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-Entonces... ¿Hay más como tú?

Ha pasado una semana desde su primer encuentro, Memo ha seguido regresando para pasar tiempo con el tritón y seguir enseñándole el lenguaje humano. Lio tiene ahora un repertorio bastante amplio de palabras, aunque conserva un pequeño acento curioso.

-Si. Todos perdidos, no vistos en mucho tiempo.

Lio está flotando, los brazos extendidos a los lados y la mitad de su cola visible sobre el agua. Dice que lo relaja, moverse en sintonía con las olas del mar.

-¿Eres de aquí? Me refiero, los océanos son amplios.

-No. Llegué aquí años atrás. Capturado.

Memo hace una mueca, se imaginaba que eso era una posibilidad. ¿Una criatura rara, encontrada por un ser humano? Por supuesto que su primer idea es capturarla. Tal vez Lio fue separado de su familia, tal vez mataron a su familia para llevárselo, sea como sea, es algo que debió afectarlo muchísimo.

Trata de no pensar en los peores escenarios. Sobre Lio atado a una mesa estéril con científicos sin moral sobre su cuerpo indefenso, sacando sangre y escamas de su cuerpo con procedimientos inadecuados sin tener en cuenta el dolor que podían causarle.

O en Lio, abandonado en un océano que no conoce, separado de su familia y su entorno seguro, obligado a vagar solo sin saber a dónde dirigirse. Una existencia solitaria. De lo poco que sabe, los tritones y sirenas se mueven en grupos, dejar a uno sin compañía debe ser tortura.

Quizás por eso Lio siempre parece tan triste de quedarse solo cuando Memo tiene que regresar a casa. Aunque ha añadido más cobijas, algunas almohadas y demás comodidades a su parte de la cueva, no se ha atrevido a quedarse durante la noche. Principalmente por qué no quiere que sea raro para Lio verlo dormir.

Se acerca la hora de irse y Lio lo sabe, se acerca a la orilla donde está sentado Memo, colocando una mano húmeda contra su rodilla. El contraste de su piel más fría contra la suya más cálida le pone la piel de gallina.

-¿Quédate?

Su voz suave y sus ojos suplicantes hacen muy difícil a Memo decirle que no. Mira hacía atrás a su cama improvisada, se pregunta si será suficiente para pasar la noche. Empieza a hacer frío. Sin embargo, negarle la comodidad de la compañía a una criatura sociable que ha tenido que vivir solo... No, no puede hacer eso.

-¿Cómo... Cómo dormías? Antes, con los tuyos.

-Abrazados. Enroscamos las colas, para no alejarse con la marea. En cuevas submarinas.

Memo tiene una imagen de Lio, mucho más joven, durmiendo junto a varios tritones más, todos apretados y juntos para no separarse. O él, con la cola enredada con la de alguien más, como caballitos de mar. Su decisión se fortalece en un segundo.

-Me quedaré.

Lio se ve feliz, su cola se levanta para salpicar un poco de agua. Debe haber extrañado tener a alguien para poder dormir a su lado, estando solo, debió ser difícil no pensar en alejarse de su lugar, llevado por la corriente marina.

Memo acomoda su cama, sabiendo que aún faltan algunas horas para que quiera dormir. Crea una superficie acolchonada para no tener dolor de espalda al día siguiente, detiene sus movimientos y regresa a ver a Lio, inseguro de como demonios van a dormir los dos juntos.

-¿Cuánto tiempo puedes respirar sobre el agua?

No sabe por qué no había preguntado eso antes. Sí, lo ha visto salir y tener largas conversaciones con él, pero las branquias de sus costillas siempre permanecían sumergidas. Para dormir juntos, Lio tendría que acostarse a su lado, sobre la roca. Si Memo intenta dormir con la cabeza sobre el agua, está seguro de que va a ahogarse.

-Un par de horas. Aquí, el ambiente es húmedo, me da tiempo extra. Regresaré al agua cuando necesite.

Memo acomoda la parte donde dormirá el tritón, dejando una cantidad menor de cobijas para evitar mojarlas demasiado. Pasan un poco más de tiempo charlando hasta que Lio comienza a bostezar. Memo le hace señas para que se suba a su parte de la cama.

Lio se apoya con los brazos para salir arrastrándose del agua, moviéndose como lo haría una foca para llegar a dónde quiere. Se acomoda hasta que está satisfecho, mirando a Memo, quién a su vez lo mira a él.

Casi toda su cola está fuera del agua, quedando solo su aleta sumergida. Sus escamas brillantes se siguen viendo tan maravillosas como debajo del agua. Y Memo pasa mucho más tiempo del que debería con los ojos fijos dónde las escamas se convierten en piel.

Se mete a su parte de la cama, Lio se pega a su costado de inmediato, acurrucándose junto a él.

-Eres cálido.

-La noche es más fría, abajo, la temperatura de nuestros cuerpos sube para protegernos.

Siente su corazón acelerarse ante la cercanía, la cabeza de Lio descansa sobre su brazo, acomodado para no obstruir sus branquias por accidente. Ha cerrado los ojos y por la falta de movimiento, Memo cree que está dormido.

Detalla su rostro, las pequeñas escamas suaves sobre sus pómulos y el brillo de su piel pálida, los párpados cerrados ocultando esos hermosos ojos celestes.

Cierra sus ojos, dejándose envolver por la calidez de su cercania, contento de tenerlo seguro entre sus brazos.

El canto de la belugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora