-but i can a write a song.

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El aroma del café recién molido flotaba en el aire mientras ingresaba a mi refugio matutino: la pequeña cafetería que, de alguna manera, había logrado convertirse en mi segunda casa en Filadelfia.

El rincón donde algunas de las letras más especiales de mis canciones habían cobrado vida entre sorbos de espresso.

El timbre de la puerta tintineó, anunciando mi entrada, y los murmullos de conversaciones acogedoras crearon la banda sonora perfecta para comenzar el día.

La barista, Sophia, una joven con una sonrisa cálida, ya preparaba mi café regular, como si pudiera anticipar mi llegada.

—Ivy, ¿El de siempre? —preguntó, con la destreza de quien conocía los deseos de sus clientes habituales.

Asentí con una sonrisa agradecida.

Mi ritual matutino no cambiaba fácilmente, y mucho menos en este lugar que me brindaba una sensación de paz tan necesaria antes de sumergirme en la caótica vida del estudio.

Un poco me molestaba cada vez que tenía que viajar y perdía esta pequeña rutina.

Me acomode en una mesa cerca de la ventana mientras esperaba, y mis ojos vagaron por las paredes adornadas con fotografías de eventos importantes que sucedieron en la ciudad. Cada imagen contaba una historia, y en ese lugar, entre el bullicio y el aroma a café, encontraba la inspiración que me impulsaba a crear.

Mi café llegó en su taza habitual, envuelto en el calor reconfortante que siempre parecía abrazarme. Tomé un sorbo, dejando que la mezcla de sabores despertara mis sentidos, y me ayudará a despertarme.

Saqué mi agenda para empezar a organizar mi semana, era una costumbre que me había transmitido mi padre y no podía dejar de hacerlo.

El tintineo familiar del timbre de la puerta resonó una vez más, y esta vez, la figura de Lando Norris se materializó en la entrada de la cafetería. Sus ojos encontraron los míos, y una mueca extraña se dibujó en su rostro.

Mi pulso aceleró, pero traté de ocultar cualquier rastro de incomodidad.

Mason y Stella habían acordado que debía darle un recorrido a el piloto por mi vida, como el había hecho en Londres. Tenia que admitir que estaba un poco asustada, el día de Lando en su ciudad había estado destacada por los lujos y por su ambiente familiar, un día conmigo era todo lo contrario...

Se sentó frente a mí, quedando como dos actores interpretando un papel, ocultando tras sonrisas la realidad incómoda que compartimos.

—Buenos días. —murmuró forjando una sonrisa.

—Hola. —respondí, forzando otra sonrisa que apenas ocultaba la incomodidad. —¿Cómo estuvo tu vuelo?

Sabía gracias a Mason, que Lando había tomado un vuelo de casi nueve horas, y su agente lo había obligado a venir directamente a la cafetería, sin la oportunidad de una pequeña siesta.

Teardrops on my guitar | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora