-at the distance.

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Decidir no ir a México había sido una de esas elecciones difíciles que te hacen cuestionar tu propia lógica

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Decidir no ir a México había sido una de esas elecciones difíciles que te hacen cuestionar tu propia lógica.

Me había pasado los días previos debatiendo si debía subirme al avión, si debería estar ahí con Lando, apoyándolo en persona. Pero, al final, algo me mantuvo en casa. Tal vez fue la incertidumbre o el miedo de enfrentar una realidad que aún no terminaba de entender. La duda constante de si había tomado la decisión correcta me seguía como una sombra.

La tarde en casa comenzó con una calma casi irreal.

El sol entraba por las ventanas del salón, llenando el espacio con una luz suave y cálida, mientras el sonido del viento hacía crujir suavemente las ramas de los árboles afuera. Me acomodé en el sofá, rodeada de almohadas y envuelta en una manta que me llegaba hasta los pies, buscando consuelo en pequeños detalles mundanos.

Mason estaba agachado frente al televisor, con el ceño fruncido mientras ajustaba los cables y jugaba con el control remoto. Estaba obsesionado con que el sonido fuera perfecto para la carrera. Cada vez que pensaba que lo tenía todo bajo control, volvía a torcer la boca en una mueca de desaprobación y reiniciaba el proceso. A pesar de todo, verlo tan metido en algo tan trivial me sacaba una sonrisa.

—¿Listo? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

Mason apenas levantó la vista y negó con la cabeza, frunciendo el ceño aún más.

—Casi... —murmuró, girando otro botón en el equipo de sonido. —Dame cinco minutos más. O diez. No sé por qué siempre falla cuando más lo necesito.

—Nos vamos a perder la carrera...

Asher, por su parte, estaba en la cocina, gritando desde allí mientras abría las alacenas y el refrigerador.

—¡Ivy! —su voz sonaba amortiguada entre las puertas abiertas del refrigerador. —¿Qué quieres comer? Tenemos pochoclos, pero también puedo hacer nachos, o... ¿qué tal unas papas fritas? ¿Y pizza? ¡Ah, también tengo ingredientes para tacos! ¡Podríamos hacer un buffet si quieres!

Me reí, aún envuelta en mi manta, sabiendo que Asher siempre exageraba cuando se trataba de comida.

Era su forma de hacerme sentir mejor, de distraerme.

—Lo que tú quieras está bien, Asher. No sé... lo que elijas estará bien, confío en ti. —respondí, con la esperanza de que eso lo calmara, aunque sabía que probablemente terminaría preparando más comida de la que necesitábamos para una tarde de carrera.

—Mala idea dejarme elegir. —gritó desde la cocina, con una risa contenida. —¡Voy a hacer de todo!

Escuché el ruido de bolsas abriéndose, sartenes chocando contra la encimera y un par de ollas siendo arrastradas hacia el fuego. Asher no se andaba con pequeñeces cuando de cocinar se trataba, y en cuestión de minutos, los aromas comenzaron a llenar la casa: el olor a pochoclos recién hechos, el inconfundible chisporroteo de papas fritas y lo que parecían ser quesadillas asándose.

Teardrops on my guitar | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora