CAPÍTULO 56: BIENVENIDA AL SUR

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25 de diciembre de 1741

Catherine nunca había estado en un lugar como ese. El gran muro de hielo que apareció de la nada es tan alto como si apilara tres barcos uno sobre otro. Las paredes congeladas que los rodean al entrar por la gran abertura vuelven el ambiente aún más helado. Pueden ver sus alientos saliendo como si fuese vapor de sus bocas.

Van lento en caso de que haya algún peligro. No saben qué es lo que les espera al cruzar del otro lado. Lo único seguro es que parece que el comodoro en cierto modo tiene razón. Las islas piratas no son simples pedazos de tierra que están en ubicaciones desconocidas y ya. Hay algo mucho más allá, algo que desconocen, que los mantiene a salvo de la invasión de los reinos.

Sobre la marcha en la que van, se va perdiendo de vista la gran entrada, hasta que ya no se logra ver nada más. Encienden varias antorchas para ayudarlos con la visibilidad, y, además, para contrarrestar el condenado frío que hace.

—¿Qué tan largo es esto? —se pregunta Andrew.

—No tengo idea, nunca había escuchado de un muro de hielo gigante en medio del mar del sur —asegura la capitana con estupefacción.

—Ahora sí estoy convencido de que hay magia detrás de esto —dice Heinrik. La magia es la única explicación posible para algo así.

Eventualmente alcanzan a divisar la salida de ese pasadizo de hielo. La abertura es tan grande como la de la entrada. Cuando el barco la cruza, el ambiente se pone diferente. Mientras el barco avanza la niebla vuelve a cernirse sobre ellos, ocultando de nuevo el gran muro de hielo.

—Miren hacia adelante —indica Catherine.

—El agua es diferente aquí —señala Arden.

Y tiene razón. Catherine se asoma desde la borda y; al parecer, el color azul marino oscuro que tenían las aguas que acaban de dejar atrás, ahora es de un tono más turquesa.

Frente a ellos divisan un par de montañas muy altas, son tan grandes que, en los picos de estas, parece haber nieve.

—Esa es. Esa es la isla del sur —anuncia Berry con una gran sonrisa.

—Catherine, ¿cómo vamos a llegar a ese lugar? —le pregunta Arden.

—¿A qué te refieres?

—No podemos simplemente llegar y decirles: "ey, hola. Infringí una de las leyes de los piratas de venir hasta acá para llevarme un libro milenario que nos ayudará a completar el mapa a un tesoro". —El sarcasmo de Arden la hace reír, sin embargo, no puede negar que tiene razón.

Es algo que no había pensado hasta ese momento, porque en realidad, no tiene ninguna estrategia pensada.

—¿Sabemos dónde está ese libro? —pregunta Andrew.

Arden lo mira con malos ojos por meterse en la conversación. Está un poco harto de él y su intervención constante. No le había gustado la forma en la que se acercó a Catherine hace poco, cuando quiso mostrarle a través del telescopio la entrada del muro.

—En realidad estamos más improvisando sobre la marcha —responde la capitana con una mano en la cabeza.

—Yo digo que lleguemos y finjamos necesitar ayuda de los señores piratas del sur —propone Heinrik.

—Eso si no nos atacan apenas toquemos su puerto —refuta con ironía Andrew. Todos lo miran con mala cara; él se encoge de hombros—. ¿Qué? Es lo que yo haría de ser ellos.

—Qué bueno que no lo eres entonces —le dice la capitana poniendo los ojos en blanco—. ¿Por qué no pasamos más desapercibidos? No tenemos que bajarnos todos.

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