-intruder in the paddock.

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El motor de la camioneta rugía mientras avanzábamos por las calles de Zandvoort, camino al circuito

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El motor de la camioneta rugía mientras avanzábamos por las calles de Zandvoort, camino al circuito. En el asiento delantero, Mason y Stella, intercambiaban miradas significativas mientras discutían en voz baja.

En el asiento trasero, Lando y yo éramos los sujetos de su conversación, aunque nos manteníamos en un silencio incómodo mientras el estaba sumergido en su celular, como era habitual.

El ambiente tenso era palpable, como si todos estuviéramos esperando que explotara una bomba en cualquier momento.

Había pasado una semana desde que compartimos la pequeña aventura por las calles de Filadelfia, una aventura que me había dejado un sabor agridulce.

Tenía la esperanza ingenua de que nuestro tiempo juntos cambiaria la dinámica con Lando, que podríamos encontrar un terreno común en el que entendernos.

Pero las cosas seguían igual que siempre.

Suspiré y desvié la mirada hacia la ventana, observando los edificios pasar a toda velocidad.

La tensión en el aire era palpable, y me sentí como un intruso en mi propia piel, fuera de lugar y sin saber qué hacer para remediarlo.

Mason y Stella continuaron su conversación en voz baja, pero yo apenas podía prestarles atención. Mi mente estaba llena de pensamientos turbulentos, preguntándome qué pasaría cuando llegáramos al circuito y tuviéramos que enfrentarnos a su mundo.

Finalmente, la mujer se giró hacia nosotros con una mirada seria.

—Chicos, necesitamos tener una conversación antes de llegar al paddock. —dijo, su tono dejando claro que no había lugar para bromas.

Lando y yo intercambiamos una mirada breve, antes de prestarles atención.

Mason asintió, y se aclaró la garganta para hablar.

—La carrera de hoy es crucial en términos de relaciones públicas. —Stella asintió a su lado. —La prensa estará en todas partes, buscando cualquier detalle para aumentar el espectáculo.

Sentí un nudo en el estómago ante la perspectiva de enfrentarme a los reflectores y las cámaras una vez más. No era que no estuviera preparada o me diera vergüenza, mi carrera musical me había preparado para poder estar bajo los flashes, pero esta gente era despiadada y solo les importaba tener la primicia.

Y la idea de ser el centro de atención por estar con un piloto y no por mi música me resultaba abrumadora.

—Queremos que se comporten con profesionalismo en todo momento. —continuó la mujer. —Eviten a los entrevistadores tanto como sea posible, pero dejen que les tomen fotos discretamente. Necesitamos mantener una presencia pública positiva, pero sin exponerse demasiado.

Asentí, aunque por dentro me sentí confundida.

¿Cómo se suponía que íbamos a lograr ese equilibrio delicado entre la exposición y la discreción? Parecía una tarea imposible, especialmente para alguien como yo, que apenas había comenzado a acostumbrarse a la idea de ser una figura pública.

Teardrops on my guitar | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora