Capítulo 11

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Al poco rato de estar encerradas abrieron la puerta con llave. Delante de nosotras se encontraban dos mujeres con un par de esposas cada una. No fue difícil adivinar que aquellas esposas acabarían sobre nuestras muñecas. En cuanto nos las colocaron, salimos de la celda y nos guiaron hacía otra sala. Esta con una mesa enorme a la entrada y unas duchas alineadas al otro lado. Nos obligaron a desvestirnos delante de ellas y a que nos ducháramos.

Aquello fue una de las cosas más humillantes que había vivido. Al parecer yo era la única que estaba completamente sucia a diferencia de mis compañeras, así que las mujeres que no paraban de observar y cuchichear a nuestras espaldas, decidieron cargar con una manguera y ponerme de espaldas a la pared de azulejos. El agua estaba helada, tanto como yo en esos momentos. Ahogué un grito, no podía articular palabra alguna, de mi garganta solo emergían alaridos de dolor por culpa del gran chorro de agua que salía con fuerza de la manguera. El costado me dolía más que nunca y me di la vuelta poniéndome cara a la pared cubriendo con mis manos la zona de la herida.

—¿Qué pasa contigo? —preguntó una de ellas acercándose a mí.

—¡Por el amor de Dios! se está desangrando —gritó otra de ellas—. Tenemos que llevarla a la enfermería cuanto antes.

Tras aquello, las dos mujeres me llevaron a la enfermería, pero poco recuerdo de aquello, ya que caí inconsciente del dolor. Cuando me levanté estaba de nuevo en la celda con Harper. Había algo diferente, las dos vestíamos con unos trajes anchos de pantalón y manga larga, y por supuesto de color blanco. Estos tenían una pequeña goma en la cintura y una cremallera en la espalda para ajustarlo al cuerpo, también nos dieron unas zapatillas de goma junto con unos calcetines y una muda limpia de ropa interior.

Una voz ronca nos avisó que pronto se serviría la cena en el gran comedor.

—¿Qué coño es todo esto? —me pregunté a mi misma desconcertada.

—Era una trampa, todo ha sido un mísero engaño —respondió Harper sentándose en el banco de hormigón aguantando las lágrimas—. ¿Pero cuál es su objetivo? ¿Por qué harán esto?

Ambas estábamos igual de confusas, al menos podíamos hablar la una con la otra. Los guardias aparecieron tal y como dijeron unos pocos minutos después. Abrieron de nuevo la puerta y nos colocaron las esposas. Nos condujeron de nuevo por el largo pasillo, pero esta vez nos desviamos del camino antes de llegar a la sala de las duchas. Dejamos atrás varias puertas misteriosas, entre ellas, una medio abierta en la que pude ver como un hombre arreglaba una de esas pequeñas naves que utilizaban para transportarse por los cielos. Llegamos rápidamente a lo que parecía un comedor. Muchas mesas alineadas horizontalmente recorrían la sala. Varios jóvenes ya se encontraban allí, todos ellos vestidos de la misma forma que nosotras. Busqué con la mirada a Leo y finalmente le encontré, afortunadamente aunque nos obligaron a sentarnos en donde ellos decían, me sentaron justo en frente de él. Pude ver a mi hermana, pero estaba al otro lado de la sala sentada y con la mirada hacia el suelo, no tuve la oportunidad de llamar su atención.

—Ya estamos todos —dijo uno de los guardias—. ¡Traed la comida! —ordenó.

Un chico y una chica se acercaron a nosotros con un carro lleno de bandejas. Aquellos chicos no se parecían en nada a los guardias, tenían un aspecto más humano, en cualquier caso, nos sirvieron una pasta extraña, parecido a un puré pero con una textura bastante desagradable.

—¿Pero qué mierda es esta? —susurré furiosa.

—¡A callar! —gritó el hombre de nuevo dando un puñetazo en mi mesa furiosamente—. No quiero oír ninguna palabra, comed en silencio.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora