CAPÍTULO 26: ATRAPADA CON EL COMODORO

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21 de octubre de 1741

Los ojos de Catherine se adaptan rápidamente a la oscuridad. Mira hacia arriba por donde han caído, no entiende cómo es posible que hubiese un hueco tan alto en esa isla, pero es claro que ya no puede jactarse de saber nada sobre el mundo, que las cosas son muy diferentes de como las había concebido en un principio.

La explosión ha hecho que caiga demasiada cantidad de rocas como para poder salir por allí mismo. Ya no vuelve a escuchar la voz de Arden llamándola, así que asume que le ha hecho caso y se ha ido con el botín. O tal vez los saqueadores son más de lo que pensaba y no le quedó de otra más que huir, aunado al hecho de que están también bajo el ataque de la armada del rey.

El comodoro se encuentra a un par de metros de ella. Ya se ha percatado de su presencia, pero no está preocupada por lo que pueda suceder.

—¡Jacob! —grita Andrew. Se pone de pie con dificultad mientras se tambalea, parece que se ha lastimado un poco la pierna, y las rocas filosas le rasgaron la camisa y le hicieron un leve corte en el pecho. El grito del hombre hace eco en la cueva, que parece un curioso laberinto.

—¡Cállese! —responde Catherine sosteniendo su cabeza. No se había percatado de que la caída sí le ha hecho un ligero raspón en la frente, y ahora que la adrenalina del momento pasó, le empieza a doler. La bandana morada que lleva atada en la cabeza está rasgada debido al golpe, y se siente empapada de sudor.

—Estamos atrapados aquí —le dice él.

—No me diga —se burla con sarcasmo—, eso es evidente.

—Mis hombres me buscarán.

—O estará alertando a los saqueadores de nuestra ubicación —refuta la capitana. No espera a que él le responda, lleva la mano a su cinturón en busca de su espada, pero se da cuenta de que la ha perdido en todo el ajetreo de la explosión. Una de sus pistolas tampoco está, y la otra parece estar descargada. Reniega en su interior porque se ha dado cuenta de que está indefensa contra él.

Le da un vistazo rápido a su cuerpo en busca de alguna arma que tenga el comodoro, pero parece que también está desarmado. Mira hacia atrás, el gran montículo de tierra y piedras no le dejará avanzar por ahí. No tiene más remedio que pasar de largo al comodoro para intentar encontrar una forma de salir.

Toma aire hondo y camina directo hacia él. Andrew se da cuenta y se pone a la defensiva, también busca sus armas y se da cuenta de que no tiene; retrocede un paso cuando ve que ella no piensa frenar. Catherine lo pasa de largo y el comodoro no puede evitar quedarse en shock.

—¿A dónde va? —pregunta, confundido.

—A buscar una salida, ¿no es obvio?

Andrew la jala del brazo y la regresa a su lado. Ella le pone mala cara e intenta soltarse de su agarre.

—¡Suélteme!

—Que tonta es usted si cree que la voy a dejar escapar, así como así. —La apega a su cuerpo y la sujeta firmemente de la cintura, ella intenta con todas sus fuerzas soltarse, pero los fuertes brazos del comodoro no la liberarán, entonces escucha el tintineo de una cadena y de pronto un grillete se aferra a su delgada muñeca de la mano derecha, y el otro extremo, a la izquierda del comodoro.

—Pero ¡qué es esto! —brama furiosa, hace presión contra el pecho torneado de Andrew para liberarse, sin embargo, no la libera, primero le requisa la ropa en busca de más armas. Le saca la pistola sin balas y la arroja al suelo de la cueva, luego mete sus manos por los bolsillos, toca sus pechos y sus piernas—. ¡Cuidado dónde tocas! —exclama con las mejillas enrojecidas. Inevitablemente piensa en esos sueños que ha estado teniendo con él. La suelta y ella se echa hacia atrás con violencia debido a la inercia de haber estado empujando contra su pecho.

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