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"...El Acuario cerró sus puertas definitivamente luego de las diversas acusaciones de maltrato animal. Una investigación realizada por las autoridades encontró también que era una fachada para el lavado de dinero. El hombre conocido como "El Tata", quién dirigía el lugar sigue desaparecido..."

Memo apaga la radio, sin querer escuchar más de la situación.

Han pasado dos semanas.

Memo no sabe cómo ha aguantado tanto.

Ese día, Saúl lo encontró en la orilla del mar, todavía llorando en medio de la lluvia. Él lo llevo cargando hasta la camioneta, los demás ya estaban ahí, se unieron en un abrazo grupal que le decía a Memo que no lo dejarían solo.

Regresaron al acuario, solo Andrés, Rafa y él para sacar el cuerpo de Cris. Neymar cuidó a los menores para que no lo vieran, impidiendo también que ayudaran a cavar su tumba.

Lo enterraron junto con la escama de su tritón, colocando una roca marina encima de la tumba. Solo ellos estuvieron en el funeral improvisado, solo ellos siguieron regresando a visitarlo.

El acuario les dió una compensación monetaria, Rafa creía que era más una manera de comprarlos para que cerraran la boca sobre lo que pasó ahí, aunque lo que los policías creían había pasado era muy diferente a la realidad. Un accidente que acabó con la vida de todos los científicos que ahí trabajaban. El edificio fue clausurado y nadie sabía que iba a pasar con el, a Memo no le importaba.

En su casa se quedaron los peluches de Lio, la beluga lo hacía llorar cada que la veía. No se atrevía a guardar los recuerdos de que Lio había estado aquí, durmiendo con ellos cada noche, tratando de fingir que abrazaba a su tritón.

Habían pasado dos semanas.

El mundo siguió girando, el resto de gente continuó con su vida.

Memo sentía que no podía.

Los regalos seguían en su lugar habitual, brillantes y bonitos como la primera vez que los recibió. Todo seguía bastante igual. Todo era tan diferente.

Dos semanas.

Memo suspira, el mar a la distancia parecía tranquilo, de un azul intenso. Una pequeña sonrisa se coló en su rostro, su Lio debe estar bien de regreso en casa, quizás buscando a su familia o a las belugas, cómo dijo que lo haría.

-¿Señor Ochoa? -Memo voltea, tomando sus cosas para ponerse de pie. -Está listo para recibirlo, señor.

-Gracias, conozco el camino.

Memo camina por pasillos que se sabe de memoria, pasando junto a personas que le sonríen en cuanto lo ven. Si alguno de ellos sabe quién es, no tiene idea, pero les sonríe de vuelta de todos modos. Se para frente a una puerta celeste, respirando hondo antes de abrir y entrar.

Observa el lugar, parece ordenado, lo más ordenado que puede estar. Hay fotos colgadas en las paredes y pequeños objetos están sobre estanterías. Memo pasa por la habitación hasta el balcón de madera, una persona está sentada en una mecedora, mirando el cielo.

-Hola, papá.

No responde, no ha dirigido una palabra directa a Memo desde hace años. Demencia y alzhéimer, dijeron los doctores. Tratamientos demasiado caros para que Memo pudiera darle algo mejor que este asilo.

Aún así, su padre se veía bien, lo más feliz que puede estar, cree Memo. Se sienta al lado de él, parece que está teniendo un buen día.

-Tengo mucho que contarte, pa. Pero creo que puedo empezar diciendo que me enamoré. -Memo observa el cielo, las nubes blancas cubren un poco el sol. -Él te caería bien. Es amable, dulce, curioso. Ama los churros tanto como tú.

Memo saca de su mochila una fotografía. Es de su primera reunión entre todos, Lio estaba asombrado ante la capacidad de Andrés para contar historias. En la foto, Lio mira con atención a dónde Andrés está hablando, pero Memo mira a su tritón con amor.

Memo la coloca frente a los ojos de su papá, ve su mirada pasar del cielo al objeto frente a él por un segundo antes de regresar a ver las nubes. Memo sonríe.

-Bonito, lo sé. Nosotros... Tuvimos que separarnos... No ha pasado mucho tiempo de eso y yo... Me siento tan perdido sin él. Lo amo muchísimo, pa, pero era lo mejor dejarlo ir. Él tiene todavía una larga vida por delante.

Memo guarda la fotografía, juntando sus manos para tratar de calmar su ansiedad.

-Andrés me dijo que están buscando gente de mantenimiento en Alaska, en un acuario que trabaja con ballenas. Me recomendó y me ofrecieron el trabajo. No sé que hacer... No sé si debo ir, tengo tantas cosas aquí y me asusta tanto-

Memo se calla cuando siente el contacto de una mano sobre las suyas, levanta la vista con lágrimas en los ojos para ver a su papá con una pequeña sonrisa. Mueve la cabeza apuntando hacía el cielo, acariciando las manos de su hijo.

Memo siente las lágrimas bajando por sus mejillas mientras le devuelve la sonrisa a su padre.

-Gracias, papá.

Permanece sentado junto a él lo que queda del día, observando el paisaje y contándole sobre su relación con Lio. Su papá no responde, pero no importa, ya le dijo lo suficiente a Memo.

De regreso a casa pasa a visitar a Cris, dejando una flor sobre la tumba improvisada. Espera que donde sea que esté, Cris este feliz y haya podido reunirse con el amor de su vida.

Se queda en la orilla del mar cuando le informa a Andrés de su decisión.

Y esa noche antes de dormir, piensa en las palabras de su padre.

Vuela hacía tus sueños.

El canto de la belugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora