Capítulo 10

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Me quedé dormida sobre las piernas de Leo mientras él apoyaba su espalda contra la pared. Notaba sus caricias en mi mejilla cuando me apartaba el pelo de la cara. Me encantaba esa sensación, lo hacía con tanta suavidad. Sabía que estaba tan preocupado como yo, pero se hacía el fuerte conmigo. De repente comenzamos a sentir unos movimientos muy violentos en la nave, tales eran los vaivenes que nos lanzaban involuntariamente por la sala contra las cajas. En uno de los giros caí sobre una de la cajas y me clave unos clavos en el abdomen creando una gran herida. La sangre brotaba de la chaqueta negra, ahora rota. Apreté mi mano contra la herida y aguanté el dolor como pude, busqué a Leo con la mirada, pero no alcancé a verle.

—¡Leo! ¿Dónde estás? ¡Contesta! —grité preocupada a pesar de alguien podría haberme oído.

Me agazapé entre unas cajas que no paraban de resbalar en el suelo y vi a Leo tendido en este.

—¡Leo! —grité de nuevo mientras echaba a correr hacia donde se encontraba.

Una de las cajas se había caído justo encima de su pecho. Intenté como pude levantarla, pero era demasiado pesada para mí. Maldije mi fuerza una y mil veces. Leo no respondía, tal vez el golpe le había dejado inconsciente. Me acerqué a su cuello para tomarle el pulso y respiré tranquila, su corazón seguía latiendo.

—Emma —susurró con un hilo de voz.

—Estás bien —afirmé mientras me acercaba a su frente para regalarle un beso—. Te sacaré de aquí, como sea, lo prometo.

Los movimientos de la nave se estaban haciendo poco a poco más estables por lo que podía moverme con más facilidad. Avisté una tubería a lo lejos así que corrí a por ella, tal vez podría ayudarme a mover la caja. Me acerqué de nuevo a Leo e intenté hacer palanca con la tubería en vano, no tenía la suficiente fuerza, necesitaba algo más para poder levantar la caja con más facilidad.

—Emma —volvió a susurrar—. Allí —dijo señalando una caja de metal pequeña, por lo que pesaba adiviné que podría contener herramientas.

Finalmente, junto con la tubería, pude crear una palanca y levantar la caja. Leo se movió lentamente mientras yo hacía fuerza, no aguantaría mucho más tiempo. En cuanto vi que el cuerpo de Leo estaba totalmente liberado dejé de hacer fuerza y la gran caja cayó al suelo haciendo demasiado ruido.

—Mierda, espero que no lo hayan escuchado —maldije, en cualquier caso me eché a los brazos de Leo que aún se encontraba sentado en el suelo—. ¿Estás bien?

—Sí, gracias —sus palabras eran sinceras, lo noté en sus ojos.

De repente la nave se detuvo en seco, como si hubiera aterrizado. La compuerta trasera se estaba abriendo, habíamos llegado. Nos agachamos detrás de unas cajas para que no nos descubrieran.

—¡Por fin! —gritó un hombre que acababa de entrar, agarrando una de las cajas.

La puerta con la que se accedía hacia dentro de la nave también se abrió, de allí salieron unas cinco personas, todas uniformadas de blanco.

—Ya estamos de vuelta —dijo uno de ellos bajando unas pequeñas escaleras hacia donde se encontraban las cajas—. Vamos chicos coged las cajas, tenemos que llevarlas cuanto antes al almacén, el señor Krumm se pondrá contento por nuestra vuelta.

—Si señor —respondió Lisa, la mujer que habíamos visto con anterioridad.

—¡Vosotros! ¡Intrusos, tenemos unos intrusos! —gritó uno de ellos señalándonos.

Tenía que admitir que no teníamos ningún plan y que nuestro escondite era bastante malo.

Nos agarraron por la espalda sin que pudiéramos oponernos, apenas teníamos fuerzas. Dos hombres agarraron mis muñecas y las pusieron contra mi espalda. Leo estaba muy débil a causa del accidente así que corrió la misma suerte. La herida en el abdomen me recordaba que no podía hacer ningún movimiento brusco, así que deseché cualquier plan de fuga que supusiera utilizar la fuerza, sería inútil.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora