Capítulo 40

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Nos detuvimos por un momento a mirar la ciudad, a lo lejos vimos como Enzo gritaba junto a más gente, parecían gritos de alegría. Al parecer bastantes ciudadanos de Cassiopeia se habían unido a nosotros hartos del sistema de Krumm. Otros muchos morían por defenderle, pero no quedaban demasiados. El Doctor estaba escondido en alguna parte de la ciudad, tenía que encontrarle y acabar con él. Nathaniel me agarró de la mano y me miró decididamente. Silbé tan fuerte como pude y cuando vimos a Sirah saltamos sobre su lomo, desde esa perspectiva sería mucho más fácil encontrarle. Nathaniel iba sentado delante de mí. Me abracé a su cintura y posé mi cabeza sobre su espalda. Por un momento cerré los ojos y puse la mente en blanco, quería disfrutar de aquel momento todo lo que pudiese. Al poco tiempo abrí los ojos de nuevo y nos acercamos donde estaban Enzo y los demás.

—Bien hecho chicos —nos felicitó Enzo al vernos.

—Esto no ha terminado —advirtió Nathaniel seriamente aún sentado sobre Sirah.

—Ya veo —respondió Enzo al darse cuenta a lo que se refería.

Se acercó a nosotros y sonrió.

—Buena suerte.

Sirah comenzó a elevarse de nuevo. ¿Donde se había metido Krumm? Me aferré a la espalda de Nathaniel y sobrevolamos la ciudad de nuevo. De repente a nuestra derecha, una nave de tamaño más grande que la dragona comenzó a surcar los cielos. Eliott y los pocos seguidores que le quedaban estaban huyendo y no podía permitírselo. Sirah cogió velocidad y se puso a la misma altura que la nave, de un coletazo abrió un boquete y Nathaniel y yo saltamos. Sirah se retiró volando. Por fin estábamos dentro.

—Esta nave es bastante grande —dijo Nathaniel mirando a todos los lados.

—Me recuerda a la nave que me trajo de Egon hasta aquí.

Era más o menos igual de grande y de color grisácea. La sala en la que habíamos caído estaba llena de cajas. Nathaniel abrió una, estaban llenas de alimentos. Tenían un plan B preparado por si algo ocurriera. Estábamos en la bodega de la nave, donde guardaban todo lo indispensable para su nueva vida. Los halógenos parpadeaban intensamente sobre nuestras cabezas. Sentí un calambre en la cabeza, el cansancio me estaba pasando factura, esto tenía que acabar pronto.

—Vamos a buscarle —sugirió Nathaniel muy confiado.

Atravesamos la puerta que teníamos delante y miramos a ambos lados del pasillo, no había nadie.

—¿Dónde vamos? —pregunté confusa al no saber por dónde ir.

—Cualquier dirección será la buena, seguramente ellos nos encuentren antes.

De repente, de una de las puertas salieron varios guardias, estos no estaban armados, podría ser que hubieran salido de la ciudad tan rápido que nos les hubiera dado tiempo a armarse correctamente. Levantaron la vista y se alarmaron al vernos. Nathaniel se acercó a ellos con los puños cerrados dispuesto a acabar con esa situación cuanto antes. Comenzó a noquearlos y a esquivar los golpes de sus contrincantes, hasta que del otro lado del pasillo aparecieron más guardias. Nos tenían acorralados, juntamos espalda con espalda para poder tener mejor visión de lo que ocurría a nuestro alrededor.

—¿Preparado?

—Más que nunca.

Nada más empezar, golpeé con la pierna a uno de ellos, pero me agarró y me tiró al suelo con facilidad, giré sobre mí misma antes de que se lanzase sobre mí, al tenerle tendido en el suelo hinqué mi codo en su nuca para dejarle fuera de la pelea. Su rostro se estrelló contra el frío suelo mientras sangraba por los orificios de la nariz. En cuanto me incorporé, otro de ellos me inmovilizó por la espalda, pero conseguí deshacerme de él clavándole uno de mis codos en el estomago. Acto seguido, golpeé con el puño en la cara a otro, me giré y vi a Nathaniel apañárselas mucho mejor que yo. En ese momento de despisté y dos de los guardias me agarraron de los brazos inmovilizándome de nuevo. Me revolví un par de veces en vano. Nathaniel se percató y se acercó a nosotros y de un puntapié se deshizo de uno de ellos. Al tener a uno de los guardias fuera de juego, pude agarrar el brazo del otro fácilmente y lo retorcí haciendo que cayera al suelo. Miramos a nuestro alrededor, los hombres estaban inconscientes o malheridos, ante todo, no quería matar a más personas inocentes, a pesar de que no supieran que estaban apoyando al líder incorrecto. Nathaniel se acercó a mí y pasó su pulgar por mi boca para limpiar un pequeño reguero de sangre, su mirada seductora hacía que mi estomago se encogiera de placer. Salimos corriendo antes de que los guardias recuperaran las fuerzas. Recorrimos aquel pasillo hasta que encontramos una puerta más grande que las demás, de una patada, Nathaniel la echó abajo. Delante de nosotros nos encontramos con la sala de mandos, varios hombres y mujeres estaban sentados manejando la nave y en lo alto de una base, junto a una pantalla de unos tres metros de ancho encontré una figura familiar. Aquel a quien había ido a buscar por fin estaba delante de nuestros ojos. No le deseaba la muerte, quería algo mucho peor para él, por todo el daño que había estado haciendo a mi pueblo, sufriría lo mismo o incluso más que ellos.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora