Capítulo 8

75 6 3
                                    


Antes de que pudiera abrir los ojos empecé a oír voces. Lauren correteaba de un lado a otro cuando todavía no había salido sol.

—¡Mamá! —gritaba sin parar.

El pobre Ansel abrió un ojo y se quejó del ruido.

—Vamos enano —me acerqué a su cama y le destapé—. No creo que durmamos mucho más.

—Jope Emma, tengo sueño —se quejó de nuevo.

—Ya dormirás esta tarde —respondí metiendo los brazos por las mangas de la chaqueta negra.

Debajo llevaba el camisón verde que me había puesto esa noche. No tenía que ir de punta en blanco, así que lo que pensaran los demás no me importaba en absoluto.

Leo estaba esperando en el salón ayudando a mi padre con el desayuno, en cuanto me vio salir por la puerta de la habitación me dedicó una sonrisa. Me mordí el labio recordando la noche anterior junto a él sin reprimir otra sonrisa. Mi madre y Lauren se habían encerrado en el cuarto de mis padres mientras se preparaban con el maquillaje y el famoso vestido. A los pocos minutos salieron y me quedé sorprendida. Lauren estaba increíble, su maravilloso pelo dorado estaba suelto, se apreciaban unas pequeñas ondas. No sabía como lo habían conseguido pero estaba impactada. Y sí, llevaba el vestido de mi madre, un vestido por encima de la rodilla, cuello barco, de manga corta y en un color azul cielo que resaltaba sus mejillas rosadas. Ansel corrió a abrazar a Lauren gritando que no se fuese. Nada estaba claro aún, pero cabía la posibilidad de que ese fuera el último día que viera a mi hermana. Una lágrima se deslizó por una de mis mejillas. En seguida la limpié para que nadie se diera cuenta, pero fue en vano.

—Emma, ¿estás llorando? —preguntó mi hermana acercándose a mí.

—Se me ha metido algo en el ojo —mentí.

—Ya claro —respondió envolviéndome entre sus brazos—. Todavía no sé si me iré, pero si soy elegida quiero que sepas que me acordaré de ti cada día. Te lo prometo —fue muy sincera con esas palabras.

Más lágrimas siguieron a esa primera que hubiese querido ocultar.

Desde que Lauren nació habíamos sido inseparables, lo hacíamos todo juntas, si mi madre nos regañaba a alguna de las dos la otra salía en su defensa. Todo comenzó a cambiar cuando yo no fui elegida y a los pocos años ella sí lo fue. Mi madre, sin quererlo o no, empezó a separarnos y terminamos por hablar solo por compromiso, aunque eso no hizo que desapareciera el amor que nos teníamos la una a la otra.

Los minutos corrieron más rápido de lo que hubiera querido, toda mi familia junto a Leo, salimos de casa y nos dirigimos hacia la nave. Muchos aldeanos se encontraban allí a pesar de que era bastante temprano. En cuestión de segundos estábamos rodeados de gente. Los veinte jóvenes aptos en ese día estaban vestidos con sus mejores galas y se acercaron a la nave hasta quedarse en primera fila. Se les veía a todos con una gran sonrisa, a unos les temblaban las manos y otros estaban realmente tranquilos. Las compuertas de la nave comenzaron a abrirse en cuanto el primer rayo de sol nos iluminó. Ya estaban aquí. Mis manos empezaron a temblar como si fuera algo personal. Leo se percató y me agarró una de ellas, eso me tranquilizó un poco.

—Buenos días a todos y gracias por venir, os haremos un test de sangre antes de empezar y después procederemos con la elección —dijo un hombre de mediana edad con su particular atuendo blanco—. Os estábamos esperando —susurró.

Con suerte no estaba muy lejos y pude leerle los labios, después sonrió de forma extraña. Nadie más pareció darse cuenta.

Pasó el tiempo y todos los candidatos volvieron a salir de la nave, algunos todavía con un algodón encima del antebrazo. El mismo hombre de antes se acercó a ellos con aires pensativos seguido de una mujer de la misma estatura y vestida de igual modo, llevaba una libreta entre sus manos y se unió a observar a los jóvenes. La pareja comenzó a discutir algo entre ellos, pero esta vez no conseguí saber sobre qué hablaban. La mujer empezó a señalar a un par con el dedo mientras decía los nombres de los jóvenes. Dos chicos dieron un paso hacia delante y el hombre les dio la enhorabuena. La mujer señaló a otros cinco chicos y chicas entre ellos. Cada vez que eran elegidos daban un paso hacia delante y se despedían de sus familias, algunos con lágrimas en los ojos y otros en cambio se les veía muy orgullosos de sí mismos. Al fin y al cabo era el mayor logro que uno podía aspirar en mi aldea. A los pocos minutos mi corazón se rompió en pedazos. La mujer estaba delante de mi hermana examinándola, finalmente dijo su nombre y mi hermana dio un paso al frente.

—No —susurré.

Mi cara se desfiguró a causa del pánico. No podía respirar, algo estaba oprimiendo mis pulmones.

Apreté fuertemente la mano de Leo. Él me miró con preocupación.

—Sabias que esto podía pasar —dijo sin soltarme llevando su otra mano hacia uno de mis hombros.

—Esto no va a acabar así.

Sin soltarle la mano empecé a moverme entre la multitud. Vi como mis padres me miraban extrañados, pero no hicieron nada, estaban aplaudiendo a su hija recién elegida.

—¿Qué haces Emma? ¿Dónde vamos? —preguntó Leo esquivando con cuidado a las personas que se le ponían por delante.

—Tengo que hacer algo —susurré pensando lo más rápido que pude.

Algo tenía que hacer, no podía dejar que mi hermana se fuera. Sabía que era un acto egoísta, pero no sabía si podría soportar el dolor de no verla nunca más. En cuanto dejamos a toda la gente detrás, nos percatamos que en la parte trasera de la nave había más personas cargando unas cajas de madera.

—Hay que entrar, por allí —dije a Leo agarrándole del brazo para que me siguiera.

—¡Para! —gritó él—. Sé que estás dolida, pero no es excusa para hacer estas locuras. ¿Cómo piensas entrar allí?

—No lo sé —empecé a llorar—. Pero tengo que ir tras ella.

—¿Por qué? Emma, es su vida, su destino. ¿Recuerdas nuestra promesa?—preguntó abrazando mi rostro con sus manos para que le mirase a los ojos y razonara.

No lo estaba consiguiendo, estaba cada vez más nerviosa.

—Si no quieres acompañarme lo entiendo, no pienso obligarte a nada, tú tienes a Dahlia. Esto es cosa mía —argumenté decidida secándome las lágrimas restantes que ocupaban gran parte de mis mejillas con la manga de la chaqueta.

Me puse la capucha para cubrirme lo máximo posible y eché a andar hacia la compuerta trasera. Quería ver más de cerca esa segunda entrada.

Leo se quedó atrás sin decir una palabra, no sabía si me seguía o no, pero en ese momento todo me daba igual. Tenía que colarme allí y cuidar de mi hermana, tenía que convencerla de que aquello era una locura. Avisté un bate grueso de madera de alguno de los niños de la aldea, estaba tirado en el suelo, así que lo agarré con fuerza por si en algún momento lo necesitaba. Solo había dos hombres delante de la compuerta, y ninguno llevaba ningún arma encima, así que me acerqué sigilosamente a uno de ellos por detrás. Él estaba de espaldas así que no vio venir el golpe que le dejó sin ninguna oportunidad de defenderse. El otro hombre, que se acercaba con una caja de madera entre las manos, vio lo que le había hecho a su compañero y se apresuró a darme caza. Para su sorpresa no hui, me quedé mirándole fijamente con mi peor cara y con el bate manchado de sangre a la espera de cualquier ataque. Finalmente se acercó a mí con el puño derecho preparado pero lo esquivé con facilidad. Levanté la pierna y con fuerza golpeé su abdomen empujándole hacia atrás. Me senté encima de él y no paré de propinarle puñetazos en la cara hasta que frenó sus intentos por defenderse. La sangre brotaba de su nariz y boca, y mis manos estaban manchadas de ella, pero no era tiempo de andar pensando en consecuencias. Estaba hiperventilando a causa de la pelea, no podía arrepentirme, no tras aquello.

CASSIOPEIA Parte 1 -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora