-prisoner in the garage.

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El aire estaba impregnado del olor a gasolina y neumáticos quemados, mientras el sol brillaba intensamente sobre el circuito italiano

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El aire estaba impregnado del olor a gasolina y neumáticos quemados, mientras el sol brillaba intensamente sobre el circuito italiano.

Observaba desde el garaje de McLaren, donde el bullicio era constante y frenético. Ingenieros y mecánicos se movían de un lado a otro, ajustando cada detalle, asegurándose de que los coches estuvieran en perfectas condiciones para la carrera. Cada miembro del equipo tenía una tarea específica, y todo funcionaba como un reloj suizo.

Caminé despacio por el lugar, intentando no estorbar a nadie, pero al mismo tiempo tratando de sentirme parte de algo más grande. Era fascinante ver cómo cada uno desempeñaba su papel con precisión y dedicación.

A pesar de la adrenalina en el aire, yo me sentía inquieta y confinada.

Desde el incidente con el periodista en Miami, se me había prohibido salir del garaje sin un acompañante. Una medida de seguridad que, aunque después de mi comentario era comprensible, me hacía sentir atrapada.

Mis ojos recorrían las caras concentradas de los técnicos y los pilotos.

Los recuerdos de la desastrosa entrevista aún estaban frescos en mi mente, y si era honesta, no me arrepentía para nada.

Había sido un comentario inocente pero que tenía doble intención, todo se salió de control, y las consecuencias ahora me afectaban más que nada a mi misma.

Porque ahora, cada vez que quería salir a dar un paseo o simplemente tomar un poco de aire fresco, necesitaba que alguien me acompañara. Y no podía evitar sentir que todos me miraban con un juicio silencioso, como si fuera una carga adicional en un mundo ya de por sí exigente.

Mientras me perdía en mis pensamientos, observando a los ingenieros ajustar las piezas del coche con una precisión casi quirúrgica, Oscar apareció en mi campo de visión, y se acercó con su habitual sonrisa amigable.

—Hola Ivy. —dijo, inclinándose ligeramente para que pudiera escucharlo por encima del ruido. —¿Te apetece alejarnos de todo este caos? Podemos ir a buscar a los demás.

Le devolví la sonrisa, aunque algo forzada.

—Me encantaría, Osc, pero parece que estoy bajo arresto domiciliario. —respondí con un tono juguetón, aunque mi frustración era real.

Oscar rió, pensando que bromeaba.

—¿En serio? ¿Por qué te tienen tan vigilada? —preguntó, arqueando una ceja.

—Accidente en Miami, puede que la haya cagado un poco en una entrevista. —respondí con un suspiró, encogiéndome de hombros. —No puedo salir del garaje sin un acompañante...

Oscar rió de nuevo, asintiendo.

—Bueno, parece algo que Lando pediría, él puede ser un poco intenso a veces. —dijo, entre más risas, como si pensara que todo era una broma. —Pero, oye, eso significa que te cuida. —dijo, intentando animarme.

Teardrops on my guitar | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora