La suave brisa de la isla acaricia la piel desnuda del comodoro y la pirata. Sus vellos se erizan, seguido del estremecimiento de su cuerpo. Tenerla ahí sobre él sintiendo su delicada piel al contacto lo hace sentir el hombre más dichoso del mundo. Ni en sus sueños más impuros y pecaminosos se imaginó estar así algún día con ella, pero ahora que la había probado entera, no pensaba abandonar esa sensación nunca más.
Andrew la rodea con sus brazos por un buen rato, hasta que a ella parece incomodarle estar de esa manera. Siguen en silencio luego de haber hecho el amor, porque para él eso había sido, una demostración de deseo y pasión, del amor más intenso y candente que había sentido alguna vez.
Catherine se levanta y se cubre el pecho con el vestido que hace poco él le había arrancado para saborear su piel. El cabello le cae en cascada sobre el rostro, ocultando un ligero rubor rosado en sus mejillas.
—¿Está bien? —pregunta.
—No lo sé, estoy confundida —le dice con un suspiro. Se apresura a vestirse, Andrew en cambio, no quiere hacerlo, por él, podrían quedarse allí toda la vida. A regañadientes se levanta y la imita, colocándose la ropa.
—Le juro que no tengo intenciones de tomarla como una mujer fácil. —Ella voltea a mirarlo con los ojos desorbitados y dilatados.
—No me diga eso, esto... esto no debió suceder —solloza. Andrew siente que está a punto de salir corriendo, así que la toma de la muñeca y le impide que se vaya.
—¿No debió suceder? Hace poco, su cuerpo no decía lo mismo. —Catherine jala el brazo, con ganas de huir de allí.
—Perdí el control, usted... yo... —balbucea sin encontrar las palabras correctas.
El comodoro la atrae hacia sí, y de nuevo siente una corriente de placer que le recorre el cuerpo, su aroma, su sabor, todo de ella lo vuelve loco, y esas sensaciones siguen presentes en ese instante. La sujeta firme de la cintura y apega frente con frente, tratando de contener las ganas salvajes que siente por besarla otra vez.
—Sé que somos muy diferentes, que usted viene de un mundo del que yo no soy parte, pero no me importa. Catherine, le juro que no me importa nada de eso. —La pirata tiene la boca entreabierta mientras intenta regular su respiración acelerada. Ella tal vez puede decir que no, pero su cuerpo no miente.
—Andrew... estoy con alguien más... —logra decir al fin.
Él se separa un poco y la mira a los ojos, que ahora están llorosos. Una lágrima se escapa y le recorre la mejilla hasta caer.
—¿Es ese pirata? ¿Heinrik? —Catherine suelta una risita y se enjuga las lágrimas.
—Heinrik es como mi hermano —explica.
—No me diga quién es, no me importa tampoco eso. No la puedo culpar —susurra, aunque no puede evitar sentir una punzada de dolor.
Todas las veces que ella se cohibió con él, tenían que ser por ese otro hombre en su vida. Sin embargo, nada de eso le cambia el panorama a lo que siente por ella; ese otro no puede ser tan importante si se ha entregado a él.
—¿De verdad no le importa?
—¿Lo ama? —pregunta directamente.
Catherine se queda en silencio. Es una pregunta difícil de contestar.
—Sí —dice luego de un par de segundos.
—Pero no lo suficiente —añade Andrew. Catherine se aparta y esta vez él no pone resistencia.
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Deseo Profundo
FantasyCatherine Riley es la mujer pirata más fiera de los mares del norte. Le ha costado ganarse el título de reina del mar, pero lo ha logrado con creces, y es que para ella el problema nunca ha sido ser la más temeraria entre piratas. Pero en cuestiones...