El camino hasta Egon se me hizo más largo de lo que esperaba. Tal vez porque la noche anterior no dormimos absolutamente nada. Por suerte la herida de mi cuello había dejado de sangrar, la gasa había funcionado. Anduvimos hasta que avistamos unas verjas de metal, las que limitaban el territorio de Egon. Al fin habíamos llegado.
—¿Estamos cerca? —me preguntó Leo colocándose la gran capucha sobre los hombros.
—Sí, esta verja marca la frontera de Egon —respondí sonriendo.
Por fin volvía a casa.
—¿Emma? ¡Emma! —gritó alguien con una voz muy dulce.
—¡Ansel! ¿Qué haces aquí? —pregunté viendo al pequeño tirarse a mis brazos.
Le di un par de vueltas hasta que le bajé al suelo.
—Te hemos estado buscando Emma, ¿dónde te habías metido? —preguntó con ojos tristes.
—Me perdí —mentí—. Pero ya estoy de vuelta, no tienes por qué preocuparte más —dije acariciándole el pelo.
—¿Emma eres tú? —preguntó una voz ronca a lo lejos.
—¿Papá? —mi voz sonaba algo nerviosa.
—Menos mal que has vuelto hija —dijo dándome un abrazo.
—Se había perdido, pero ya está de vuelta —explicó Ansel a nuestro padre.
—¿Perdido? —preguntó confuso.
Por un momento su mirada se quedó fija en las manchas de sangre que llevaba en la ropa.
—¡Os presento a Leo! —exclamé para cambiar de tema mientras le agarraba el brazo para que se acercase—. Él me ha ayudado a volver.
—Muchas gracias chico —agradeció mi padre estrechando su mano con la de Leo—. Un placer.
—Sí, un placer —dijo Ansel con su particular sonrisa.
Cómo le había echado de menos.
—Vamos a casa. Leo ven tú también, el viaje habrá sido muy largo. ¿Damna, verdad? —mi padre había viajado a Damna una vez hacía bastantes años, por lo cual, al ver las vestimentas que llevábamos, adivinó de dónde veníamos—. Además habrá que curar esa herida Emma —nos ordenó antes de echar a andar de nuevo.
Mi padre se podía mostrar algo frío al principio, pero era una buena persona.
A los pocos minutos llegamos a casa. Leo estaba impresionado de lo diferentes que eran nuestras aldeas. Ansel no paró de preguntarle cosas sobre su aldea, su familia y lo que hacía allí.
—Pues Emma y yo también somos hermanos, ¿lo sabías? —dijo Ansel muy orgulloso a Leo después de que él le hubiese contado sobre Dahlia—. Y también tenemos otra hermana, se llama Lauren. ¡Mira ya hemos llegado! —gritó corriendo en dirección a mi madre y a Lauren.
Las dos estaban esperando en la puerta de la casa.
—Por fin has vuelto —dijo mi madre secamente.
La verdad es que no me esperaba menos de ella. No pareció preocuparse por mi ni lo más mínimo. En cambio, Lauren me dio un abrazo nada más verme.
—Te he echado de menos —susurró en mi oído sin soltarme.
Su particular olor a perfume de rosas me envolvió por un momento y me hizo recordar nuestra infancia.
—¡Bien ya estamos juntos! —gritó de nuevo Ansel abrazándonos a ambas al mismo tiempo.
—Sarah, este es Leo, ha ayudado a nuestra hija a volver —dijo mi padre presentando a Leo a los demás.
—Encantado —Leo estrechó su mano con la de mi madre.
—Un gusto encanto —respondió mi madre más alegre de lo normal—. Justo ahora estaba haciendo una sopa de verduras. Entra y comeremos todos juntos —realmente esa no parecía mi madre de siempre.
Después de una comida con un ambiente extrañamente jovial, ayudé a recoger los platos y mi hermana los lavó junto a mi padre. Mi madre no paró de preguntar a Leo sobre Damna. Ella se quedaba maravillada con las cosas que contaba. Ansel tampoco se perdía palabra desde que había llegado. Me senté a su lado para poder escuchar mejor lo que decían cuando sin querer me rocé el cuello al apartarme el pelo de la cara y solté un alarido. La gasa había caído en alguna parte y la herida, aún cerrada, tenía mala pinta.
—¿Emma, qué es eso? —preguntó mi madre exaltada.
—Nada, tuvimos un percance y me hice una herida en el cuello —respondí mientras se la mostraba.
—¡Noah! Trae la botella de alcohol por favor —ordenó mi madre a mi padre—. Esto hay que curarlo en seguida o se te infectará.
Me pareció muy raro que mi madre se comportara como una madre conmigo. Hacía mucho tiempo que no me sentía cuidada por ella, así que me dejé llevar. En cuanto mi padre nos alcanzó la botella, mi madre cogió un trozo de tela suelta que tenía limpia por la cocina y empezó a echar unas gotas de la botella sobre mi cuello con mucho cuidado, al mismo tiempo, con el trapo, me secaba con suavidad.
—Ya verás que dentro de unos días no habrá marca, no querrás tener el cuerpo lleno de cicatrices —dijo sin piedad.
Ahí estaba mi verdadera madre, por fin había salido a la luz.
—Gracias mamá, muy amable —repliqué molesta cruzándome de brazos.
—Era una broma, no te lo tomes así —exclamó mi padre detrás de mi intentando defender a su esposa—. Bueno Leo, supongo que esta noche te quedaras con nosotros, lamentablemente solo tenemos este pequeño sofá libre para dormir.
—No hay problema se lo aseguro —respondió Leo muy amable.
—Mañana a primera hora pensaremos en tu vuelta, pero de momento disfruta de lo que queda del día. ¿Por qué no vais a dar un paseo por la aldea?—sugirió mi madre.
Tal y como nos habían sugerido, fuimos a dar un paseo por la aldea. Nunca imaginé que Lauren fuera con nosotros, pero lo hizo. El paseo se hizo poco interesante, no había ningún alma en la calle.
—¿Por qué no hay nadie? —pregunté a Lauren.
—¿No lo has oído? Han visto una nave de Cassiopeia sobrevolando los cielos, la mayoría de las familias se están preparando para su llegada —respondió muy emocionada mientras caminábamos.
—¿Se preparan? —preguntó Leo algo confundido.
—Sí, en Egon tenemos la costumbre de que cuando ellos nos visitan nos preparamos con nuestras mejores galas, así tenemos más posibilidades de ser elegidos —respondió Lauren.
—Estupideces —susurré ante la respuesta de Lauren.
Por suerte mi familia se había olvidado de ellos por un día gracias a mi vuelta.
Nos detuvimos un momento sobre unos troncos de madera y nos sentamos sobre ellos. Lauren se había acicalado esa mañana más de lo normal, sería a causa de la tontería de la preparación previa a la visita. Su pelo dorado resplandecía a la luz del sol, llevaba una larga trenza adornada con flores blancas. La ropa que llevaba era bastante sencilla, unos vaqueros azules, una blusa beige que resaltaba su tez rosada y unas botas marrones por debajo de las rodillas. Yo me había cambiado de ropa, no podía pasear con la ropa que Dahlia me había dejado llena de sangre. Llevaba mis botas de siempre, unos pantalones negros con una camiseta de tirantes blanca y una cazadora negra de mi padre que me estaba dos tallas más grande pero me encantaba. Después de toda la travesía había conseguido desenredar mi pelo y lo había dejado al natural.
La tarde se había quedado preciosa, ninguna nube estorbaba en el cielo azul.
De un momento a otro comenzó a sonar un ruido muy fuerte, como de turbinas. Nos tapamos los oídos y en cuanto el fuerte ruido terminó muchos gritos se empezaron a escuchar a lo lejos.
—¡Es la nave de Cassiopeia! ¡Están aquí! —gritó Lauren corriendo hacía donde se encontraba el ruido.
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CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-
Science-FictionCassiopeia fue una ciudad fundada hace cientos de años en un planeta habitable no muy lejos del nuestro. Las personas ricas y con más recursos fueron afortunados y pudieron viajar hasta allí para fundar una nueva civilización. En cambio, los que no...