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La habitación estaba sumida en la penumbra cuando Gojo decidió finalmente enfrentarse a la realidad que había evitado desde el fatídico día en que TN perdió la vida dando a luz a su hijo, Yuki. Durante toda una semana, se negó a ver al pequeño, incapaz de lidiar con la abrumadora sensación de pérdida.
Cautelosamente, abrió la puerta de la habitación de Yuki. La luz de la luna se filtraba débilmente, iluminando la pequeña figura acurrucada en la cuna. Yuki, ajeno al conflicto emocional de su padre, dormía plácidamente.
Gojo: No debería haber venido... no debería haber venido.
Gojo se acercó a la cuna, observando a su hijo con una mezcla de dolor y resentimiento. La habitación estaba llena de un silencio roto solo por la respiración tranquila de Yuki.
Gojo: Esto no debería haber pasado. Deberías haber tenido a tu madre aquí contigo.
Aunque sus palabras eran duras, Gojo no podía dejar de sentir una punzada de dolor en su pecho. Recordaba los momentos felices con TN, y ahora, solo quedaban los ecos de su ausencia.
Gojo: No sé cómo hacer esto, Yuki. No sé cómo ser tu padre.
Pero justo cuando Gojo estaba a punto de retirarse, algo cambió en su expresión. Observó detenidamente a Yuki, capturando la inocencia y vulnerabilidad de un recién nacido. Los ojos cerrados y los suaves suspiros hicieron que Gojo se diera cuenta de que, a pesar de la tragedia, Yuki era una parte de TN que aún vivía.
