Sentir remordimientos significa desear no haber hecho ciertas cosas y aquella noche esos remordimientos no paraban de atormentarme.
El rostro de Leo ensangrentado contra el frío suelo de mármol aparecía en mi mente una y otra vez. Tenía que volver a Cassiopeia, pero era cierto que ir sola sería una misión suicida. Por otra parte, le había prometido a Leo volver, no podía dejar de cumplir aquella promesa y menos después de todo lo que me había contado Enzo sobre las cosas horribles que les hacían a los terrestres, los trataban como animales usando sus cuerpos a su antojo para poder estar más sanos o vivir más tiempo del que se les había asignado. Enzo me explicó que a los ciudadanos de Cassiopeia les afectaba de alguna manera especial estar en este planeta. No conseguían ser tan fuertes inmunológicamente como los demás, de alguna forma no llegaban a acostumbrarse a ese nuevo mundo como lo habían hecho los habitantes del campamento en el que me encontraba, ya que ellos provenían de los terrestres y en sus genes corría la sangre de los humanos más fuertes de la Tierra, los que habían sobrevivido a la contaminación y al cambio climático. Esta gente habían tenido hijos, y esos hijos se habían hecho fuertes. En cambio, los hijos de Cassiopeia estaban hechos de otra pasta. Todo lo intentaban arreglar tecnológicamente y tantas operaciones habían hecho que su sistema inmune se debilitara. Todavía no entendía todo muy bien, pero poco a poco comenzaba a cobrar sentido. El porqué viajaban a la Tierra, el porqué nos encerraron en las celdas cuando llegamos, aquel misterioso hombre de la pantalla que nos habló a los que quedábamos, cómo desaparecían los elegidos de la Tierra tras unos días en la ciudad.
Demasiadas ideas se agolpaban en mi cabeza, necesitaba despejarme un poco, así que terminé por levantarme de la cama y salir de aquel almacén que me habían preparado como dormitorio. La verdad, es que era bastante cómoda, en cualquier otra ocasión habría acabado durmiendo en cuestión de segundos, pero ese no era el momento.
Las noches en aquel planeta no eran tan diferentes a las noches en la Tierra. El cielo se presentaba de un oscuro color marino, las estrellas brillaban como si esa fuera la última noche de sus vidas, lo cual era bastante hermoso. No había contaminación alguna por lo que el cielo estaba totalmente despejado y se podía disfrutar de aquellas vistas con total libertad. Al salir de la cabaña cerré la puerta despacio para que nadie pudiese oírme. No había luces en las demás cabañas, significaba que las personas que las habitaban estaban durmiendo.
La Resistencia se había construido a los pies de aquella enorme montaña que me había encontrado cuando pilotaba la nave. Al otro lado estaba la selva, pero parecía demasiado peligrosa como para explorarla en mitad de la noche, así que me dispuse a investigar un poco la montaña. Julie me había contado que en aquel planeta habitaban criaturas que nunca había visto, criaturas originarias de allí.
Seguía con la ropa que me había dejado Robyn aquella mañana, todo el mundo vestía con la misma ropa día tras día. Las condiciones de vida, como me había mencionado Enzo esa misma tarde, no eran buenas, más que vivir, sobrevivían.
Alcancé unas rocas algo más altas que yo y conseguí trepar unos metros sobre ellas. Seguí durante unos minutos hasta alcanzar una explanada. Me situaba a unos diez metros de altura del campamento de La Resistencia, no podía ver nada a través de la selva. Esta era demasiado frondosa y me encontraba a demasiada baja altura como para ver en qué dirección estaba Cassiopeia.
En cuanto quise dar unos pasos hacia delante, un ruido me sorprendió por la espalda. Un aleteo muy fuerte como para ser un pájaro común me desestabilizó. Me giré sorprendida, pero no vi nada ni a nadie. Me levanté del suelo como si nada hubiera pasado hasta que me encontré con una formación de rocas, unas amontonadas encima de otras, como si alguien las hubiera puesto de esa forma adrede. Me acerqué para investigarlo más de cerca, pero algo rugió tras de mí con fuerza. Esta vez me sobresalté más que la primera. Una criatura de color negro de unos tres metros de altura y grandes alas a su espalda me miraba fijamente. Tenía unos ojos muy parecidos a los de un gato, eran de color verde y una fina raya negra los cruzaban verticalmente. A pesar de ser de noche pude apreciar que su piel se componía de gruesas escamas negras. Había visto algo parecido en algún sitio pero no recordaba donde. Con certeza era una de esas criaturas de las que me avisó Julie. Se acercó a mi sigilosamente, tenía tres patas a cada lado del cuerpo, las dos superiores más pequeñas que las cuatro posteriores, estas últimas las utilizaba para andar y las dos superiores supuse que eran como nuestras manos, las utilizaría para agarrar cosas como aquellas rocas. ¿Acaso las había amontonado aquella criatura?
— ¡Aléjate, Sirah! —gritó alguien detrás de mí.
En seguida esta salió volando por encima de mi cabeza y desapareció en la noche. Me di la vuelta y me percaté de que me había metido en un buen lío.
—¿Qué crees que estabas haciendo? —preguntó Nathaniel con un arco y una flecha entre las manos.
—Yo no sabía...
No supe explicar el porqué estaba allí sola, estaba avergonzada.
—Sígueme, es peligroso estar aquí.
No parecía enfadado, lo cual agradecí.
—Siento haberte molestado, es que no podía dormir.
Intenté explicarme mientras volvíamos al campamento. No quería volver a tartamudear en su presencia. Nathaniel parecía un tipo bastante serio y reservado, apenas le había visto sonreír desde que le conocí.
—La verdad es que yo tampoco podía dormir —respondió finalmente sentándose en el suelo arenoso—. Siéntate, no muerdo —ordenó.
¿Estaba intentando ser divertido?
—¿Qué era esa cosa? —pregunté sentándome a su lado.
—Sirah, así lo llamamos por aquí. Sabemos de su existencia desde hace bastantes años. Los primeros habitantes de La Resistencia ya sabían de él, es un especie de dragón alienígena —respondió observando las estrellas sin perder detalle.
—¡Eso es! Un dragón, pero los dragones no existen —contesté sin dejar de mirar como los músculos de su brazo se marcaban al hacer fuerza contra el suelo.
—Y no existen, esta criatura es originaria de este planeta, no sabemos qué es exactamente, pero es lo más parecido a un dragón —respondió buscando mi mirada.
Al darse cuenta de que estaba atontada con su brazo se echó a reír y se incorporó.
—¿Cómo alguien como tú ha llegado hasta aquí? No te lo tomes a mal.
—No te preocupes, te preguntarás como una escuálida como yo a podido librarse de los guardias.
Me levanté para estar a su altura, aunque fue imposible ya que me sacaba como una cabeza y media de altura.
—Me lo has quitado de la boca —dijo riéndose—. No en serio, ¿cómo lo hiciste? Te colaste en su nave para subir aquí y luego te escapas de su ciudad como si nada.
—Parece increíble, pero la verdad es que tuve suerte y ayuda. Un buen amigo sigue atrapado allí, tengo que ayudarle, tanto a él como a mi hermana y a todos los demás —respondí con preocupación, la cual se expresó claramente en mi cara y Nathaniel se percató—. Pero ya hablé con Enzo, es imposible que pueda hacer algo.
—Dentro de unas semanas iremos hacia Cassiopeia, necesitamos más alimentos para nuestra gente. Tú podrías ayudarnos y así puedes ir examinando el terreno —respondió posando su mano en mi hombro en señal de apoyo.
—¿De qué serviría? —pregunté triste—. Hice una promesa.
—De nada servirá que intentes algo sin antes pensarlo bien. Mírame Emma —dijo levantando mi barbilla con su mano—. Puedo ayudarte, pero necesitamos tiempo.
—¿En serio? —pregunté algo más animada gracias a sus palabras.
—Vamos a volver, es tarde y me están esperando —dijo Nathaniel antes de ponerse a caminar de nuevo.
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CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-
Fiksi IlmiahCassiopeia fue una ciudad fundada hace cientos de años en un planeta habitable no muy lejos del nuestro. Las personas ricas y con más recursos fueron afortunados y pudieron viajar hasta allí para fundar una nueva civilización. En cambio, los que no...