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En una tranquila noche, Yuuji llevaba a su pequeño hijo Akira en brazos, con suavidad y ternura que solo un padre puede transmitir. Akira, envuelto en su sueño profundo, no mostraba signos de despertar mientras era transportado hacia su cama.
Con cuidado, Yuuji depositó con suavidad a Akira en su cama, asegurándose de que estuviera cómodo. La tenue luz de la habitación permitía ver los rasgos apacibles del niño, que aún dormía plácidamente. Yuuji se inclinó y le dio un beso en la frente, expresando su amor paternal.
Después de arropar a Akira con la manta favorita, Yuuji notó que el pequeño comenzaba a inquietarse ligeramente. Akira, entre el sueño y la realidad, abrió sus ojitos somnolientos.
Yuuji, con una sonrisa, comenzó a arrullar a su hijo, canturreando una melodía suave y reconfortante. Los ojos de Akira se entrecerraron mientras su padre seguía tarareando, transformando la habitación en un remanso de paz.
Yuuji: Shh, Akira, sigue durmiendo. Papá está aquí.
La voz apacible de Yuuji y el cálido abrazo de su canción hicieron que Akira, poco a poco, volviera a sumergirse en un sueño profundo. Yuuji continuó arrullándolo con suavidad hasta que la respiración de Akira se volvió rítmica y tranquila.
Finalmente, con la sensación de haber cumplido su papel como protector y guía, Yuuji se retiró de la habitación, dejando a Akira envuelto en un sueño apacible. La escena reflejaba la conexión especial entre padre e hijo, donde el amor y la calidez llenaban cada gesto, creando memorias que perdurarían en el corazón de ambos.
