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Una tarde en el tranquilo hogar de TN y Gojo, el aire estaba cargado de un silencio tenso. Yuki, su hijo, entró en la sala de estar con una expresión triste y abatida. Gojo, notando el cambio en el ánimo de su hijo, lo llamó suavemente.
Gojo: ¿Qué pasa, Yuki? ¿Algo te está molestando?
Yuki suspiró antes de hablar, sus ojos bajos y su voz temblorosa.
Yuki: En la escuela, los niños hablan de mamá. Dicen cosas malas, que no es japonesa, que su ropa es extraña. Me siento mal, papá.
Gojo, sintiendo la tristeza de su hijo, lo atrajo hacia él y lo abrazó con ternura.
Gojo: Yuki, no debes sentirte mal por eso. Tu mamá es una mujer increíblemente especial, y su origen y estilo son parte de lo que la hace única.
Yuki levantó la mirada hacia su papá, buscando consuelo en sus palabras.
Gojo: Tu mamá es latina, Yuki. Eso significa que tiene una rica herencia cultural. Su ropa es parte de su expresión personal y no hay nada malo en ello. Debes estar orgulloso de la diversidad y singularidad que aporta a nuestra familia.
Yuki asintió lentamente, sintiéndose reconfortado por las palabras de su padre.
Gojo: La gente a veces teme o critica lo que es diferente, pero eso no significa que esté mal. Aprendemos a aceptar y celebrar las diferencias, porque eso es lo que hace que el mundo sea tan interesante y hermoso.
Yuki sonrió tímidamente, agradeciendo las palabras de su padre.
Gojo: Yuki, tu mamá es única y especial. No dejes que las opiniones de los demás te hagan sentir mal. Sé tú mismo y defiende a tu familia con orgullo.
El abrazo entre padre e hijo se prolongó, formando un vínculo fuerte y reconfortante. Gojo sabía que, a medida que Yuki creciera, comprendería y apreciaría la singularidad de su madre aún más, y estaría orgulloso de la rica diversidad que enriquecía su vida familiar.
