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El sonido de la puerta principal resonó en toda la casa, y Yuki entró, su rostro desfigurado por la angustia y las lágrimas que amenazaban con caer en cualquier momento. Gojo, su padre, levantó la vista de sus papeles con una mirada de preocupación al ver el estado de su hijo.
Gojo: Yuki, ¿qué pasó? ¿Estás bien?
Yuki no pudo evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos mientras se acercaba a su padre, su voz apenas un susurro lleno de dolor.
Yuki: Papá... me están haciendo bullying en la escuela.
La confesión de Yuki golpeó a Gojo como un puñetazo en el estómago. El dolor en los ojos de su hijo le rompió el corazón, y sintió una oleada de furia contra aquellos que se atrevían a lastimar a su precioso hijo.
Gojo: Ven aquí, Yuki.
Yuki se acercó y Gojo lo abrazó con fuerza, sintiendo el temblor de su hijo mientras se aferraba a él en busca de consuelo y seguridad.
Gojo: Estoy aquí, Yuki. Siempre estaré aquí para ti. No estás solo en esto.
Las palabras de Gojo fueron como un bálsamo para Yuki, quien encontró un refugio en los brazos protectores de su padre. Se aferró a él con fuerza, encontrando consuelo en su presencia tranquilizadora.
Yuki: No sé qué hacer, papá. Me siento tan indefenso...
Gojo apretó el abrazo, sintiendo el dolor de su hijo como si fuera propio. Sabía que tenía que ser fuerte por Yuki, que tenía que ser su roca en medio de la tormenta.
