Capítulo 13

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Me sentía fuera de mi cuerpo, seguía viva ya que un leve dolor punzante me lo recordaba en mi brazo izquierdo, justo donde me había perforado aquella bala. Los golpes que me había llevado por culpa del tormentoso aterrizaje también me habían pasado factura. No podía abrir los ojos ni mover ni un solo músculo de mi cuerpo. En ese momento pude escuchar como unas ramas se movían muy cerca de mi posición, a su vez, escuché unos pasos. Varios seres se acercaban lentamente a la nave donde me encontraba.

—¿Qué es eso? Parece uno de ellos —preguntó una voz masculina.

—¡Hay alguien dentro! —exclamó otro hombre con un tono aterciopelado en su voz—. Hay que sacarle de ahí dentro.

—Nathan ni se te ocurra abrir eso, no sin Enzo delante —le advirtió el otro hombre.

Al parecer aquel hombre llamado Nathan no hizo mucho caso al consejo de su compañero, ya que a los pocos segundos pude escuchar como arrancó la puerta de la nave a la fuerza. Aun así, seguía sin poder abrir los ojos ni moverme ni un milímetro.

—Es una chica —dijo desconcertado el hombre que había abierto la puerta.

—¿Es una de ellos? —preguntó el otro.

—Está llena de sangre —respondió el hombre mientras sentía como me acariciaba la cara con su mano para apartarme el pelo—. Lleva uno de esos trajes blancos, debe de haber huido.

—¿Cómo? —preguntó el otro hombre sorprendido—. ¿Sigue viva?

El tal Nathan deslizó su mano por una de mis mejillas y terminó en mi cuello, así pudo comprobar, que efectivamente, mi corazón seguía latiendo, pero a una velocidad anormalmente lenta.

—Necesita ayuda —dijo antes de levantarme con delicadeza y llevarme entre sus brazos—. Hay que llevarla al campamento.

—Enzo se va a enfadar —dijo su compañero.

—No me importa lo que piense Enzo, esta chica necesita nuestra ayuda —respondió Nathan.

Durante un tiempo aquel hombre me trasportó entre sus grandes brazos. Tenía una sensación cálida, aunque hubiese podido abrir los ojos no creo que hubiese querido hacerlo, me sentía cómoda tras todo lo que había vivido en la ciudad. Llegamos a lo que ellos llamaban el campamento. Escuché como varias personas susurraban a mi alrededor mientras caminaban. Entramos por una puerta que chirrió a nuestro paso y me posó sobre lo que me pareció un colchón, hacía bastante tiempo que no recostaba mi cuerpo en algo más blando que el frío suelo de mi celda.

—¿Qué has hecho, Nathaniel? —preguntó un hombre.

Su voz parecía la de una persona ya entrada en edad madura.

—¿Podrías ayudarla? —preguntó quién me había traído—. Sabes que no te suelo pedir favores Thomas.

—Está bien —respondió el anciano acercándose a mí.

El anciano llamó a una mujer y esta le ayudó a deslizar la parte de arriba de mi traje hacia mis caderas, así pudieron descubrir de donde salía toda aquella sangre, por lo que escuché mi brazo izquierdo no tenía muy buena pinta. Con ayuda de unas esponjas y algo de agua limpiaron mi herida.

Algo punzante atravesó mi piel de inmediato. Lo que contuviese lo que me habían inyectado calmó mi dolor a los pocos minutos. Empecé a sentirme cada vez más cansada, tanto que llegué a dormirme y no volví a saber nada hasta que por fin abrí los ojos.

Me encontraba tendida en la misma cama donde me habían puesto en un principio. Una sábana blanca cubría mi cuerpo desnudo desde el pecho hasta mis rodillas. Quise incorporarme para verlo todo mejor, pero antes examiné mi brazo donde había recibido la bala, estaba totalmente cosido y limpio. Observé a mi alrededor. Unos troncos de madera habían ayudado a levantar aquella estructura, a mi lado podía apreciar una ventana por donde la luz podía atravesar e iluminar la estancia. Al otro lado, una mesa de madera estaba llena de artilugios médicos. Me sorprendió la cantidad de objetos que no conocía, parecían bastante modernos.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora