Capítulo 38

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Bajamos unos pisos más, todo era igual, más salas vacías, más blanco por todas partes y las luces parpadeando a cada paso que dábamos. Todavía no sabíamos nada de los demás  y esperaba que les fuera mejor que a nosotros. Bajamos unas escaleras y uno de los guardias se me echó por la espalda de sorpresa. ¿Cómo no le había visto antes? Delante de nosotros más guardias armados nos esperaban, estos comenzaron a dispararnos. Apenas podía moverme con los brazos gigantes de mi oponente sobre mi cuello. Enzo agarró al hombre que tenía encima y de un solo empujón, le lanzó a unos metros de distancia de nosotros. Me llevé las manos al cuello respirando con dificultad. Miré a Enzo agradecida antes de asomarnos para ver a los demás guardias. Estos se habían quedado sin balas y estaban colocando un recambio, era nuestra oportunidad. Enzo salió sin pensarlo con espada en mano y comenzó a hacer giros y técnicas impresionantes. Yo me quedé a unos metros y coloqué el arco lista para atacar. Uno de los guardias se acercaba peligrosamente a Enzo por la espalda así que tensé la cuerda con la flecha colocada y disparé en el blanco. Por desgracia, el guardia que tenía detrás de mi desplomado, se estaba levantando. Me agarró del tobillo y caí al suelo, por un segundo recordé su cara, era Carius, el secuaz del comandante. Carius se me echó encima de nuevo y me agarró del cuello con fuerza intentado ahogarme. Agarré sus muñecas para intentar pararle, pero él era demasiado fuerte. Recordé, que en uno de mis bolsillos tenía un pequeño cuchillo, lo saqué lo más rápido que pude, lo clavé en su cuerpo y giré mi arma sin piedad. Carius me miró a los ojos sorprendido, poco a poco dejó de hacer fuerza y terminó desplomándose a un lado con la sangre fluyendo de su pecho, parte de ella se había derramado sobre de mí.

Enzo había terminado con los demás guardias y se acercó a mí, me ayudó a levantarme y seguimos nuestro camino. Unas voces agonizantes se escuchaban y provenían de una de las celdas.

—¡Enzo! ¡Enzo! —comenzó a gritar una mujer sacando sus brazos por la pequeña abertura que había en la puerta.

—¿Cómo abrimos esto?

Enzo parecía desesperado buscando una llave por todas partes. Ninguno de los guardias llevaba ninguna llave consigo y al menos cinco personas estaban encerrados en aquella celda. Se me ocurrió una idea. Me acerqué a la ventana más próxima y me llevé los dedos a la boca para poder silbar lo suficientemente fuerte como para que Sirah lo pudiera escuchar, y así lo hizo, en menos de tres segundos la inmensa dragona apareció ante nosotros, le di unas instrucciones y ordené a todos que se apartaran. Sirah, de un coletazo, derrumbó la pared de mármol, junto a la puerta de la celda y algo más de pared.

—Gracias amiga —le agradecí.

—Sal fuera, necesitamos un vista panorámica de lo que está pasando aquí —me ordenó Enzo mientras ayudaba a salir a los hombres y mujeres que estaban en la celda.

—Entendido.

Me acerqué al boquete que había hecho en el edificio y salté al vacío. Sirah me recogió al vuelo y me agarré a su lomo negro.

Docenas de guardias armados se dirigían al edificio donde nos encontrábamos. En ese momento éramos algunos más, pero los aldeanos que habíamos liberado estaban totalmente desarmados y no había encontrado a Nathaniel por el momento, estaba realmente preocupada por él.

Estábamos justo en la mitad del edificio, empecé a pensar que tal vez, no todos los aldeanos estuvieran allí. Descendimos unos pocos metros y escuché más disparos. Robyn, Leo y Rick estaban en apuros. Sirah calentó su garganta y de ella salió una enorme llamarada, parecía enfadada. La fachada del edificio comenzó a derribarse, Sirah con una de sus alas destruyó parte de una ventana, de un saltó, entré al edificio. Rick y Leo estaban rodeados, y Robyn malherida, varias personas estaban encerradas en las celdas de ese piso, pero gracias al derrumbamiento causado por la dragona, habían sido liberados y se dirigían furiosos contra los guardias. Unos pocos se escondieron cuando estos empezaron a disparar, otros más temerarios, corrieron hacia ellos con tan solo su cuerpo como defensa. Algunos comenzaron a caer, pero fue un aliciente para que Rick y Leo se incorporasen a la batalla. Desenvainé mi espada y comencé a batallar junto a ellos. Sus pistolas hacían que nosotros fuéramos más débiles, así que Rick ordenó agarrar las armas de los guardias caídos y usarlas en su contra. En poco tiempo pudimos sacárnoslos de encima, Enzo apareció con ayuda descendiendo por las escaleras.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora