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En un día ordinario en la Academia Jujutsu, los alumnos de Gojo Satoru se preparaban para una misión especial en parejas. Al revisar sus asignaciones, Megumi y Nobara, por un giro del destino, fueron emparejados con otro estudiante del cual solo sabían que era un instructor experimentado.
Megumi: Genial, otra vez Gojo-sensei nos hace trabajar con un misterioso compañero.
Nobara: Ojalá nos hubiera dicho quién es.
Al otro lado del pasillo, Yuji y Panda compartían el mismo sentimiento.
Yuji: No entiendo por qué Gojo-sensei tiene que hacer todo tan misterioso.
Panda: Es parte de su encanto, supongo.
Los cuatro estudiantes se encontraron en el lugar designado para la misión y, para su sorpresa, se dieron cuenta de que estaban emparejados con un estudiante más joven y con una energía sorprendentemente familiar.
Megumi: Oye, ¿no eres demasiado joven para esta misión?
Yuki, el hijo de Gojo, sonrió, sintiéndose un poco incómodo.
Yuki: Soy Yuki, y tengo permitido participar. Mi papá dijo que sería buena experiencia.
Nobara: Bueno, si tu papá lo dice...
A medida que avanzaba la misión, los cuatro estudiantes se sorprendieron por las habilidades excepcionales de Yuki y por la familiaridad en su forma de hablar y actuar. Fue entonces cuando las piezas del rompecabezas empezaron a encajar en las mentes de Megumi, Nobara, Yuji y Panda.
Yuji: ¿Eres… hijo de Gojo-sensei?
Yuki: Sí, soy Yuki Gojo. ¿Lo conocen?
Nobara y Megumi compartieron una mirada cómplice mientras Panda sonreía con complicidad.
Panda: Parece que Gojo-sensei nos jugó una buena.
Después de la misión, los estudiantes decidieron abordar a Gojo sobre su pequeña artimaña.
Megumi: Gojo-sensei, ¿por qué no nos dijiste que estábamos trabajando con tu hijo?
Gojo: Quería ver si podían reconocerlo por ustedes mismos. ¿Cómo les fue?
Yuji: Creo que necesitamos prestar más atención.
Nobara: ¿Eso significa que deberíamos esperar más sorpresas como esta?
Gojo: ¿Dónde está la diversión si se los digo todo de antemano?
Aunque un poco molestos, los estudiantes no pudieron evitar reírse y aceptar que, cuando se trataba de Gojo Satoru, siempre podían esperar lo inesperado. La misión, en lugar de ser una carga, se convirtió en una anécdota que compartirían entre risas y complicidad en los días venideros.
