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La misión había concluido, y Gojo Satoru, uno de los hechiceros más poderosos, llevaba a su hijo Yuki a casa. Sin embargo, cuando Yuki avistó un parque cercano, sus ojitos brillaron con entusiasmo.
Yuki: ¡Papá, papá! ¿Podemos ir al parque, por favor?
Gojo, con una sonrisa cómplice, asintió ante la emocionada solicitud de su hijo.
Gojo: Claro, Yuki, ¡vamos al parque!
Llegaron al parque, donde la risa de los niños y la algarabía del lugar inundaban el aire. Gojo se sentó en una banca mientras Yuki corría emocionado hacia los juegos.
Yuki: ¡Mira, papá! ¡Voy a subirme al tobogán!
Gojo observó con cariño mientras Yuki exploraba el parque, disfrutando de la alegría infantil que lo rodeaba.
Gojo: Diviértete, Yuki. Papá estará aquí.
Yuki recorrió los juegos con entusiasmo, riendo y haciendo nuevos amigos mientras Gojo disfrutaba del momento desde la distancia.
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Un día soleado, Yasu, el hijo de Suguru Geto, entusiasmado, se acerca a su padre con ojitos brillantes.
Yasu: Papá, ¿podemos ir al parque cerca de casa? ¡Quiero jugar!
Suguru, con una sonrisa, asiente complacido ante la simple pero encantadora petición de su hijo.
Suguru: Claro, Yasu, vamos al parque.
Llegan al parque, donde la risa de los niños y la brisa juguetona llenan el aire. Suguru se sienta en una banca, observando con cariño mientras Yasu se dirige emocionado hacia los juegos.
Yasu: ¡Voy a columpiarme y luego a subirme al tobogán, papá!
Suguru: Diviértete, Yasu.
Yasu corre hacia los juegos, explorando con alegría cada rincón del parque. Suguru, desde la banca, disfruta del bullicio del lugar y de ver a su hijo sumergirse en la felicidad infantil.
Después de algunos minutos, Yasu regresa corriendo hacia su padre, con una amplia sonrisa en el rostro.
Yasu: ( ¡Fue genial, papá! ¿Te animas a jugar conmigo?
