La brisa salada del mar es lo que despierta a Memo de su siesta diurna, el sol está bajando, el calor sofocante de la tarde se ha atenuado a algo mucho más tolerable, lo que significa que se quedó dormido más tiempo del que pretendía inicialmente. Se sienta, la madera del botecito contra su piel se siente extraña, húmeda, Memo sabe que no se durmió sobre un piso mojado.
Se encoge de hombros, recogiendo la caña de pescar y la pequeña red, había conseguido algunos peces más, pero nada como solía ser. Incluso en invierno, podía capturar por error cangrejos o hasta una medusa, nada de eso se encontraba por ahí ese día. Algo extraño sucede debajo de la superficie cristalina y calmada del océano.
El atardecer ilumina su rostro con colores anaranjados mientras guarda su equipo, la luz se refleja contra el mar dificultando ver más allá de unos metros. Memo se coloca una chaqueta para combatir el frío que se avecina, observando el agua, si en realidad tiburones por aquí, debería ser capaz de ver aunque sea un destello de sus cuerpos.
Se detiene al ver la formación rocosa, parpadeando varias veces. Por un momento, vio una cola plateada descendiendo y hundirse en el mar. Se acerca más a la orilla del bote, buscando con desesperación ese brillo nacarado.
'¿Una ballena? Pero no viven por aquí...'
La aleta que vio era parecida a la de una beluga, pero Memo sabía que era imposible, vivían mucho más al norte. ¿Quizás otro tipo de ballena? Pero le hacía tanta ilusión ver una beluga...
Movido por la curiosidad, navega hasta la formación rocosa, vista de cerca, a Memo le recuerda por qué no había venido aquí antes. Tiene una parte plana que lleva a una abertura, una cueva. Una parte de su cerebro le dice que es una mala idea. Pero hay otra, aquella llena de asombro infantil, le dice que tiene que entrar a investigar.
Acomoda el bote lo más cerca posible para poder saltar sin caer al agua o romperse la cara en la superficie de la roca. La piedra porosa es suficiente para acostarse y ver la puesta de sol cómodamente, pero Memo está mucho más interesado en ver qué hay dentro.
Con un suspiro, entra a la cueva. Sabe que debe ser rápido, está anocheciendo y sería más difícil encontrar a la beluga sin la luz del sol para ayudarlo. Entra con cuidado, agarrando la pared para poder guiarte. Una vez dentro, no puede hacer más que mirar asombrado.
En el centro, hay una laguna de agua cristalina que refleja el techo, Memo puede ver algas y corales en el fondo. Asombrado, camina más adentro para mirar alrededor. Hay musgo, estalactitas y estalagmitas en las paredes, la maleza cuelga del techo junto a algunas flores. Con la poca luz que llega, el lugar se ve casi irreal.
Memo se permite sonreír al ver a cangrejos pequeños huir despavoridos cuando lo ven acercarse, incluso si no encuentra lo que buscaba, la cueva por si sola es un gran hallazgo. Dispuesto a irse, baja la vista a la laguna y se congela al ver un par de ojos mirándolo fijamente.
Su corazón se salta un latido cuando registra la apariencia del extraño, su cabello está húmedo, chorreando agua sobre su cara. Su piel es blanca, asemejándose a gris, sus ojos no han dejado de verlo. Lo más inusual, son las pequeñas escalas en sus pómulos.
Más de su cabeza sale a la superficie. La criatura inclina la cabeza, un gesto curioso que hace poco para evitarle darle escalofríos a Memo. Nunca en su vida había visto algo así. Con el poco conocimiento que tiene sobre los animales, deduce sus siguientes movimientos con cuidado, no queriendo asustar a lo que sea tenga en frente.
Se fija en las branquias en su cuello al mismo tiempo que la criatura se acerca más a su posición, más de su cuerpo sale del agua permitiéndole a Memo observar más de su extraña apariencia. Hay escamas sobre sus clavículas y puede ver parte de una aleta dorsal que inicia en la base de su cuello.
Todas las historias que ha escuchado llegan a su mente y aunque quiere decir que es irreal, que seguramente sigue dormido y está imaginando todo esto, no puede evitar pensarlo. Frente a él hay una criatura marina, un tritón.
—Bueno, tú no eres una beluga.
Susurra, no queriendo asustarle, observa ese rostro serio cambiar a una amplia sonrisa, cómo si le hubiera parecido lo más gracioso del mundo, Memo nota sus dientes puntiagudos y afilados, blancos como perlas.
Se atreve a acercarse más, viendo al tritón hacer lo mismo desde su posición en el agua. Es una extraña danza la que están creando. Un paso adelante, una mirada tímida, una sonrisa nerviosa. Ambos un poco asustados del otro, pero incapaces de negar su curiosidad. Incapaces de resistirse a esa atracción entre ambos, atraídos por el otro como imanes.
Memo se permite sentarse en la orilla, sumergiendo sus pies en el agua fría. El tritón parece tomarlo como un permiso para acercarse, porque nada en segundos a dónde está Memo. Coloca una mano en cada rodilla, dándole a Memo una vista privilegiada de sus dedos con garras, las membranas interdigitales y las escalas que le suben por el dorso hasta la mitad del antebrazo.
Está deslumbrado por la belleza del tritón, es etéreo, divino. Memo coloca una mano sobre la mejilla del tritón, sorprendida por la piel áspera y fría que hay debajo. El tritón apoya su rostro contra la palma de su mano, frotando ligeramente.
El corazón se le acelera ante el tierno gesto, cada segundo se acostumbra más a su presencia y se pregunta, por qué antes no creía en criaturas tan maravillosas, cuando tiene un ángel frente a él.
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El canto de la beluga
Fiksi PenggemarViviendo en un pueblo costero, Memo ha escuchado historias sobre los tritones. Criaturas de incomparable belleza y voces angelicales, dueños del océano, capaces de hipnotizar humanos solo con la mirada. Memo cree que son solo cuentos para niños. Per...