Al salir del avión y adentrarme en el bullicioso aeropuerto de Filadelfia, me sumerjo en la corriente de personas que van y vienen, cada una con su propio destino y propósito. El bullicio es ensordecedor, y el aire está cargado de la emoción y la prisa de los viajeros.
Y aunque estoy rodeada de gente, esa extraña sensación de sentirme sola en medio de la multitud me embarga.
Mason viene a mi lado, tan concentrado en su celular que casi tropieza dos veces con mi valija. Lo observo con una mezcla de ternura y frustración. Últimamente había tenido tantas cosas que solucionar y coordinar que estaba horas metido dentro de ese aparato.
Después del caótico día en el paddock, lo único que quiero hacer es llegar a casa y dormir por varias horas. Mis músculos están tensos por la tensión acumulada, y mi mente está abrumada por todo lo que paso en pocas horas.
La intuición de haberme equivocado me resulta agobiante, y solo deseo encontrar un refugio donde pueda descansar y recuperarme.
Sin embargo, el aeropuerto está abarrotado, y parece que cada persona está compitiendo por un espacio en la fila o una oportunidad para avanzar un poco más rápido. Me siento atrapada en medio de este frenesí, tratando de mantener el paso con Mason mientras esquivamos a los pasajeros apurados y las maletas rodantes.
A medida que avanzamos por el laberinto de pasillos y escaleras mecánicas, una sensación de cansancio se apodera de mí. Mis pies duelen por el tiempo que pasé de pie en el paddock, y mis ojos están pesados por la falta de sueño.
Mientras sigo avanzando por el pasillo principal, siento como alguien grita mi nombre.
Al principio, me sorprendo, pero luego me doy cuenta de que debo estar imaginando cosas. Así que lo ignoro, y sigo con mi camino.
—¡Ivy, aquí, por favor! —alguien grita, de nuevo.
Me detengo abruptamente, sintiendo cómo la sorpresa se transforma en abrumadora incredulidad. Y notó como de repente la multitud que se ha formado a mi alrededor no está compuesta solo por pasajeros apresurados, sino por gente que parece estar emocionada por reconocerme.
—¿Podríamos tomarnos una foto? —pregunta una chica efusiva.
Busco a Mason con urgencia, hasta que lo veo grabando extasiado la situación. Y cuando nuestros ojos se encuentran, él solo asiente con la cabeza.
¿Realmente están aquí por mí?
La multitud se aglomera a mi alrededor, pidiendo autógrafos y fotos.
Me siento como si estuviera en un sueño, incapaz de procesar completamente lo que está sucediendo.
¿Cómo es posible que estas personas sepan quién soy? ¿Qué ha cambiado desde que llegué de Bakú?
Trato de mantener la compostura mientras firmo papeles y sonrío para las fotos, pero por dentro estoy temblando de emoción y ansiedad. No estoy acostumbrada a esta clase de atención, y me siento abrumada por la repentina avalancha de cariño y apoyo.
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Teardrops on my guitar | Lando Norris
FanfictionEn el glamoroso escenario de la Fórmula 1, donde la velocidad es ley y los secretos se esconden detrás de las curvas, el piloto carismático Lando Norris y la prometedora cantante Nirvana Sinclair se ven envueltos en un juego de relaciones públicas q...