Pasaron varios días hasta que me habitué a levantarme cada mañana en aquella pequeña cabaña. Salí a cazar alimento tal y como me había sugerido Enzo. Me prestaron un arco y un saco lleno de flechas y me aventuré por los alrededores acompañada de más cazadores. Hablé con ellos escasamente, tal vez no llegaban a confiar en mí todavía. No pude hablar con Nathaniel desde el último día en la enfermería, estuvo demasiado ocupado entrenando con los demás soldados. Enzo era el capitán de aquel pequeño ejército y junto a Nathaniel, su segundo capitán, se entrenaban para el siguiente asalto a Cassiopeia, a veces simplemente exploraban la selva y sus alrededores en busca de alimentos u objetos que pudieran ser útiles, pero esta vez tenían una gran escasez y había que arriesgarse. Nathaniel había sugerido a su jefe que yo podría ser de gran ayuda en la expedición, pero este se negó, según él, las mujeres no valíamos para luchar. Eso me cabreó bastante, ni si quiera me dejaban acercarme a donde se realizaban los entrenamientos, por suerte, pasaba la mayor parte del tiempo con Julie, ella llenaba ese vacío interior que había dejado mi familia, ahora que se encontraban tan lejos.
Esa mañana fue algo diferente. Julie me despertó a gritos, íbamos a ir a la selva a recoger unos frutos que solo crecían cerca del río. Me vestí lo más rápido que pude con los vaqueros negros y la camiseta y me enrollé la túnica sobre los hombros. Salí por la puerta y vi a Nathaniel con Julie, a su lado estaba Robyn con dos mujeres más y detrás de ellos se encontraba otro soldado. Miré a Nathaniel y una sensación cálida me recorrió el cuerpo, tenía que controlarme. Salvo con Leo, nunca había sentido algo parecido en mi interior. Estaba de brazos cruzados apoyado en una columna de madera que sujetaba la cabaña. Una sonrisa increíble se le dibujaba en el rostro mientras hablaba con la pequeña.
—¡Bien! Ya estamos todos —gritó de nuevo Julie al verme.
—Julie, no puedes venir —le ordenó Nathaniel.
—¿Cómo que no papá? —preguntó la niña cruzándose de brazos.
¿Papá? Por supuesto. Tendría que haberme fijado más para darme cuenta de que su parecido era genético, me sentí algo tonta al no haberlo averiguado antes.
—Venga no seas aguafiestas —recriminó su compañero acercándose a la niña.
Era un hombre joven como Nathaniel, tenía el pelo moreno y corto, una barba de al menos tres días adornaba su ovalada cara.
—Es peligroso —protestó el padre mientras la niña empezaba a hacer pucheros.
—Julie.
La voz suave de Robyn se hizo presente.
—La próxima vez te prometo que vendrás con nosotros, pero hoy tenemos que irnos muy lejos y no queremos que las gallinas se sientan solas, ¿quién las va a cuidar mientras tú no estés?
—Es verdad, pero la próxima vez iré con vosotros, prometido —respondió riéndose como si la conversación anterior no hubiera tenido lugar.
Se despidió de su padre dándole un beso en la mejilla y salió corriendo entre las cabañas.
—Gracias, Robyn —respondió Nathaniel colocándose de nuevo la tela beige sobre la cabeza cual capucha para protegerse del sol.
La tela enmarcaba su rostro y lo hacía particularmente atractivo. Sus facciones eran realmente perfectas, no podía dejar de mirarlo.
—Para eso estoy —respondió ella sonriéndole.
Robyn se acercó a Nathaniel y agarró su brazo. Antes de salir del campamento ya se habían hecho pequeños grupos. En primer lugar caminaba el soldado que no conocía para reconocer el terreno antes que nadie. Las dos mujeres que llevaban unos sacos pequeños se situaban algo más atrás, seguidas de Robyn y Nathaniel, que iban hablando tranquilamente. Detrás de ellos estaba yo, sola y sin saber a dónde nos dirigíamos. No tenía ni idea de por qué me habían invitado a aquella excursión, claramente no pintaba nada. Salimos del campamento y nos adentramos en la selva, al parecer buscábamos unos frutos azules del tamaño de una uva que Thomas necesitaba para sus medicinas, y ya de paso, si encontrábamos frutos comestibles, nos los llevaríamos de vuelta.
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CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-
Ficção CientíficaCassiopeia fue una ciudad fundada hace cientos de años en un planeta habitable no muy lejos del nuestro. Las personas ricas y con más recursos fueron afortunados y pudieron viajar hasta allí para fundar una nueva civilización. En cambio, los que no...