CAPÍTULO 52: EL GUARDÍAN DEL ABISMO

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01 de diciembre de 1741

Bien dice el dicho que nadie aprende en cuerpo ajeno. Catherine comprende eso cuando entiende que no todo lo que conoce es lo que es. Si alguien le hubiese contado antes que existe una criatura gigante de nombre desconocido en el paso por el abismo, se habría reído en su cara, pero no puede negar lo que está justo frente a sus ojos.

Todos los piratas salen corriendo y se asoman por la borda para ver el mar, que parece en una quietud espectral, justo antes de una tormenta.

No logran ver nada en la superficie, pero de pronto el paso de algo muy, muy grande por debajo del casco produce una sacudida en el barco que los eleva.

El pánico no se hace esperar, los marineros se quedan totalmente quietos y algunos se alejan del borde. Catherine ve a Arden aparecer desde la entrada a la artillería.

—¡Cath! ¡¿Qué sucede?! —Sus ojos pasan de ella al comodoro que está a su lado, frunce el ceño, sin embargo, no tiene tiempo para preguntarle qué está haciendo ahí afuera.

—Arden... —dice con los ojos desorbitados. El corazón se le acelera, presa del miedo. Si él tiene razón, habrá condenado a todos a una muerte segura.

Lo que sea que está debajo de las aguas vuelve a pasar y sacude el barco nuevamente.

—¡Es un...! —grita el vigía, pero ni siquiera termina de decir las palabras pues de la nada, una especie de tentáculos emergen del agua y se alzan sobre sus cabezas varios metros. Incluso son más altos que el mástil principal del navío.

—¡Suelten las velas! ¡Ya! —ordena el comodoro con un grito.

Nadie se detiene a cuestionar que sea él quien haya dado la orden. Los marinos salen corriendo y lo obedecen sin chistar. Catherine se queda paralizada sin saber qué hacer.

La acción de soltar todas las velas de una sola vez empuja el barco con violencia hacia la proa, y los aleja justo a tiempo antes de que la criatura; lo que sea que eso sea; dé el golpe de gracia con sus enormes tentáculos contra el barco.

La caída de sus extremidades produce un gran salpicadero de agua que baña a la gente que se encuentra en la popa.

Arden sale corriendo hacia donde está la capitana y la mece con un poco de fuerza por los hombros.

—¡Catherine, reacciona! —grita en su rostro.

—No... no puede... ser —tartamudea todavía en shock.

—Catherine, no hay tiempo para cuestionárselo —interviene el comodoro.

Tener a esos dos hombres en frente hace que vuelva en sí de golpe. Parpadea varias veces y entiende la situación. Si no salen de allí en ese mismo momento, pueden despedirse de ese mundo. El barco se hundiría en el abismo y no tendrían forma de salvarse. Las corrientes se los llevarían hasta lo profundo y no quedaría nada.

—¡Saquen los remos! ¡Tenemos que alejarnos de aquí! —Corre hacia el castillo de la popa y le quita el timón a Heinrik, que está temblando, pero se mantuvo firme.

Catherine deja ir al barco a toda velocidad, y mira hacia atrás para cerciorarse de que la criatura los persiga o no. Ya no lo ve en la superficie, parece que se ha vuelto a sumergir. Es claro que están en su territorio, sin embargo, no tiene más opción que continuar hacia delante.

Sus hombres hacen todo lo posible por acelerar la velocidad del navío. Han sacado los remos gigantes y están remando con toda su fuerza para lograr escapar.

Arden y Andrew están abajo en la cubierta y también hacen todo a su alcance para ayudar. En ese momento no puede pensar en nada más que no sea huir de allí.

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