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El día que TN compartió la noticia de su embarazo con Kishimo, el ambiente en la habitación era tenso. Los dos se miraban, y aunque la sorpresa se reflejaba en los ojos de Kishimo, su expresión no cambiaba demasiado. TN, sintiendo la necesidad de llenar el silencio, explicó los detalles y compartió su entusiasmo por la próxima llegada.
TN: Kishimo, estoy tan emocionada de que vayamos a ser padres. Este bebé significa mucho para mí.
Kishimo: Entiendo, TN. Aprecio que me lo hayas dicho.
A medida que avanzaba el embarazo, Kishimo se mostró más presente. Acompañó a TN en las visitas al médico, participó en la elección de la habitación del bebé y, de vez en cuando, dejaba ver pequeños destellos de anticipación por la llegada del nuevo miembro de la familia.
Cuando llegó el día del parto, Kishimo permaneció a un lado de TN, ofreciendo palabras de apoyo y sosteniéndole la mano durante las contracciones. A pesar de que TN sintió la tensión en el aire, cuando finalmente sostuvieron a su hijo recién nacido, la felicidad eclipsó cualquier preocupación previa.
El bebé, envuelto en una manta, fue entregado a Kishimo, quien lo aceptó con una mezcla de cautela y sorpresa. Su mirada se encontró con la de su hijo, y algo en él se estremeció. Era una sensación desconocida, pero no podía negar la conexión instantánea que estaba experimentando.
TN: Kishimo, ven a conocer a nuestro hijo.
Kishimo se acercó con precaución y tomó al bebé en sus brazos. Mientras miraba los diminutos rasgos faciales, algo en él se transformó. La serenidad inicial se disipó, dando paso a una expresión más cálida y protectora.
Kishimo: Hola, pequeño. Eres más sorprendente de lo que imaginaba.
TN observó cómo Kishimo interactuaba con su hijo, y aunque las palabras no fluían fácilmente, su presencia hablaba por sí misma. La conexión entre padre e hijo estaba comenzando a forjarse, y TN no podía evitar sonreír al ver ese cambio en Kishimo.
A medida que pasaban los días, Kishimo se sumergió más en su papel de padre. Aprendió a cambiar pañales, preparar biberones y a acunarlo para dormir. Aunque su expresión solía ser impasible, sus acciones hablaban de un compromiso creciente con su nueva familia.
TN: Kishimo, ¿cómo te sientes?
Kishimo: Diferente. Pero en el buen sentido. No sabía que ser padre podría cambiar tanto las cosas.
TN: Es un viaje único para todos nosotros. Pero lo hacemos juntos.
Con el tiempo, Kishimo comenzó a experimentar una gama más amplia de emociones. Cada risa de su hijo, cada pequeño logro, desencadenaba un brillo especial en sus ojos. La reserva inicial se desvaneció, dando paso a un amor paternal que florecía con cada día que pasaba.
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