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-Ah, estás despierto, que bueno. Espero que encuentres tu estancia agradable.

Lio permanece acurrucado en el fondo, protegido por las rocas que simulan una cueva. Está enroscado lo mejor que puede sobre sí mismo, pero su aleta todavía es visible. El humano suspira, señalando con la cabeza hacía su tanque.

Lio grita cuando unas pinzas lo toman del extremo de la cola, sacándolo de su lugar seguro, clava las garras en la arena, peleando contra la maquinaria. Vuelve a gritar cuando manos lo toman de la cola para sacarlo del agua, dejándolo caer sobre el suelo y arrastrándolo hasta la pequeña alberca para meterlo ahí.

Lio jadea, temblando por el ataque reciente. Las lágrimas bajan por su mejillas cuando el humano lo toma de la mandíbula, alzando su rostro para que pueda verlo.

-Eres bastante bonito. Sé de muchos que pagarían una buena cantidad por la oportunidad de meter su verga en esa linda boquita tuya. O en algún otro agujero que tengas, si es que tienes uno.

Lio tiembla, el humano le da una sonrisa que pretende ser amable, pero solo lo asusta más. -Pero eres una joya y las joyas deben tratarse con delicadeza. Si dejas de ser útil para nuestros propósitos científicos, siempre podrías ser una buena puta.

A Lio se le retuerce el estómago de pensar en hombres desconocidos besarlo, tocarlo o follarlo. Cosas que solo debe hacer con su compañero, que solo quiere hacer con Guille. No quiere las manos de este hombre en su rostro, quiere a su Guille. Su cola se mueve, salpicando agua sobre el humano.

-¿Por qué no vemos que tal das una mamada? Sé que algunos de mis chicos aquí están interesados, soy muy generoso y los dejaré descubrir tu cuerpecito.

Lio niega con la cabeza cuando lo sujetan de los brazos, alguien más lo sostiene de la cabeza y ve a un guardia acercarse con las manos ocupadas en desabrochar sus pantalones.

-No... -Suplica, el agarre en sus brazos se aprieta por mucho que Lio se retuerza, el guardia abre su pantalón lo suficiente para sacar su miembro.

Las lágrimas caen por su rostro. No quiere esto. Quiere las manos cariñosas de su compañero, sus caricias tiernas, sus palabras dulces susurradas al oído. Quiere escucharlo decir que es suyo y de nadie más. Lo quiere a él.

-No... No no no... ¡Nok!

Lio grita con todas sus fuerzas, grita hasta que le arde la garganta y sus pulmones protestan por la falta de aire, una versión deformada de su canto arrancada de lo más profundo de su pecho. Se detiene jadeando, abriendo sus ojos celestes para ver a los guardias que lo sostenían en el suelo, el humano líder con un chorro de sangre saliendo de un oído, el agua en su tanque se mueve agitada.

-El único que puede tocarme es mi kamerat, çay forakt.

La mezcla de idiomas es involuntaria, el humano se ve conmocionado, los pocos guardias que quedan se colocan a su lado, sin atreverse a acercarse a Lio.

-Entonces si puedes hablar. Eso hace las cosas mucho más sencillas para nosotros.

Lio grita cuando un dolor agudo le sacude el hombro, lleva una de sus manos al lugar, viendo incrustado un pedacito de metal. Lo saca con sus garras, viendo su piel regenerarse. Llora cuando lo toman de los brazos para levantarlo y pueda estar a la altura del humano, lágrimas calientes bajando por sus mejillas.

-Mejor acostumbrate, a nadie le importas lo suficiente para sacarte y si de casualidad alguien lo intenta, acabará muerto antes de acercarse a ti.

Lo vuelven a meter al tanque, Lio se apresura a ocultarse en la pequeña cueva, viendo el agua teñirse de rosa por su sangre. La sal contra su herida arde, pero sabe que se está curando.

Se permite llorar un poco, su aleta duele por el trato rudo, su hombro duele, su rostro duele. Extraña a Guille, su kamerat, su compañero.

No se pregunta si vendrá a buscarlo, sabe que lo hará. Así es él, por eso lo eligió, por eso se enamoró tan profundamente de él. Su alma pura y bondadosa fue un bálsamo para su corazón atormentado por el dolor y el sufrimiento.

Se abraza a sí mismo, deseando que fueran los brazos de Guille, desea estar en su cama, recostado contra su pecho mientras besa su cuello, diciéndole lo lindo que es.

Lio solloza, su hombro ha dejado de arder. Se acomoda más contra la arena para respirar hondo y calmarse. Necesita ayudar a su Guille a sacarlo de aquí.

Lio comienza a cantar, dejando salir todo el dolor, la tristeza, la desesperanza. Canta una melodía que viene de lo profundo de su corazón, no se percata de cómo los guardias junto a los científicos se quedan en trance, algunos derramando lágrimas que caen hasta el piso.

Lio se queda dormido por el estrés y el agotamiento, en sus sueños, espera encontrarse con Memo.

Espera salir pronto de este infierno.

El canto de la belugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora