CAPÍTULO 36: SACRIFICIO

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07 de noviembre de 1741

«Catherine quiere aparentar ser una mujer fuerte, pero sé muy bien que, en el fondo, no es tan ruda como parece».

Los pensamientos del comodoro no dejan de divagar sobre lo sucedido con la pirata el día anterior. Ella no quiere hablar del tema, y hace como si no hubiese sucedido, sin embargo, Andrew no quiere dejarlo pasar tan fácilmente. Siente una ira emerger de su interior cuando piensa en lo que ese tal lord pudo hacerle, y no sabe por qué, pero en realidad tiene ganas de matarlo con sus propias manos, sin piedad.

Se la queda mirando mientras ella escaba con sus manos en el suelo hasta encontrar una pieza de piedra cuadrada por donde entraría un cuerpo. Ahora tiene la esperanza de que eso sea el intento de ruta de escape de alguna pobre alma, que también quedó encerrada allí mucho tiempo atrás.

La pirata pelirroja intenta levantar la piedra, pero se le hace difícil porque se ve pesada y adherida al suelo. Puede no ser lo que piensan, y tan solo se estarían ilusionando con la fugaz idea de una salida de ese lugar, no obstante, la esperanza es lo último que se pierde.

—Ayúdeme a moverlo —le pide. Él se pone en cuclillas y levanta la piedra todo lo que su fuerza le permite. Cuando por fin logra desprenderla del suelo, Catherine lo ayuda empujando desde el otro lado hacia él. La tapa de piedra cede y logran hacerla a un lado.

Un rayo de esperanza es lo que parece ese gran agujero oscuro.

—No puedo creerlo, es una salida —dice Catherine con emoción.

—Seguramente esto lo ha hecho otro preso antes, ¿crees que llegará a algún lado?

—No lo sé, se me hace extraño que esto esté aquí, Si el preso hubiera escapado, ¿acaso no se habrían dado cuenta del hueco gigante en la celda? —Los dos le dan un vistazo desde el borde. Está muy oscuro como para ver algo.

—Es verdad, no creo que este agujero dé a ningún lado —admite el comodoro—, pero no perdemos nada con intentar ver a dónde nos conduce.

Ella lo mira y recién se da cuenta de que él la ha estado mirando todo ese tiempo. Sus mejillas se sonrojan y desvía la mirada. Al comodoro le parece muy adorable ver ese rubor rosado en sus cachetes pecosos. Le sonríe sin siquiera darse cuenta, Catherine carraspea la garganta y vuelve a mirar el agujero.

—Yo soy más pequeña, entraré yo primero.

No espera a que él acepte o se niegue, de inmediato se acomoda para brincar por el espacio oscuro. Andrew le sujeta la muñeca y se da cuenta de que está herida; por un momento quiere detenerla, evitar que se vaya y que corra peligro en ese lugar. La pirata lo mira cuando él le detiene la mano, esperando que diga los motivos por los que la está sujetando.

—No se vaya sin mí. —Sus ojos dorados refulgen como dos monedas de oro. Las miradas de ambos se mantienen un tiempo que parece eterno. Andrew comienza a ponerse nervioso, mas, no puede dejar de verla, como si ella y ese cabello rojizo lo hipnotizaran.

—No había considerado la posibilidad, no debió darme esa idea —habla ella después de un minuto, se ríe genuinamente y eso le hace sonreír a él también.

El comodoro corre hacia los barrotes para asegurarse de que no venga nadie. Sus hombres están dos celdas más a su derecha, los puede escuchar hablar por encima del ruido de movimiento de lo demás.

Pasan cinco largos minutos en los que Andrew no deja de mirar hacia afuera, lo poco que sus ojos le permiten observar del pasillo. Justo en uno de esos instantes de chequeo, escucha los pasos de los saqueadores que se acercan a la celda.

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