-storm of egos.

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El motor del lujoso automóvil rugía con impaciencia mientras Mason, mi imperturbable representante, y yo nos deslizábamos por las concurridas calles hacia el destino que nos aguardaba

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El motor del lujoso automóvil rugía con impaciencia mientras Mason, mi imperturbable representante, y yo nos deslizábamos por las concurridas calles hacia el destino que nos aguardaba.

El resplandor de la ciudad bailaba en los cristales tintados, pero dentro del vehículo, el aire estaba impregnado de una tensión apenas perceptible.

Era buena fingiendo que nada pasaba y el silencio no me incomodaba para nada, podía estar horas así.

Me había arrodillado para poder verme bien en el espejo retrovisor y poder retocarme el labial.

—Vamos a llegar tarde, Nirvana. —advirtió Mason con una mirada fija en su reloj. —Ellos ya están allí.

Su tono era profesional, pero algo en su comportamiento delataba un atisbo de ansiedad.

Mis labios se curvaron en una sonrisa tranquila mientras observaba la ciudad pasar.

—Los hombres siempre deben espera, Mason. —cerré el labial y lo guardé en mi cartera. —Es parte de la danza que han olvidado.

Bromee, haciendo referencia a las complejas interacciones sociales y la "danza" de roles y protocolos, que solían usar las personas antes para relacionarse.

Mason arqueó una ceja, pero su expresión no reveló ninguna sorpresa. En cambio, sus labios esbozaron una sonrisa cómplice.

—Al parecer, hoy recordarán esa lección.

El auto se detuvo con elegancia frente al restaurante, y mi representante abrió la puerta con gesto galante.

Salí con la gracia natural que siempre me acompañaba, y Mason me siguió con paso firme.

No, no tenía ganas de estar aquí, pero había comenzado a creer, o mejor dicho, me obligué a hacerlo, de que esta era la única solución para el desastre financiero en el que me habían metido. Así que estaba dispuesta a dar lo mejor de mi y cooperar, para poder llevar bien esta "relación" y que todo saliera perfecto.

El tintineo de la puerta del restaurante anunció nuestra llegada. Y cuando miré a mi alrededor me di cuenta de que estaba vestida con una elegancia que desafiaba la informalidad del lugar, pero aun así me decidí a irradiar una confianza silenciosa mientras entrabamos al lugar.

Se sintió como si la atmósfera estuviera cargada de la energía de dos mundos a punto de colisionar

Un presagio de algo que ocurriría.

Mason nos guio hasta una zona más privada del complejo, en donde en una esquina, una mujer y un hombre joven ya ocupaban una mesa. Ella se volteo al captar nuestra presencia, y pude reconocer a la mujer como Stella, la agente de Lando Norris, quien intercambio miradas de reconocimiento con mi representante.

La mujer, que tenía el cabello castaño corto sobre los hombros y una postura que irradiaba elegancia, se paro de su lugar y nos saludó con un apretón de manos.

Teardrops on my guitar | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora