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Suguru Geto, un hombre de mirada penetrante y aura imponente, siempre había tenido grandes expectativas para su hijo, Yasu

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Suguru Geto, un hombre de mirada penetrante y aura imponente, siempre había tenido grandes expectativas para su hijo, Yasu. Desde una edad temprana, Suguru había inculcado en Yasu la importancia de controlar la energía maldita y seguir sus pasos en el mundo de la hechicería. Para Suguru, su hijo era el reflejo de su legado, su orgullo y su esperanza de trascender en el mundo de las maldiciones.

Sin embargo, a medida que Yasu crecía, Suguru comenzó a notar que su hijo no mostraba el mismo dominio sobre la energía maldita que él esperaba. A diferencia de los demás niños, Yasu luchaba por manipular la energía oscura que fluía a su alrededor. En lugar de destacarse como un prodigio en el arte de la hechicería, Yasu parecía estar estancado, incapaz de alcanzar el potencial que su padre había visualizado para él.

Para Suguru, la incapacidad de su hijo para controlar la energía maldita fue un golpe devastador a su orgullo y ambición. En su mente, Yasu era un reflejo de su propia imagen, y el hecho de que no pudiera cumplir con las expectativas de su padre llenó a Suguru de amargura y desprecio.

Con el tiempo, Suguru comenzó a distanciarse emocionalmente de Yasu, viéndolo más como una decepción que como un hijo. Cada intento fallido de Yasu por dominar la energía maldita alimentaba el fuego del desprecio en el corazón de Suguru, creando una brecha insalvable entre padre e hijo.

Mientras tanto, Yasu anhelaba desesperadamente el amor y la aprobación de su padre. A pesar de sus esfuerzos por mejorar y satisfacer las expectativas de Suguru, Yasu se encontraba constantemente en un estado de incomodidad y desesperación. Sus intentos por demostrar su valía ante los ojos de su padre resultaban en nada más que desilusión y rechazo.

Yasu anhelaba la conexión con su padre, deseando que Suguru lo mirara con el mismo orgullo y admiración que reservaba para otros. Sin embargo, la indiferencia y el desprecio de Suguru solo servían para alimentar la sensación de inutilidad y abandono en el corazón de Yasu.

La relación entre Suguru y Yasu se convirtió en un ciclo interminable de desilusión y anhelo, marcado por la falta de comprensión y comunicación. Mientras Suguru luchaba con su propia amargura y decepción, Yasu buscaba desesperadamente la aceptación y el amor que siempre había deseado de su padre. En el oscuro y complicado mundo de las maldiciones, la relación entre padre e hijo se desvanecía lentamente, dejando tras de sí cicatrices emocionales que serían difíciles de sanar.


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Siendo padres- JUJUTSU KAISEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora