarse a la vida como un humano, siempre que sea al lado de su compañero. Siempre que pueda ver la linda sonrisa de Memo, despertar entre sus brazos por las mañanas, compartir risas a su lado y llenar su habitación con gemidos de placer a altas horas de la noche.
Lio se siente feliz, en todos esos bellos momentos compartidos, una felicidad que no había sentido desde que fue arrancado de su hogar.
Y sin embargo...
Kalt okean.
Podía escuchar la voz de madre diciendo las palabras, el significado desconocido para Lio. Recordaba fragmentos de su idioma, piezas sueltas de un rompecabezas que no podía terminar de armar. Lo llenaba de frustración, olvidar la mayoría de costumbres de su comunidad, no podría entablar conversación con su familia si volviera a encontrarlos.
Quiere saber cómo es que otros seres del mar viven tan bien fuera del océano, por eso le pide a Guille regresar al acuario incluso cuando su compañero debe trabajar. Pero se lo permite, sabiendo que sus amigos estarán ahí para cuidar del tritón.
Lio lo agradece, Guille se preocupa por él pero le permite hacer las cosas que quiere, le brindará una mano si hace falta y se sentirá orgulloso de cuando lo logre, como cuando le enseñó a caminar con sus piernas humanas.
Kalt okean.
Lio hace una mueca, sentado frente al tanque con el pulpo, el vidrio no le permite a Lio tratar de comunicarse con él, estando fuera del agua, nunca podría entenderlo. Lio voltea hacía arriba cuando alguien se para a su lado y luego se sienta.
Sabe que sus ojos cambian a celeste mientras mantiene contacto visual con el humano, pero no le preocupa. Le preocupa más el aura de tristeza, melancolía y soledad que siente de él, Lio sabe que está sufriendo profundamente desde algún tiempo. No sabe cómo ayudar.
El humano extiende una mano hacía él, dentro hay un pequeño llavero con una tortuga marina. Lio lo toma con cuidado, tocando el caparazón de plástico de la criatura. Le da una pequeña sonrisa al humano, agradecido por el obsequio.
-¿Sigues seguro de permanecer aquí?
Lio asiente sin dudarlo, ama estar aquí con su compañero. Adora poder verlo diario y no tener que esperar a que pueda ir a visitarlo en el mar, aunque extraña nadar y la sensación del agua salada contra su piel.
-¿Qué hay de tu hogar, tu familia?
-Perdidos. Solo. Aquí tengo mi vínculo.
El humano suspira ante sus palabras, no parece enojado, más bien alguien cansado de tener la misma conversación una y otra vez, a pesar de que solo han hablado en una ocasión. Está es la segunda vez que el humano se acerca a hablarle.
-Tu hogar no es aquí, Lio, un día vas a tener que regresar a dónde perteneces. Lo sabes. Kalt okean.
Lio levanta la vista al escuchar las palabras, no entiende porque él sabe su idioma y conoce esas palabras. El humano extiende una mano para tocar su cabeza.
-Está aquí, estoy seguro. Hay cosas que nunca se olvidan.
Con eso, el humano se levanta y se va. Lio lo observa hasta que desaparece en un pasillo y Guille regresa para que puedan irse a casa. Lio se detiene como siempre que pasan por la playa, con la vista fija en el mar. Toca con cuidado el collar que descansa sobre su pecho, sintiendo también la aspereza de su piel expuesta.
Se siente fatigado, pero no puede apartar los ojos del océano. Él lo mueve suavemente para seguir caminando y Lio lo sigue, mirando la espalda de su compañero.
Lo ama tanto, nunca pensó que podría amar a alguien así.
Guille es su Atlantis.
Lio sonríe, caminando más aprisa para poder brincar y subirse a la espalda de Guille, su compañero grita y se tambalea pero logra mantener el equilibrio, caminando a casa con el tritón a cuestas.
Lio olvida las palabras.

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El canto de la beluga
FanfictionViviendo en un pueblo costero, Memo ha escuchado historias sobre los tritones. Criaturas de incomparable belleza y voces angelicales, dueños del océano, capaces de hipnotizar humanos solo con la mirada. Memo cree que son solo cuentos para niños. Per...