Capítulo 24

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Me puse a jugar un rato con Julie y empezamos con su hobbie favorito: peinarme el pelo, aunque esta vez fue algo más difícil, mi pelo estaba totalmente enredado tras todos esos días descuidándome por completo. Me dio unos cuantos tirones, pero consiguió peinar mi larga melena. Nathaniel se sentó con nosotras y cogió un pequeño peluche amarillo en forma de conejito, enseguida Julie quiso cogerlo.

—Este conejito lo hizo papá hace unos años —me explicó Julie—. La noche en que mamá se fue.

En ese momento me quedé mirando al conejito casi sin pestañear. Sigrid, su madre. ¿Y si Nathaniel seguía pensando en ella? Y a todo esto, ¿y Robyn? ¿Habría hablado con ella? Una telaraña interminable de pensamientos comenzó a tejerse en mi cabeza, tanto, que había dejado mi mirada fija en el conejito y no reaccionaba a nada más.

—¿Emma? ¿Estás bien? —preguntó Nathaniel zarandeándome con una de sus manos.

—Sí, perdona, estoy algo cansada —mentí.

Tenía miedo a preguntarle, pero tarde o temprano tendría que hacerlo si quería estar cien por cien segura de sus sentimientos.

—Ven conmigo.

Nathaniel me agarró suavemente de la mano y me llevó a su habitación. Antes ordenó a Julie que se quedara un rato tranquila jugando a solas. Pude ver como asentía con la cabeza antes de llegar a la habitación de Nathaniel.

—Puedes dormir aquí esta noche, no me sentiría cómodo si tienes que volver a ese almacén.

—¿Y tú? —pregunté mordiendo mi labio inferior.

Estaba claro que no tenía ningún problema en dormir juntos, pero me gustaba hacerle de rabiar.

Él simplemente sonrió. Me tumbé a un lado de la cama y ni siquiera me arropé. Estaba muy cómoda, después de haber dormido encima de una roca fría y dura, eso era un lujo. Todavía era de día, pero mis ojos fueron cerrándose poco a poco hasta que me quedé dormida. Tras varias horas en las que ya había anochecido, Nathaniel volvió a su habitación después de acostar a su hija y se sentó en la cama. Se quedó un rato allí sin hacer nada, pero como no estaba totalmente dormida pude sentir su presencia. Unos minutos más tarde me arropó con la sábana y se tumbó a mi lado. Colocó uno de sus brazos en mi cintura aferrándose a mi cuerpo y se quedó dormido.

En cuanto me desperté a la mañana siguiente, lo primero que vi fue a Nathaniel mirándome. Sonreí al ver que se había quedado allí toda noche.

—Estás preciosa cuando duermes —dijo dulcemente plantando un beso en mis labios.

—Qué tierno eres —respondí sonriendo pícaramente.

Después me estiré y me incorporé en la cama. No sabía que significaba Nathaniel para mi aún, pero cada vez que estábamos juntos mi corazón comenzaba a latir con más velocidad.

—No te levantes todavía, es pronto —dijo él empujándome suavemente contra la cama con uno de sus brazos.

—¿Qué sugieres que hagamos?

Observé cómo sutilmente se colocaba encima de mí con una pierna a cada lado de mis caderas y se quitaba la camiseta.

—¿Qué tal esto?

Sin esperar respuesta me plantó un beso apasionado como si fuera nuestra primera vez. Nathaniel me agarró de la cintura y arqueé mi cuerpo hacia arriba, algo dentro de mi estaba despertando. Le agarré de la cabeza y le volví a besar. Unas cosas llevaron a otras y terminé quitándome la poca ropa que llevaba. Tan solo quedaba la ropa interior sobre mi piel al igual que en la de él. Empezó a acariciarme y a besarme el cuerpo de arriba a abajo sin dejarse ni una mínima parte. Me agarró por los muslos deseoso. Su boca se paseó por el lóbulo de mi oreja, descendiendo lentamente por mi cuello hasta terminar en mi clavícula, hundió sus dientes delicadamente y solté un gemido. Eso pareció gustarle, ya que me atrajo más hacia él. Estaba deseosa por catar su cuerpo. De un momento a otro y con un movimiento felino me coloqué encima de sus caderas. Nathaniel me miraba con deseo, tanto como yo a él. Unos rayos de luz poco intensos iluminaban su atractivo rostro. Me agazapé para volver a besar sus labios. Sin darnos cuenta nuestra ropa interior quedó tirada en el suelo y ya nada nos separaba el uno del otro. Él me agarró de los muslos con fuerza, deseando lo irremediable. Era una sensación inexplicable llena de placer, sus manos no paraban de recorrer mi cuerpo y yo quería más y más. Le atraje hacía mí con fuerza hasta que un sentimiento de placer me recorrió electrificando cada célula de mi cuerpo. Él se tiró hacia un lado de la cama sin despegarse de mí y cubrimos nuestros cuerpos desnudos con las sábanas.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora